LAS CAMPANITAS

Cling, cling, cling, tocan,

Al compas de los vientos.

Las campanitas.

Hay nubes bajo el cielo tiernamente teñido de azul. Campanillas que resuenan con los vientos acompañan las nubes en su ir y venir. Campanarios de colores ¿Qué hora es? ¿De qué mundo sois? ¿Cuándo tocáis vuestras canciones son de felicidad, son de tristeza o son de amor? Las campanillas responden: algunas veces lloramos y otras veces reímos. Tocamos porque algunas veces los vivos están muertos y otras veces los muertos están vivos. Silencio. ¿Qué es entonces estar vivo o estar muerto, o con otras palabras ¿qué es la soledad ahora mismo?

Para empezar, en la soledad siempre hay varios aspectos. Existe la soledad que niega la duda. La soledad cobarde que justamente por no aceptar la incertidumbre se queda paralizada frente a la injusticia cuando se manifiesta. Es la desesperación del conformista, del que confunde sus antiguos hábitos, sus condicionamientos y las normas con la realidad que compartimos. Es la soledad de quien ha perdido la habilidad de distinguir entre el sueño y la realidad y por eso ha perdido el valor de tomar propias decisiones. Es también la soledad del cinismo y de la vacilación de lo diferente. Se reconoce porque a la banalidad se le da la misma importancia que a sucesos importantes. La soledad del que cree saber lo que quiere pero en realidad solo quiere lo que piensa que es aceptado por la mayoría. La soledad del que se consume de ansias por pertenecer a algo más grande que si mismo y por eso no solo está preparado a ser sumiso sino que también a subyugar a otros. Es la soledad del manipulador y es la soledad del manipulado. Y también existe la soledad del equilibrio. La soledad del cuerpo en unidad con la respiración y la mente. La soledad que naturalmente acepta lo ambiguo, lo frágil, lo inseguro. La soledad en la cual como múltiples ecos en todas las direcciones las verdades resuenan como verdades y las mentiras como mentiras.  La soledad que a uno le otorga la visión que no hay nada más precioso que ser uno mismo. La soledad de la duda sobre si en este mismo instante, aquí y ahora, el sonido de una campanilla es un efímero ruido pasajero o quizás todo el eterno universo. 

Un día el tercer maestro chino, Kanchi Sozan visito al maestro Taiso Eka y le dijo (1):

Mi cuerpo está infectado con la lepra. Te suplico me limpies de mis pecados.

Muéstrame tus pecados y te libraré de ellos – replicó el patriarca.

Cuanto trato de encontrar mis pecados no puedo encontrarlos – respondió entonces el maestro, después de permanecer en silencio durante un buen rato.

Ya estás limpio de todos tus pecados. Ahora debes tomar refugio en el Buda, el Dharma y la Sangha – concluyó el patriarca.

Está registrado en las crónicas de la tradición del Zen que tras este encuentro con su maestro Taiso Eka el maestro Kanchi Sozan escribió el Shin Jin Mei – el poema de la fe en el espíritu. Un tratado que comienza con las palabras “penetrar en la vía suprema no es fácil ni difícil, basta con que no haya ni amor ni odio, ni elección ni rechazo “(2). Un mensaje que da a entender que en la mente original no hay diferencia entre el pecado y la virtud, entre la soledad y libertad, entre yo y ellos. Es más, solo ahí donde no hay nada que abandonar aparece la lucidez, la variedad y el resplandor. Las campanillas multicolores bajo el cielo azul y el ir y venir de las nubes siguen sonando al compás del viento. ¿De qué mundo son? ¿Cuándo tocan, entonan amor felicidad o tristeza? ¿Qué más da porque tocan? ¿que más importa para quién suenan? Sin proposito alguno, tocan para quienes tienen oídos para escucharlas. 

(1)  Denkoroku (Cronicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan

(2) Poema de la fe en el espíritu – Maestro Kanchi Sosan – Chien-Chih Seng-ts’an.

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