Si hay una fisura, por pequeña que sea, la Vía queda tan alejada como el cielo de la tierra
Unos de los primeros textos del maestro Dogen posteriores a su viaje a China es el Fukanzazengi. Un texto de central importancia en la escuela Soto dado que a través de el Dogen describe y explica la práctica que le fue transmitida por su maestro Tendo Nyojo. Según la biografía de Dogen la razón por la cual el maestro emprendió su viaje a China fue la pregunta: ¿Por que si todos los seres tienen la naturaleza de Buda, debemos practicar?. Con otras palabras Dogen comprendía las palabras del Buda “Yo y todos los seres hemos alcanzado simultáneamente la iluminación” pero aun así todavía tenía una duda que aclarar. Una duda como la pregunta ¿por qué aun si hemos comprendido que la unidad entre lo interior y lo exterior es la mas alta realidad y todos los seres son parte de la unidad, sigue siendo necesario practicar?
Hoy, desde nuestra perspectiva particular y siguiendo los estudios sobre el origen del bien y del mal llegamos a la conclusión que una posible respuesta a esta pregunta podría ser: Porque aún no sabemos cuando debemos hablar y cuando debemos callar.
Escuchando esta respuesta fácilmente podríamos sacar la conclusión, que nuevamente estamos escuchando un Ismo o un Dogma que nos intenta restringir la libertad. Pues rápidamente podríamos sacar la conclusión que hablar está mal y callar está bien, o que hay alguien o una ley superior que nos quiere indicar que es lo que esta permitido y que no lo está, y la verdad es que así es como se perciben muchas veces las enseñanzas desde la dualidad. Aun así, en el Zen ni el silencio es sagrado solo porque a través de el se pueda expresar directamente la unidad así como tampoco el hablar es un pecado solo porque las categorías limitan lo que no tiene fin.
No, no es eso. No es eso lo que queremos decir cuando decimos “porque aun no sabemos cuando debemos hablar y cuando debemos callar”. Se trata de algo que va más allá del bien y el mal. Volviendo al Fukanzazengi el maestro Dogen dice ya en la introducción:
El camino es, sencillamente, perfecto y todo lo impregna ¿Cómo podría estar condicionado a la práctica o a la iluminación? El Vehículo del Dharma es libre y sin trabas ¿Qué necesidad hay de esforzarse a través de la voluntad? Ciertamente, el cuerpo íntegro va más allá del polvo del mundo ¿Quién puede creer que existen medios para sacudirlo y dejarlo limpio? El Camino nunca se aparta de uno, está donde uno está. ¿Por qué afanarse en pulirlo? Nada está lejos en este preciso lugar. ¿Qué sentido tiene ir a practicar allá o acá? Y, sin embargo, si hay la menor duda, el Camino es tan distante como el cielo de la tierra. Si surge el más pequeño sentimiento de agrado o desagrado, la mente se pierde en la confusión.
Ósea que somos en todo instante la más alta realidad. Una realidad, o un camino, que seamos consciente de ello o no se encuentra siempre debajo de nuestro pies. Un camino que porque esta justamente debajo de nuestros pies no es necesario buscarlo más porque todo lo alberga en este instante este lugar. Pero aun así, muchas veces cuando nos toca decidir si debemos hablar o si debemos callar, la realidad es que no sabemos que hacer: ¿callar para no irrumpir la unidad? ¿hablar para defender la verdad? Dudamos. Y al dudar demostramos que aunque la realidad se encuentre directamente debajo de nuestros pies, aunque nosotros mismos seamos esa realidad, aun no distinguimos que es un sueño y que es la realidad. Y de la misma manera ocurre con los demás sentidos: vemos, oímos, sentimos, olemos pero aun así siempre hay algo que nos hace dudar: ¿vendrá de afuera o seré yo? Así la pregunta que surge es ¿será que dudamos porque todavía hay ahí un observador que distingue entre si y su realidad?
A partir de ahí, volviendo a nuestra conclusión inicial que dice que dudamos porque
aun no sabemos cuando debemos hablar y cuando debemos callar, llegamos a la conclusión que tal vez sea la manera más apropiada para expresar la unidad hablando cuando se tiene que hablar y callando cuando se tiene que callar. Pues cuando se habla porque se tiene que hablar, el hablar no está en contradicción al callar y cuando se calla porque se tiene que callar el callarse no esta en contradicción al hablar. De está manera callar cuando se tiene que callar y el hablar cuando se tiene que hablar se convierten en hechos que van más allá de los sentidos, de la razón, o de nuestra dogma individual. Pues podríamos afirmar que nuestra opinión personal no es más que nuestro dogma individual en el cual nos identificamos con lo que creemos y a partir de ahí creamos y mantenemos conceptos fijos sobre como debiesen ser las cosas por los cuales estamos incluso dispuestos a luchar. Y siempre luchamos de lado de aquellos con las ideas que se alinean con las nuestras ¿será eso casualidad? A lo más tardar llegando a este punto tal vez sea oportuno preguntarnos ¿no será este el momento para volver a la realidad? Quizás nos demos entonces cuenta: no estoy compartiendo, estoy intentando tener a toda costa la razón. Y tal vez sea este el momento en el cual muchos de nosotros despierten al hecho que siempre que juzgamos, criticamos en el fondo estamos intentando imponer nuestra verdad a aquellos que piensan diferente a nosotros. Así muchas veces el compartir se convierte en una especie de lucha en la cual frecuentemente el que habla más alto o habla más, acaba teniendo la razón. ¿Pero es eso así?
La practica de Shikantaza significa volver a la realidad. Abandonamos la actividad mental en plena confianza hacia nuestro cuerpo y volvemos con cuerpo y espíritu a la inmediata realidad que se encuentra bajo nuestros pies. Nos armonizamos con todo a nuestro alrededor hasta que después de algún tiempo la actividad mental nuevamente se manifiesta y nos demuestra porque es necesario practicar. Pues somos seres humanos y tenemos la facultad de pensar y son características del pensamiento apegarse y dudar. Sin embargo, nos guste o no, si aparece la menor duda un abismo se abre entre nosotros y los demás. Entonces para concluir ¿cómo podría depender esto de nuestra conciencia personal? Claro queda de esta manera que lo más importante en nuestra práctica no es tener la razón sino que aprender a hacer lo que se tiene que hacer cuando se tiene que hacer, lo que con otras palabras significa: aprender a callar cuando se tiene que callar y hablar cuando se tiene que hablar.