Bajo el cielo,
Campo, viento y nubes.
Sobre la tierra.
Si no hubiese equilibrio en la naturaleza, si el viento no tocase todo sin hacer distinciones, si la tierra no aceptase todo lo que existe sobre ella, si el agua no se adaptase a cualquier cuerpo, imperaría la arbitrariedad. Lo puro no seria más que un simple adjetivo, la belleza no seria más que un concepto hueco y el silencio no sería más que el opuesto del burdo ruido.
Si no existiese el balance en todo lo que nos rodea, si solo rigiese el mas fuerte, si solo se imponiesen las mayorías, si solo avanzase el que mejor miente, el más inteligente o el mas astuto, no seria posible creer en algo bueno. No habría esperanza. No se conservaría la justicia, no existiría ni el amor, ni la compasión, ni la sabiduría.
Son tiempos de pandemia. Algunos dicen que son tiempos de confusión, que son tiempos de incerteza. La salud, el modelo social, la libertad del individuo, los intereses nacionales y la globalización todo parece estar entredicho más que nunca antes. Me pregunto si verdaderamente será así observando esta impresión desde el equilibrio. Desde donde el cuerpo se encuentra con el aliento. Desde el aquí y ahora que es el lugar donde lo interno se encuentra con lo externo. Desde aquí comprendo que si, es verdad que todo esta cambiando hacia algo diferente, pero a la vez que esta situación desde que he nacido nunca ha sido diferente, pues todo desde siempre ha estado cambiando continuamente. Creo entender que es este un lugar importante. Un punto que puede llevarme incluso más allá de la historia, más allá del colonialismo y más allá injusticia social pues hablo del origen de Avidya mismo. Así que sigo indagando en la confusión y la ignorancia y lo primero que veo es que frecuentemente ni siquiera soy consciente de que el cambio continuo es la única verdadera constante en mi propia existencia. Más allá veo que, aunque muchas veces crea comprender la envergadura que tiene el cambio en todo lo que hago muchas veces no lo incorporo realmente en la manera como enfoco mi propia vida. Porque estoy decidido a llegar hasta el fin de la ignorancia, me pregunto de donde surge esta incoherencia entre mi comprensión y mi manera de actuar, lo que nuevamente me trae al presente. A este momento, para reestablecer el equilibrio indagando en la esencia del balance. Desde aquí observo nuevamente el equilibrio y entiendo que por definición este ya es un sistema dinámico en el que las diferentes fuerzas que influyen sobre el cuerpo se compensan mutuamente.
En las escrituras budistas hay algunos escritos en los cuales se compara el equilibrio con la verdad absoluta. Relacionan el equilibrio con una visión supuestamente más alta, en la cual se diluyen las diferencias porque todo es parte de una y la misma cosa. Por esta razón creo que es importante remarcar que el equilibrio representa un sistema compuesto por diferentes fuerzas que no por ser en el fondo una y la misma cosa se neutralizan mutuamente, sino que por la relación dinámica que les une. Solo así se explica sin contradicción alguna la existencia simultanea de todo lo que existe, tanto particular como a la vez universal. Tanto individual como social. Tanto nacional como global. Por supuesto que los efectos de esta comprensión son bastos. Casi tan extensos como su poder pacificador. Lo que podemos observar si imaginamos una mundología en el cual el mundo interno se armoniza con la universalidad, en el cual el individuo puede coexistir sin contradicción alguna con su contexto social o en el cual los intereses nacionales coinciden con los intereses del planeta entero. Para concluir esta aclaración sobre lo que podría ser el equilibrio desde el punto de vista del budismo Zen, he de mencionar también que existen escritos que comparan el equilibrio con la ética. A estos solo puedo replicarles que la ética, por lo menos a partir de la visión budista, si no surge del equilibrio que está relacionado con este mismo aquí y ahora, simplemente no es ética, sino que más bien, consciente o inconscientemente, un nuevo intento de estandarización moral que ya tan bien conocemos.
Si no fuese por el balance, si arrollo claro y frio no bajase de la montaña, si el ave migratoria no se marchase en otoño, en todo veríamos solo la materia de lo que se compone. Solo escucharíamos lo que nos gusta. No sabríamos distinguir entre una sonrisa y una mueca burlesca. Y la honradez solo seria una característica del ingenuo.
Si no existiese el equilibrio, si solo se escuchase al opresor, si solo imponesemos nuestra ley a la naturaleza, si no aceptásemos que dependemos de ella. No habría la ciencia. No prevalecería la vida. No habría futuro. No existiría ni el amor, ni la compasión, ni la sabiduría.