EMPATÍA

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sin preferencias
el viento puro sopla
sobre la tundra

¿De donde nace aquella fuerza que nos hace ser solidarios de verdad? ¿De donde surge aquella energía que cura nuestras heridas y nos lleva a querer compartir nuestra felicidad con los demás?

En nuestra practica del Shikantaza todas las dudas se aclaran desde la mirada hacia el interior. Desde ahí, desde la mente de zazen, Hishiryo, el pensar desde más allá del pensar, experimentamos de manera directa la realidad en la cual todos los fenómenos se encuentran entrelazados entre si. Nos involucramos y actuando a favor de quien lo requiere cuando hay que hacerlo y le damos a palabras como Buda, Paz o Solidaridad un sentido real.

Pues al implicarnos nace de la acción que no separa entre nosotros y los demás la flor de la empatía. Una flor que cuando aparece trae consigo la felicidad que resulta de la comprensión del hecho que dentro de la unidad dar significa recibir. La empatía que aparece después de que los muros en nuestro interior se vienen abajo y que abre el horizonte de nuestra mente dándonos a entender que este instante no hay gente del norte o gente del sur y que todos somos peregrinos en este mundo pues por mas que sostengamos que vivimos una existencia independiente, cuando todas las cosas son el vacío interdependiente ¿como podría ser el Yo una cuestión que se limita a la dependencia o a la independencia de los demás?.

Así, al igual que la solidaridad, la empatía a la cual se le atribuye dones como los de curar nuestro interior y el de hacer posible la cooperación, nace del dar incondicional. Del acto de entrega sin esperar nada a cambio y que así como Zazen también requiere un compromiso total. Nos entregamos a la postura, nos damos a la respiración, soltamos toda formación mental, incluso el querer hacerse uno con todo a nuestro alrededor y de manera natural se manifiesta la empatía que nos posibilita reconocer y comprender las necesidades y los sentimientos de los demás. Así la flor de la empatía es una flor que surge desde nuestro propio interior, desde la misma conexión entre todos los fenómenos y que a través de un simple sonido nos puede dar a entender: en la realidad más allá de la percepción dual, este instante es tanto la causa como la condición.

El maestro Dogen sigue el Fukanzazengi de la siguiente manera:

Cuando os levantéis, moveros suavemente y sin prisa, calmada y deliberadamente. No os levantéis de manera súbita o brusca. Cuando se echa una mirada sobre el pasado, se percibe que la trascendencia de la iluminación o la no iluminación, que morir sentado o de pie, siempre ha dependido del vigor de Zazen.

Además, la apertura a la iluminación en una determinada ocasión dada por un dedo, una bandera, una aguja, un martillo, el cumplimiento de la realización gracias a un cazamoscas, un puño, un bastón, un grito, todo eso no puede ser asido totalmente por el pensamiento dualista del hombre. En verdad, tampoco puede ser mejor conocido mediante el ejercicio de los poderes naturales. Eso está más allá de lo que el hombre escucha y ve ¿acaso no es un principio anterior a los conocimientos y a las percepciones?

Algunas veces ocurre que escuchamos expresiones como “hacerse uno con todo” o “pensar desde más allá del pensar” o “vacío” y sin querer nos apegamos a las imágenes que nos hacemos sobre el significado de estas expresiones y caemos en la estagnación. En la estagnación que implica el hecho de apegarse a una imagen sobre la realidad. Y reconocemos esta estagnación cuando asociamos el “hacerse uno con todo” o el “vacío” con un estado en el cual todo se disuelve y ya no se distingue entre adentro o afuera o entre el bien y el mal. Una estagnación que se disuelve con la empatía puesta en acción y que desde la unión nos da a entender que la más profunda expresión de solidaridad consiste en actuar de acuerdo a los que este instante requiere. Y este instante que tiene su propia velocidad nos indica siempre lo que tenemos que hacer y como lo tenemos que hacer. De esta forma cuando la empatía aparece en nuestra práctica esta nos da a entender que incluso no es necesario fomentar deseo o esperanza alguna. Actuamos en el instante en el cual hay que actuar de acuerdo a las circunstancias especificas y lo hacemos sin fomentar el cumplimiento de un deseo aunque el deseo se llame paz ni actuamos de acuerdo a una receta especial aunque la receta se llame amor. Simplemente actuamos siendo conscientes de nuestra individualidad dentro de la interconexión de todos los fenómenos que constituyen el vacío en el cual nada es especial porque todo es especial y seguimos la corriente de causa y condición.

De esta manera nos involucramos de forma natural en el flujo de la vida a nuestro alrededor e incluso hasta podemos posicionarnos en cuanto a la injusticia o al abuso ya que al trascender verdaderamente cualquier noción sobre el bien y el mal no hay dualismo que pueda ocultar aquella empatía que nos conduce a la sintonía con todas las cosas y a la más profunda paz.

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