Más redonda es
gracias a las ramas
la luna llena
¿Qué es la responsabilidad? ¿Qué significa aceptar en el Zen? Preguntas que en nuestra practica siempre han estado ahí, que sieguen manteniendo su actualidad y por las cual todo quien se dedique al estudio del Zen tendrá que pasar. Así lo demuestra el caso 89 de la colección de 300 Koanes del maestro Dogen:
Un día el maestro Sekito le preguntó a su Jisha (asistente):
El maestro Dogo le dijo una vez a un monje: “No deberías rechazar este sitio ni deberías apegarte a este otro”. ¿Qué piensas tu al respecto?
El Jisha dijo: confío completamente en tu comprensión, maestro.
El maestro pregunto: ¿cual es mi comprensión?
El Jisha se fue caminando del occidente al oriente y se quedo parado.
El maestro dijo: tu solo haz rechazado un lugar pero sigues apegándote a este otro.
“No deberías rechazar este sitio ni deberías apegarte a este otro”.
Un caso que apunta hacia el movimiento vital de la práctica de Zazen que consiste en abandonar tanto el rechazo como el apego a cualquier formación mental. Una práctica que revela que el apego y el soltar son actitudes que se reflejan con toda inhalación y exhalación pero que también se expresan en todas las facetas de nuestra vida social. Pues son dos caras de uno y el mismo movimiento vital. El movimiento que impregna nuestra existencia y que tan importante es para sobrevivir. La fuerza innata de vida que llevamos dentro de nosotros y que nos enseña a caminar, lo que nos mueve, lo que nos hace querer ser mejores, lo que nos hace gozar de la vida y lo que nos lleva a querer progresar. Un movimiento que desde el inicio de su historia a hecho que el ser humano desee cambiar, inventar, renovar, deshacer o emigrar con tal de ser feliz o simplemente de mejorar.
Aun así, tal y como lo sabemos de nuestra práctica de Zazen, cambiar de posición no siempre trae consigo alivio a nuestro dolor ni tampoco siempre satisface nuestra necesidad. Y hasta incluso lo que tal vez sea mas lamentable aun, muchas veces nos imposibilita ir un paso más allá pues caemos en un circulo vicioso que se alimenta de nuestra capacidad de convencernos a nosotros mismos. Algo parecido a la autocompasión y que nos dice “todo ya se andará” o que nos lleva por sendas equivocadas como aquella del rechazo o del apego. El rechazo a aquello que no conocemos y el apego a conceptos ya conocidos. La autocompasión que a la larga trae sufrimiento con si ya que nos insta uirle a aquello que nos hace sufrir y correr detrás de aquello que nos promete felicidad y que por otra parte como la bruma nos imposibilita ver las cosas como son. La opacidad que lo único que claramente refleja es nuestros temores y nuestros acondicionamientos y que sobretodo nos imposibilita activar todo nuestro potencial.
El maestro le preguntó a su Jisha
¿Qué piensas tu al respecto?.
El secretario respondió :
Confío completamente en tu comprensión maestro.
Algo que el maestro quiso verificar pues la confianza en el Zen se encuentra más allá de la dualidad traspasa la individualidad y no permite que alguien se esconda detrás de una función, por lo que le volvió a preguntar al Jisha
¿Cuál es mi comprensión?
El Jisha, viendo que no tenia más remedio que exponer su propia visión, sin decir una palabra se fue caminado de occidente a oriente y se quedo parado. Visto esto el maestro respondió:
Tu solo haz rechazado un lugar pero sigues apegándote a este otro.
Ósea que la frase del maestro Dogo “No deberías rechazar este sitio ni deberías apegarte a este otro” tal vez no se refiera al escoger entre un sitio u otro. Pues el Buda Dharma enseña que la realidad que trasciende la dualidad se encuentra en el medio. Entre un sitio y el otro. Entre el apego y el soltar. Un sitio en el cual es posible encontrar la paz interior que tan importante es para trascender la dualidad y que a pesar del sufrimiento que nos puede provocar la postura nos permite mantenernos atentos en cuanto a este instante.
Así, aquello que en primer instancia se presenta como adversidad se convierte justamente en aquello que nos posibilita ir más allá. Más allá de la resignación llegando a la aceptación. Una aceptación que es un estado activo y que nos conduce a implicarnos completamente en la realidad pues vemos con claridad que no hay nada que pueda impedirnos de ir a donde quiera que quisiésemos ir, ya que si aprendemos a vivir con aquello que nos hace sufrir no hay obstáculo que nos impida a ir a donde queremos ir.
De esta manera siempre seguiremos creciendo y siempre habrá un sitio donde ir.
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