Mientras salía por la puerta que me conduciría hasta la libertad, sabía que si no dejaba mi amargura y mi odio atrás, todavía estaría en prisión – Nelson Mandela
Querid@s amig@s, les agradecemos mucho todo el cariño que se nos han otorgado durante nuestra estadía en Chile. Volver al país natal, es como experimentar el silencio: significa volver a casa, volver a nosotros mismos, volver a nuestro interior. Siempre nos hace recargar energía, nos llena con nuevas impresiones y nos da motivación.
Esta vez, más que nunca antes nos ha llamado la atención el Chile de las dos caras. Por una parte hemos visto aquel país con una naturaleza inigualable, el Chile con su gente cariñosa y trabajadora y que hace lo mejor que puede para vivir feliz junto a todo el mundo. Aquel Chile de las contradicciones que todos tan bien conocemos. Contradicciones como lo son el progreso material por una parte y la pobreza por otra. Una pobreza que sigue privando a tantas personas de sus derechos más elementales como lo son el acceso para todo quien lo desee a la educación superior, el derecho a un trabajo digno o el derecho a tener acceso a los servicios de salud correspondientes cuando sea necesario. El Chile que todavía no a logrado llegar a ser compasivo también con aquellos que no son tan fuertes como para hacer de una adversidad una posibilidad. Y también hemos visto el Chile, que no sería el país que es si todo no hubiese ocurrido tal y como ocurrió. El Chile en el cual el tiempo pasa mucho mas lento de lo que aparenta el progreso. El Chile espiritual, el país de los volcanes y de las araucarias, donde la gente y la tierra desde siempre han sido una unidad.
Un lugar en el cual entre sueños y pensamientos nos hemos vuelto a reencontrar aquellos versos de Keizan Zenji que tan acertadamente describen la actividad de Zazen:
Cuando la opacidad se diluye, aparece el silencio.
Cuando el silencio aparece, se manifiesta la sabiduría.
Cuando la sabiduría se manifiesta aparece el verdadero ser.
La opacidad se diluye. El silencio aparece y nos encontramos aquí y ahora con que también nosotros mismos somos lo que somos porque todo ocurrió tal y como ocurrió. Nos damos cuenta que porque existió un golpe de estado en 1973, porque existió la dictadura militar y el exilio y porque hoy existe el proceso de reconciliación, de democracia y de progreso, hemos tomado lo votos de monje y estamos aquí donde estamos escribiendo estas palabras. Así nuevamente nos encontramos reencontrándonos con nosotros mismos y vivenciando de manera diferente lo que significa este instante. Pues desde ahí, desde donde la izquierda y la derecha se diluyen, desde donde nuestra conciencia karmica, la opacidad, se comienza a diluir y el silencio comienza a aparecer, desde ahí donde no hay ni ganadores ni perdedores, desde ahí nace nuevamente la convicción que siempre a estado presente aunque la hayamos olvidado y que nos dice:
Jamás nos deberíamos dejar callar por nadie ni nada si sabemos que lo que debemos hacer es hablar.
„El olvido está lleno de memoria“ dice uno de los monumentos de la Villa Grimaldi siguiendo las palabras de Mario Benedetti. Una frase que desde Zazen la encontramos muy acertada. Pues la actividad de Zazen nos enseña a vivir todo instante como un instante nuevo. Es así como nos vamos reencontrando con la paz interior y aprendemos a dejar la amargura y el odio atrás. Aquella forma de la paz que hace posible también la paz en el exterior, que es una paz que implica olvidar pero que aun así no borra la memoria, sino al contrario la refresca.
Pues el odio, la ira y la ignorancia, los tres venenos del espíritu, son condiciones de la mente que son muy humanas y que se manifiestan una y otra vez y nuestra tarea consiste en volver una y otra vez a la realidad.
Así, desde la actividad de Zazen comprendemos que no es suficiente con dejar que las cosas ocurran así como vienen solo porque hemos llegado a la conclusión que en definitiva todo esta bien así como es. Tampoco se trata de seguir la actividad de la conciencia karmica que nos dice que hay que luchar por lo que amamos y huirle a lo que odiamos. No, no es eso la claridad del silencio. Y tal vez llegando a este punto alguien desee añadir: “pero si todo es impermanente, la ultima conclusión es que no hay nada mas que un ir y venir y todo es solo un constante movimiento universal”. Si y no, porque al mismo tiempo también es verdad que tenemos nuestra vida individual y esta conlleva responsabilidad.
Así, desde ahí, desde donde el tiempo no se mueve, aprendemos que el Dharma tiene un cuerpo. Un cuerpo que es el cuerpo de todas las cosas y que equivale a este instante. Un cuerpo que se extiende hacia las diez direcciones y que incluye el pasado, el presente y el futuro y por lo tanto equivale a una eternidad, pues los actos de ayer nos han traído hasta aquí y los hechos de ahora determinan el porvenir. Así aprendemos también que hay momentos en los que se debe callar pero también hay momentos en los que es necesario hablar. Y que incluso no es ni necesario decidir si se debe hablar o si uno debe callar pues en sintonía con el instante todo nos indica que es lo que hay que hacer. Una conclusión de la que nace la convicción que, a lo contrario de lo que piensen algunos, la práctica del Zen no consiste en reciclar la mente de una persona. Tampoco es un lavado de cabeza. Y que quede claro: quien lo piensa y ejerce este tipo de práctica sin la aprobación de la persona afectada esta mas cerca del genocidio que de la compasión o el amor:
Dibujo expuesto en Villa Grimaldi dibujado en prisión
Pues la práctica del Zen consiste básicamente en tomar la postura en inhalar y exhalar y a partir de ahí silenciar el discurso mental comprendiendo con claridad que todo lo que pensamos que debería ser, incluso el Chile de dos caras que creemos observar, no es otra cosa que dualismo, y este nace de la actividad mental.
Solo así, olvidando y soltando todo, dejamos la amargura y el odio atrás y encontramos paz. Aun así mantenemos la memoria fresca hacia el hecho de que hay cosas que jamás debemos dejar que vuelvan a ocurrir.
Una memoria que está en sintonía con este instante y así con todas las cosas y seres y que por eso expresa nuestra naturaleza original.
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