Por un riachuelo,
Agua fresca que baja,
De la montaña.
Algunas veces, delirando, me pregunto qué sería de la pureza si no existiese lo falso. Me pregunto qué sería de aquello que existe antes de que haya ocurrido cualquier daño, antes de que el mal aparezca, antes de cualquier pensamiento le contamine ¿qué sería de este espacio puro de lugar y tiempo si no existiese la mentira, si no hubiese la calumnia? Son momentos que revelan el verdadero valor de las utopías, pues al seguirme animando a que siga caminando a seguirme cuestionando tarde o temprano me doy cuenta de que sin la ilusión el valor de la verdad desaparecería. Se desvanecería pues lo autentico depende de lo falso, como lo claro de lo oscuro. ¿Verdaderamente? ¿se desvanecería? Preguntas que me animan a seguir dando pasos, a cuestionar que hay detrás de lo material, de lo espiritual o con otras palabras a seguir preguntando ¿qué hay detrás de los opuestos?, qué es realmente el aquí y ahora? o incluso ¿qué es la nada?
Así que hoy comenzare no solo deseandoles a todas y todo un feliz año nuevo sino que dándole al igual una calurosa bienvenida a la utopía y abrazando afectuosamente también a la mentira. La calumnia como aquella que llama mala, nihilista o hasta satánica al vacío y que le culpa de mantener secretos planes de invasión continua. Aquella mentira que rotundamente niega que la nada también es al mismo tiempo el verano, el invierno, un riachuelo, el bosque, la claridad, un sonido. De esta manera sigo dando pasos hasta que al caminar me vuelvo a tropezar con el siguiente caso:
El maestro Nangaku Ejo fue discípulo del sesto patriarca el maestro Daikan Eno. Este un día le preguntó:
-¿De dónde vienes?
El maestro Nangaku respondió:
– Vengo del maestro Ankoku de la montaña Su
El sexto patriarca dijo entonces:
– Algo inconcebible ha llegado así
A esto el maestro Nangaku nada pudo responder. Después le sirvió durante ocho años al sexto ancestro. Hasta que al final pudo comprender las palabras y proclamó:
– Ejo ha comprendido. Cuando vine aquí por primera vez, el maestro me recibió con las palabras “Algo inconcebible ha llegado así”
El sexto patriarca le preguntó:
-¿Cómo comprendes estas palabras?
El maestro Nangaku respondió:
– Expresar algo con palabras no da con la medula.
El sexto patriarca volvió a preguntar:
– Sigues lidiando con la práctica y la realización o no?
El maestro Nangaku replicó:
– No es así que no exista la practica y la realización. Solo que si el espíritu está manchado no se puede le puede alcanzar (1)
El sexto patriarca respondió:
– Este “no manchar” es justamente aquello que todos los Budas han querido que prevalezca. Tú también eres así, yo también soy así y todos los otros ancestros del Dharma también lo son.
Se dice que la integridad es un valor, una cualidad de quien tiene entereza moral, rectitud y honradez en la conducta y en el comportamiento. Justamente a esto, al comportamiento llama la atención este caso. Al seguir caminando hasta dar con aquellas palabras que describen la totalidad de la realidad. Una realidad en la no existe un momento mejor que ahora mismo, en el que la práctica de Zazen no es un medio para alcanzar la iluminación sino revela el verdadero sentido de la palabra Shikantaza – solo sentarse: sentarse sin hacer nada más que solo sentarse. Ahí y solo ahí, la nada es el sol, las nubes blancas o un jardín solitario sobre el cual copos de nieve decoran su silueta y al mismo tiempo el calor de un amanecer de verano que ha encendido el crepúsculo ametista.
(1) Caso 1, libro 2 – Colección de 301 Koan de Dogen Zenji.