Leve la brisa,
Hacen cling, cling, cling,
Las campanitas.
Siempre he pensado que una brisa, una de esas ligeras telas de viento que todo lo tocan pero a la vez sobre nada se posan realmente puede ser tan preciosas como una amistad verdadera. Como un espejo claro donde la ilusión se mira. Que pueden dar alivio a la pena, a la ansiedad y a la melancolía haciendo así que las nubes al flotar por el cielo parezcan más tranquilas y mas bellas. Refrescando la claridad en cuanto al contexto de todo lo que acontece, aclarando los ideas que se encuentran entre las letras, las palabras y los textos. Y es que el viento es libre de veras. Sopla y desarrolla su actividad natural sin pedirle permiso a nada ni nadie. Ni al sol, ni a la luna, ni a la tierra, ni a ninguno de todos los otros elementos.
Quizás sea ese el misterio de su belleza. Su inmaculada existencia. Y es que una brisa no se compara a si misma, no busca ganar, no busca perder, no busca la autoridad ni tampoco someterse a nadie. Simplemente comparte su existencia y aunque sea desconocido o parezca contradictorio para muchos pero es justamente esta propiedad lo que regala alivio ante el delirio. Pongo esta experiencia a prueba y me pregunto ¿si por falta de conocimiento creemos que algo no existe, esto verdaderamente tiene que significar que aquello no exista? Voy a dar un ejemplo, hay quien piensa que el dejar pasar nuestras ideas sobre el bien y el mal significa una manera de ver la realidad que debe ser abolida inmediatamente pues automáticamente nos conduce al relativismo. A un estado de conciencia que lo ve todo de manera relativa desarmando nuestra inmunidad natural contra el mal y que así corrosiona nuestra comprensión en cuanto a las normas sociales. No lo sé pero mi experiencia en cuanto al dejar pasar el bien y el mal es diferente, pues al dejar pasar el bien y el mal y nos ejercitamos en el no permitir que la mente se pose sobre un objeto, el bien y el mal no solo se relativizan sino que sobretodo se condicionan. Ahora, podríamos seguir ahondando sobre algo que depende de la experiencia de cada uno, pero esta vez no lo vamos a hacer. Llegando aquí, más bien como una brisa de viento fresco me gustaría dirigir la atención hacia otro punto, que dada la actualidad social en la que vivimos me parece aun más importarte. La actual introducción casi natural, casi sutilmente, casi automáticamente del autoritarismo en el dialogo social. Esta vez a través de introducción de una supuesta superioridad de una idea sobre otra. Y más allá, las consecuencias de este fenómeno social tal y como lo demuestran los estudios sobre el autoritarismo y de la historia de los movimientos de libertad contra aquellas instituciones que no le permitían al individuo vivir según su propia convicción. ¿Comenzamos a indagar sobre las diferentes tácticas de alineación o silenciación tal y como se manifiestan hoy en día? ¿Sobre el sectarismo religioso y político que estamos viendo propagarse en la sociedad y que obstruye la vida en comunidad? Mejor que no. O mejor dicho esta vez no. Me conformo con mencionar que así como en nuestra practica de dejar pasar todo concepto no caemos en el relativismo tampoco perdemos la memoria. Al contrario, al dejar pasar todo concepto sobre el bien y el mal, la memoria por si misma, como una fresca brisa de viento naturalmente se refresca, se reactualiza según toda situación.
Como una brisa de viento fresco percibía el otro día una frase de una celebre maestra Zen que decía: “En la madurez espiritual, el antídoto contra la injusticia no es la justicia sino que la compasión con el sufrimiento”, lo que me llevaría a preguntarme que es en definitiva la compasión desde la comprensión budista. Creo que la compasión en nuestra practica puede tener muchas y diferentes caras y que ninguna de ellas se contradice con las otras pues cada una de ella se manifiesta según la respectiva situación, el lugar y el instante pertinente. De esta manera la compasión en el sentido budista no es una especie de sentimiento de superioridad que una persona siente en cuanto a otra. Tampoco es una situación que se emplea como condición primordial para ayudarle al otro. A la vez si puede ser el ayudarle a comprenderse a si mismo a alguien que cuando en su búsqueda por aliviar su sufrimiento huye de si mismo en búsqueda de algo exterior que le otorgue la fuerza que ahora no percibe dentro de si mismo. Puede ser también el ayudarle a alguien a no acomodarse en el conformismo ante una determinada situación. Como también puede ser mantener viva la atención en un@ mismo como en lo social. Tanto por el bien de un@ mismo como por el bien de todos los seres en toda dirección y a través de todos los tiempos.
Siento una brisa y me confío a ella. Le confió porque es limpia, integra y sin un espíritu de provecho propio. Le confío porque existe por si sola y aun así no separada a todo lo que nos rodea. Quizás sea ese el misterio de su belleza. Su inmaculada y su transparente existencia. Tan clara como el agua. Tan pasajera como una nube. Y es que una brisa no se compara con otra a si misma, no busca ganar, no busca perder, no busca la autoridad ni tampoco someterse a nadie. Siendo así no estoy seguro si es la brisa la que me toca o si soy yo quien la toca a ella, pues hacerse uno con el viento significa soltar todo concepto propio, girar horizontal y verticalmente y a la vez dar un millón de vueltas.
Nossa sangha pratica ao ar livre, no parque. Frequentemente, ao final do Zazen, todos estão encantados e agradecidos à brisa que conosco praticou. Terminamos o Zazen mais amigos do que já éramos no seu início, porque compartilhamos a brisa. Não apenas os praticantes, mas todos os seres, que, ijdiscdimimadsmenfe, tocam-se mutuamente pela brisa. Obrigado por suas além-das-palavras. Gassho
Gracias Koun San por tu comentario y sobretodo por tu amistad. Si, el parque, los arboles, la briza, las flores, la tierra, el canto de los pajaros y hasta el ruido del trafico. Practicando en medio de la naturaleza quizás lleguemos incluso a la concluisión que absolutamente todo nos une y que no hay nada que nos separa. Un abrazo, Meiyo