¿Es día?, ¿es noche?
El mar, el sol, el valle.
Viento que sopla.
Entre las nubes pasajeras de la noche no se divisa la luna. En la oscuridad solo una suave brisa se escucha. Hace frio esta noche. Entro. En una esquina hay un anciano sollozando. Me acerco a el y no se como ofrecerle mi consuelo así que me siento y comparto con el su silencio. El veterano nota mi presencia y me pide que diga algo y yo me doy nuevamente cuenta del valor de las palabras pues donde hay palabras también hay vida. Me siento inseguro así que me pongo a contarle sobre lo que yo mismo he escuchado decir sobre el sufrimiento. Que lo que tanto nos cuesta aceptar no viene solo de afuera, si no que también de adentro. Que el sufrimiento viene de no aceptar lo que de si es pasajero, que el sufrimiento es la enfermedad, que es la muerte pero que también es la ignorancia y que esa ignorancia la llevamos encarnada en el cuerpo.
El sufrimiento externo lo podemos observar hoy en día muy bien en la situación de pandemia que el mundo entero está viviendo. Vemos por una parte las victimas y sus familiares, vemos por otra parte las fuerzas de la salud y su sacrificio y por otra parte observamos que el confinamiento nos separa y nos individualiza. Ósea que observamos que hay muchas formas de sufrimiento y que el sufrimiento en su totalidad puede ser visto desde muchas y diversas perspectivas y que estos distintos enfoques incluso ni se contradicen, sino que más bien se complementan. Es como si fueran diferentes fragmentos de una imagen completa. Una imagen que si mantenemos la atención puesta en ella no solo se compone de interminables perspectivas sino que incluso esta cambiando constantemente de forma. Miro desde este punto de vista hacia el confinamiento que a tantas personas hoy en día les afecta y entiendo que uno de esos puntos de vista es que el confinamiento nos aleja de una sociedad mas solidaria si no seguimos insistiendo en poner en cuestión la violencia estructural que lleva implícita el neoliberalismo. Otra es que el miedo colectivo y el estado de sitio representan condiciones ideales para legitimar la estandarización y el autoritarismo. O siendo más claro: para autorizar la distopia. Lo que a la vez nos dice que por nada en el mundo podemos bajar los brazos de la atención frente a lo que está ocurriendo. Y otra perspectiva ante la realidad que vivimos actualmente es que el confinamiento también nos ofrece un espacio en el tiempo. Un momento de suspiro para la naturaleza y con ello también para nosotros mismos. Un intervalo entre el ayer y el mañana que nos posibilita conocernos y comprendernos mejor a nosotros mismos al experimentar el hecho de que lo que nos cuesta aceptar no solo lo viene de afuera, sino que también lo que surge de adentro y que esto es incluso más difícil de percibir al situarse dentro de nosotros mismos. Hablo de los propios condicionamientos. De nuestra imposibilidad de aceptar el hecho que todo cambia constantemente y que vemos expresarse en la superficie a través de sentimientos como la melancolía, la tristeza pero también la ansiedad y hasta incluso la esperanza que aplaza la aceptación a un día quizás mejor pero que aun así es ficticia al encontrarse en un futuro aun inexistente. Que para acceder hasta este punto se requiere un intenso trabajo sobre uno mismo, esta claro pienso para cualquiera ¿pero no seria un valioso aprendizaje? ¿No saldríamos mas reforzados si tras el confinamiento nos hubiésemos dado cuenta de que siempre hay múltiples perspectivas de la realidad y que todos ellas están interconectadas a través de nosotros mismos? Sin hablar de lo que implica hacerse consciente del proceso de construcción de la realidad que acontece a través de los sentidos y que crea la ilusión del tiempo. La visión que separa lo absoluto de lo relativo.
Siendo así, visto desde adentro para afuera, un confinamiento si que representa una oportunidad valiosa para aprender a ser más solidarios. Surge la pregunta a partir de esta conclusión ¿cómo poner esta especie de consideración común en marcha? La propuesta del budismo Zen al respecto es adoptar una posición de no rechazo ni apego en cuanto a lo que ocurre y de esta manera afrontar el presente con todos sus altos y sus bajos. Lo que muchas veces se malinterpreta como una especie de escapismo o de pasividad en cuanto a la realidad que a todos nos encumbre pero que en realidad significa actuar de acuerdo con lo que el momento actual requiere desde una perspectiva más amplia. Desde la aceptación del hecho que la realidad se compone de multiples y variadas perspectivas al mismo tiempo. Desde ahí nos hacemos responsables y actuamos de una forma más sabia. Con otras palabras, el virus no ha venido para reemplazar la razón. No ha venido para aislarnos. No ha venido para enseñarnos que sistema es mejor, si el razonamiento común o la vigilancia absoluta. Todas estas cosas aconteceran solo si nosotros mismos lo permitimos. El virus es ni mas ni menos un fruto de la interminable ley de causa y condición. Es tal como nosotros mismos simplemente una expresión más de la interminable red de la interdependencia y del cambio continuo.
El anciano que mientras yo hablaba me ha estado escuchando ya ha parado de sollozar. No estoy seguro si mis palabras hayan sido mejores que el silencio, pero de alguna manera le parecen haber consolado un instante dado que tras unos momentos de permanecer callado me pregunta: “¿Y Usted que hará durante el confinamiento?” Y yo le respondo: No lo sé, no tengo planes. Le acompañaré aquí hasta que acabe este retiro forzoso”. La oscuridad de la noche le ha hecho espacio a la luz del día. El cielo esta completamente despejado, las nubes se han disipado. Solo el viento que sobre nada se posa y que de esta manera todo lo toca se mantiene, como queriendo recordarme que no existe un telón de fondo separado de la superficie.
Un saludo Taigaku san. Si, entregándonos a este instante con todo lo que tenemos quizás concluyamos incluso que nada resta.
«Es tiempo de entregarse, abrazando lo que aún resta». Tenemos una gran oportunidad de revelarnos en silencio ante nosotros mismos, en beneficio de todos los seres.
Gratitud Meiyo San por compartir más que palabras