La mente no conoce obstáculos – Sutra del corazón
La historia de los pueblos originarios de America es una historia sobre el caer y el volver a levantarse. Una historia sobre la muerte de pueblos enteros, de la perdida de la identidad cultural de otros pero también una historia sobre la constante revitalización. Una historia que demuestra que muchos pueblos indígenas han logrado no solo sobrevivir, manteniendo sus costumbres, su idioma y su religión, sino que incluso han logrado integrarse en las regiones urbanas, conservando el legitimo derecho de ser miembros reconocidos dentro de una sociedad que se presenta cada vez más global.
Así la historia de los pueblos originarios de nuestro continente nos enseña, que caer o levantarse son diferentes aspectos del movimiento universal. Que el caer y el levantarse son movimientos a los cuales no siempre hay una opción porque son movimientos naturales como el inhalar y el exhalar. Y un movimiento que nos demuestra que si hay algo que podemos hacer en cuanto al caer y al levantarnos, esto es la postura que tomamos ante el movimiento universal. Esto porque muchas veces depende de nosotros quedarnos en el suelo o levantarnos después del caer, al igual que depende de nosotros que es lo que vamos a cosechar con nuestra reacción en cuanto al caer. Si sembramos paz, según la ley de causa y condición, lo que cosecharemos será la paz. Esto es fácil de entender. Pero más allá es importante comprender que la paz solo se siembra por medio de la paz. Si discriminamos o manipulamos o provocamos la separación en nombre del objetivo que queremos alcanzar, o porque nos queremos levantar, tenemos que tener claro, que una abismo se abre entre nosotros y la paz. Por otra parte solo si hemos sembrado la paz a través de la paz tal vez podamos llegar a realizar el hecho que sembrar paz significa cosechar paz en el mismo instante en el que la estamos sembrando paz.
De esta manera la historia de los pueblos precolombinos nos enseña que es una verdad innegable que muchas veces no hay alternativa en cuanto al caer, pero depende de nosotros volver a levantarnos y volver a la inmaculada realidad que esta más aya del bien y el mal, que es impermanante y que se encuentra en constante transformación. Solo de esta manera seguiremos creciendo y nos podremos levantar. Y tal vez de esta manera, incluso lleguemos a la conclusión que jamás hemos caído, porque no se trata ni de caer ni de levantarse sino que de armonizarse con el movimiento universal, al cual también se le puede llamar la gran corriente de causa y condición. Un movimiento que cuando nos hacemos uno con el porque hemos abandonado el apego y el rechazo, es una fuente de paz y de felicidad. Una fuente de paz porque sobrepasa cualquier dualidad: tanto el bien y el mal, como la inocencia o la culpabilidad al igual que la vida y la muerte.
Esto es lo que nos enseña Zazen. Al sentarnos en Zazen, concentrándonos sobre la postura corporal y mental naturalmente comenzamos a ver el carácter nocivo de los hechos, del habla, y del pensamiento, contemplando la verdadera naturaleza de todas las cosas, de forma natural transcendemos cualquier concepto ético o moral como los son los sentimientos de culpabilidad o el de haber caído por alguna razón. De esta manera, a través de Zazen, lo absoluto se convierte en el guía en nuestras vidas. La luz que nos guía ante la oscuridad de la rabia, la ignorancia y la avidez. Una luz que no fuese luz si fuese solo un opuesto a la oscuridad, sino que es una luz porque va más aya de la luz y la oscuridad. Y una luz que nos indica que afirmar que no existe la separación, no implica que no exista la diversidad. Porque la luz y la oscuridad, la ilusión y el despertar tanto como la vida y la muerte no son lo mismo sino que parte del movimiento universal donde cada fenómeno tiene su lugar y su función.
En el seno de las comunidades indígenas muchas veces aparece la pregunta ¿como poder vivir como indígena en las regiones urbanas, en medio del cemento de los autos y el smog, lejos de la naturaleza sin tener mantener una conexión directa con la tierra donde uno a crecido? ¿Como conservar el idioma y mantener las costumbres y a la vez integrarse en una sociedad competitiva? ¿Como a pesar de todas estas circunstancias levantarse y vivir de manera autentica según el legado de los antepasados? Para muchos indígenas estas son preguntas que les han llevado a volver a las tierras de sus orígenes. Otros han decidido quedarse y adaptarse a las nuevas condiciones de vida con la esperanza que algún día la sociedad que representa a todos, también acepte que todos somos uno pero también que somos diferentes a la vez.
Según la experiencia de Zazen cuando idealizamos alguna circunstancia es porque nos mantenemos en el pasado, cuando sentimos ansiedad es porque estamos en el futuro y solo cuando nos encontramos verdaderamente en el presente es cuando realizamos la paz. Un presente que radia paz en toda dirección. Tanto hacia el norte como al sur, como hacia el pasado y hacia el futuro. Una paz que nos indica que el pasado ya no existe y que las cosas nunca volverán a ser como fueron, pero que también nos demuestra que aun así o justamente por eso no hay nada que bloquee nuestra fuerza de vida porque siempre hay una manera de seguir creciendo. Leve y flexible como una planta que sigue creciendo a pesar de cualquier obstáculo que se le cruza por el camino.
La historia del ser humano es una historia del caer y levantarse, aun así en los ojos del Buda, ante el movimiento universal, no es necesario sufrir.