Sobre el fondo,
Sobre la superficie,
Arena y conchas.
¿Verdaderamente es solo un pequeño secreto el que se revela cuando las turbias aguas se han calmado? Si apenas nos mantenemos. Si casi estamos por entregarnos del todo a la marea. Si la corriente de causa y efecto casi nos sofoca mientras que seguimos preguntándonos ¿soy?, ¿seré? ¿qué he sido?. Mientras que todo a nuestro alrededor casi se desmorona. No, no es algo insignificante, más bien hablamos de un gran obsequio del universo cuando nos referimos al poder ver hasta el fondo de la árida senda, ahí donde todo queda en evidencia. Ahí donde no se distingue la diferencia entre la superficie y lo profundo porque todo es claro, tranquilo y a su manera limpio. Aquí por fin nos encontramos con la verdadera primavera, con la flor que florece incluso en pleno desierto. Me refiero a la comprensión que nos da a entender que aunque siempre habrá los que desearan hacer de la verdad algo banal, una mentira, la verdad siempre seguirá siendo la verdad y la mentira no más que una mentira.
Es cierto, vivimos tiempos complejos. Propongo entonces que en rumbo de vuelta a la claridad vallamos paso a paso. Es necesario, quizás incluso sea hasta urgente pues hoy en día nuevamente se vuelve a sentir la presión que puede ejercer una mayoría regente. La presión que pretende someter a quien piensa o cree diferente. Nuevamente se puede observar como a través de la desaprobación, el ninguneo, la marginación se condiciona nuestra convivencia. De vuelta parecen estar aquellos tiempos en los cuales cada vez se pone más peligroso no adaptar la propia opinión a lo que dicta una autoproclamada mayoría. Tiempos en los que si no te sometes a las reglas de algunos, se cuestiona tu identidad, tu personalidad por lo que si no te adaptas tu salud mental corre peligro. En este sentido, con el propósito de no dar demasiado margen a estas formas que en realidad nos afectan a todas y todos voy a intentar de aclararlo nuevamente: cuando nos negamos a tener que adaptar nuestra identidad a lo que nos intenta forzar una ideología, una creencia o cualquier otra forma de autoridad externa esto no necesariamente acontece porque estemos intentando de propagar una especie de ideología. No necesariamente intentamos de tomarnos la libertad de hacer lo que se nos dé la gana sin considerar los sentimientos y la forma de vivir de otros. Lo que si nos importa es vivir la vida de manera autentica, sin tener que hacer compromisos con la verdad. En sintonía con los demás, sí, como también en harmonía con nuestros propias necesidades e intereses.
En nuestro camino hacia la claridad llegamos aquí a otro de esos malentendidos que suelen enturbiar la convivencia. Hablo del hecho que por su puesto que en el budismo Zen también existen las creencias y los ideales. Constancia de ello lo dejan ya la ética, los preceptos y los valores que propagan los textos tradicionales pero también la claridad misma que en nuestra tradición como tantos otros fenómenos representa la auténtica forma del Dharma. Ahora, me pregunto ¿porque pasa este punto tantas veces desapercibido? Una explicación se puede encontrar en la errónea interpretación del Mushin de Bodhidharma, otra se puede hallar también en las constantes comparaciones a las que recurrimos para poder sostenernos ante una realidad que cambia constantemente. Pero ante la realidad la comparación ya implica una distorsión cual origina la mente que discrimina, la mente que separa y que nos impide ver la verdadera forma de las cosas. ¿A que me refiero? A que absolutamente todas las formas sin distinción alguna contienen en si la verdad completa.
Verdaderamente es solo un pequeño secreto el que se revela cuando las turbias aguas se han calmado? ¿O es que solo te has conformado con vivir comparando las apariencias para sostener la existencia de una identidad ficticia? ¿Por qué lo sé? Simplemente porque dejar de comparar significa también no cargar con lo que no es nuestro. Y no cargar con lo que no es de uno es como liberarse de una carga innecesaria que uno mismo se ha impuesto. Cuando la soltamos nos sentimos aliviados y de alguna manera también más claros y transparentes. ¿Por qué será? Quizás porque sin desear apropiarse de nada, sin querer alcanzar nada es posible encontrarse de repente con que sobre la arena árida de todos los días la verdad ya está aquí porque la claridad existe.