Frutas maduras,
Cuelgan de una rama.
Ya es verano.
¿Quién puede culpar a una fruta por que en su día haya sido solo una semilla? ¿Quien puede repudiarle haber sido una vez tierra, sol o lluvia? Solo alguien que ve en una fruta un mero resultado. Alguien que ve que en la fruta solo un fruto. El producto del esmero exitoso de una cadena de sucesos que acontecen en la naturaleza. Alguien que no ve que la fruta sin un antes y después, sin separación alguna, también es las hojas. Al igual que las ramas, las raíces, las nubes y las montañas. Es verdad, quien da la culpa a otros es siempre quien más lejos está de su propia naturaleza. Propongo entonces que soltemos a la madre del moralismo y que nos deshagamos de ella. Que nos liberemos a nosotros mismos de la culpa y de esta manera nos independicemos también de la lucha. No solo la lucha contra lo externo sino que al mismo tiempo la lucha contra nosotros mismos. ¿Y que hacer con quien se encuentre escondido bajo una aparatosa armadura? Obsequiémosle una fruta. La fruta de la sabiduría. La fruta que es un fruto inmediato. Siempre disponible. Siempre dispuesto, de diferentes colores y a la vez siempre de diversos formatos.
Comencemos explicando porque ver la fruta solo como una fruto es una desdicha. Y es que la visión fragmentada nos impide ver tantas simples maravillas. Por ejemplo la flor solitaria. Aquella flor que cuando abre sus petalos hace que la mariposa pare su vuelo. O la sombra fina. Aquella sombra de las movidas hojas, que hace que las frutas se vean aun más redondas. O la golondrina que canta por la madrugada. Que con su voz toca la brisa, el agua, el valle. ¿Y si no vemos todas estas maravillas, como comprender entonces que nuestra verdadera naturaleza no solo está más allá de cualquier concepto sino que sobretodo significa practicarla? Experimentarla. Explicarla. Olvidarla.
Practicar el Zen es fácil. Practicar el Zen es difícil. No lo sé. Es como decir que un mentiroso es solo es un mentiroso cuando está comprobado que miente. Pero callar ante una injusticia también puede ser mentir, pues significa consentirla. Al igual que decir una verdad a un mentiroso también puede significar que uno esta mintiendo pues el resultado será el mismo. Osea que si queremos ser honestos con la culpa y la moral no llegaremos muy lejos. Hemos de hacer otra forma de esfuerzo. Hemos primero de encontrar el origen de todo descontento. Hemos de revisar primero en toda dirección la repercusión que tiene decir que todo lo que existe es impermanente. Sí. Si todo es impermanente, todo aquello que conocemos o creíamos haber conocido algún día se vendrá abajo. Toda idea. Toda palabra. Todo símbolo. Todo concepto. Todo lo que hemos aprendido. Nada quedara de pie. Un sentimiento que al principio puede ser incluso aterrorizante. Que puede poner nuestras vidas patas arriba. Sí, que puede dar incluso temor pero que no vendrá mayormente al caso pues si nuestra intención es honesta siempre habrá algo que nos empujará adelante. Unos le llaman intuición. Yo le llamo el saber en el fondo que por fin estamos haciendo lo correcto. Y esto si que es algo significante pues transforma la duda de repente se disipa para transformarse en certeza. Es como arribar de repente a una vía y saber que por fin estamos por el camino correcto. Y si que es sorprendente y ofrece un gran alivio pues ¿quien imaginaría encontrarse con un salvavidas en medio de todo un caos, en el centro de un gran remolino?
Por errático que pueda ser el verano, toda fruta se borda por semillas tempraneras una tierra fetil que les acogiera y aguas siempre pasajeras. De esta manera, a través de esta forma de ver las cosas, la fruta se convierte en más que solo un sujeto al que le hemos dado un significado y en mas que un objeto al que creemos haber identificado. Se transforma en más. Incluso en algo que va más allá de una impresión falsa o una captación correcta, pues se convierte en la percepción del aquí y ahora en la que todo lo que acontece es una expresión de nuestra verdadera naturaleza. En dicha percepción cuando el momento ha llegado significa que el momento a llegado. El momento sin un antes ni un después. El momento que desde el principio sin comienzo y el fin si fin siempre ha estado presente.