Por aire, por mar,
las dos aves se mueven,
sin mirar atras.
Cuando la vida es íntegramente la vida, no existe la interrupción. Todo luce constantemente a belleza y todo sabe a libertad. Lo feo, lo bello, lo insignificante, lo importante, lo diminuto, lo grande, lo superficial, lo profundo. Absolutamente todo se aprecia porque todo es una constante expresión del vivir. Cuando la vida no es íntegramente la vida existen el ahora, el mañana y el ayer. Con los tres tiempos aparecen los conceptos y con estos la duda y la indecisión. La inseguridad que trae consigo la incoherencia que separa con un abismo la idea de la realidad. Es ese el instante en el cual se apaga la belleza de verdad. El mismo momento en el cual la incertidumbre se apodera de la libertad convirtiéndole en un objeto de la fantasía, del comercio y de la posesión.
Cuando el pensamiento defiere de la realidad pienso que la vida cual es íntegramente la vida compite con la visión de una vida que no es íntegramente la vida. Una sensación que invoca varias preguntas a la vez. ¿Compiten estas dos visiones de verdad? o ¿de donde viene esa sensación de competencia que creo observar?. La respuesta mas plausible que encuentro es que la competencia surge al aferrarme a una verdad. Suelto la verdad, se la devuelvo al aire o la deposito sobre el mar y esta misma verdad que hace un instante era lo más bello que jamás he pensado se diluye en un recuerdo que me solía acompañar. Creo observar que donde hay añoranza hay también temor. Me estremezco solo al pensar sobre todo lo que hubiese sido capaz de hacer en nombre de lo que pensaba que era esta verdad. Me doy cuenta que la verdad jamás podría ser un concepto, ni menos uno estático al que uno se puede aferrar. Más bien debe ser algo parecido al latido del corazón. El movimiento cardiaco no consiste solo en recibir, sino que es un movimiento constante de relajación y contracción. O como la respiración. La exhalación no puede verse separada de la inhalación. Si hubiese detención sería imposible vivir. Toda inhalación condiciona toda exhalación de la misma manera como la exhalación la inhalación. De la misma manera se relaciona la vida cuando es íntegramente la vida con la vida que no es íntegramente la vida también. Entre ambas visiones no hay competición. La competencia es un invento fruto del temor.
La competencia, como toda otra ilusión, no tendría mayor inconveniente si no fuese por el hecho que profundiza si cabe la separación. Nos impide comunicar, paraliza la comprensión, nos imposibilita vernos de verdad. Es aquí donde comprendo porque se dice que amar significa soltar. Me entristezco al recordar aquellas bellas experiencias y al pensar que quizás jamás e amado de verdad. Y aun así esta tristeza no es la verdadera tragedia aun. Me pregunto ¿qué fuese si cada vez que he juzgado, he juzgado mal? ¿qué si por convencido que haya estado de la verdad, repentinamente entendiese que cada vez que he juzgado en nombre de esta verdad he cometido el mal? Preguntas inevitables al darme cuenta que no solo he estado alimentando un constructo racional que absolutamente nada tiene que ver con el vivir sino que además, todo el tiempo he estado fomentando la ignorancia la rabia y la avidez. Ya dudo si existe inocencia en la confusión. Mas aun considerando que esta es la misma manera de pensar, la de aferrarse a la verdad, que caracteriza a todo psicópata que extingue otras vidas en nombre de lo que el piensa que es la verdad. Desde este punto de vista queda también claro que el más reciente ataque de Orlando, EEUU, no puede haber sido un ataque en nombre de una religión sino que más bien un ataque homofobico contra la comunidad gay. Y es que las religiones están para unir y no para dividir. De esta manera incluso este hecho me confirma una vez más que sea cual sea mi motivación, aunque sea en nombre del más justo movimiento social o cualquier otra cosa que crea que es la más alta verdad, en el mismo momento que me aferro a una verdad estoy cometiendo un grave error. Y la pesadilla se quedaría solo en un mal sueño si en realidad no fuese aun peor. Y es que al despertar de mi ilusión, se apodera de mi la certeza que en realidad todo el tiempo que me he apegado a la verdad he estado apoyando aquello que siento que me quiere dominar. Cada vez que he criminalizado el placer, cada vez que he reprimido la otra opinión, cada vez que he antepuesto la moral a la razón. Este es el momento en el cual acabo de despertar. Esa fuerza que me explora y que me quiere someter esta ahí afuera solo porque existe en mi interior. Ojalá que algún día todos nos demos cuenta que cuando juzgamos desde la separación, no estamos juzgando sobre otros solamente, no, sobretodo estamos juzgando sobre nosotros mismos también. Ojalá que sea así. Por el bien nuestro como también por el bien de los demás ojalá que algún día aprendamos que significa juzgar desde la fragmentación. Los delitos que se cometen en nombre de la verdad no se deben a la verdad, se deben a que nos aferramos a la verdad.
Se dice que los sitios se aprecian en su totalidad solo cuando se ha estado ahí. Solo si realmente se ha estado ahí se aprende a distinguir entre lo que es y lo que no es. Únicamente entonces se asimila la diferencia que existe entre el remedio y la enfermedad. Ante una realidad constantemente cambiante ¿a que sitio se refieren las enseñanzas si no hay un lugar determinado al cual ir? Al lugar donde no hay ni pureza ni impureza. Donde no hay un antes ni un después. Donde la esencia de todas las cosas es la misma pero donde no hay posiciones estáticas sino que un constante movimiento cíclico en el cual de un instante al otro aquello que antes era una maldición ahora es un don. Donde aquello que antes era mala suerte ahora es una fortuna y donde lo que antes era un veneno ahora es una medicina. El sitio donde todo se compenetra entre si y ¿por qué no? el sitio donde habita lo divino de verdad. Un lugar, donde al no aferrarnos a ninguna verdad, seguimos desarrollándonos sin interrupción. Hasta volver al agua, el aire, el fuego y la tierra de los cuales todo surgió. Lo feo y lo bello, lo insignificante y lo importante, lo diminuto y lo grande, lo superficial y lo profundo no compiten entre si. Y es que en realidad ni pertenece a la naturaleza humana competir. La disputa surge únicamente al dejar de fluir. Del miedo. Del aferrarse a la verdad. Cuando la vida no es íntegramente la vida pero soltamos el aferramiento a nuestra opinión, quizás perdamos lo conocido, pero ganamos mucho mas. Volvemos a la inocencia. Recobramos la belleza. Reconquistamos nuestra libertad.