CONFORMARSE

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Diferentes son,
El barco y el volcán.
El valor igual.

Según Eduardo Galeano, los verdaderamente pobres son aquellos a que tienen la puerta cerrada. Así lo demuestran los Nadies. Aquellos a los que el escritor llama los Nadies porque no son nadie aunque sean. Los Nadies por que nadie los quiere. Los que ni esperanza tienen. Los que a todo le tienen que decir que si. Los que da lo mismo si son 10, 20, 50 o 1000. Los Nadies. Aquellos para quienes no tiene importancia si la teoría de la dependencia es verdad. Aquellos que no dependen de la sociedad de consumo porque no tienen dinero para consumir. Aquellos tantos para quienes la felicidad es una utopía. Una bonita idea que nunca llegará. Los Nadies, porque no tienen nombre, porque no tienen valor.

¿Pero porque se dice que no tienen valor los nadie? ¿Acaso no nos están facilitando ver hasta donde llega el amor? ¿Acaso no nos están dando una posibilidad más de ampliar el cuerpo de la felicidad desarrollando la sabiduría y la compasión? ¿Acaso no nos están confrontando con el espejo de la verdad otorgándonos así la oportunidad de cuestionar nuestros principios una vez más?

De esta manera lo aparentemente pequeño, lo insignificante, comienza a revelar su verdadero valor despertando nuestra atención en cuanto a todos los tantos aspectos que tiene la realidad y a como se relacionan los fenómenos entre si. Comenzamos a comprender que así como es imposible parar la erupción de un volcán tampoco es factible satisfacer la ansiedad a través del consumo. Que el consumo incluso aumenta la ansiedad y que al incrementarla crece con ella también la dependencia y disminuye la libertad. Algo que se puede comprobar en el derecho a libre expresión, cuando hasta los medios de comunicación se convierten en instrumentos del libre mercado poniéndole precio a la verdad, sugiriendo lo que hay que consumir, lo que hay que pensar, en lo que hay que creer.

Así comenzamos a intuir que no necesariamente sean a los Nadies los que tienen la puerta cerrada ya que el valor de las así llamadas pequeñas cosas no se queda solo en la superficie del mundo material sino que también alcanza nuestro interior. Lo que se va aclarando cada vez más hasta que la convicción disipa las dudas y vamos descubriendo que el valor de absolutamente todas las cosas esta en nuestro interior. Y por que esto es así, porque el valor de todas las cosas esta en nuestro interior, las cosas mas insignificantes exponen con mas claridad nuestro interior. Se puede comprobar con el significado que le damos a las cenizas que arroja al aire un volcán. Mientras para unos estas nubes de cenizas representan una amenaza o incluso es una señal de que el mundo se va a acabar, para otros se trata de un fenómeno normal. En este sentido resulta curioso que justamente para los pueblos originarios del sur, aquellos que según muchos no practican una religión sino que una superstición, la ceniza sea una bendición. Una cura tanto para las plantas como para los bosques que trae nueva fuerza para la tierra y su vegetación.

De esta manera nuevamente nos encontramos con que justamente aquellas pequeñas cosas que frecuentemente menospreciamos en el día a día nos indican el camino más directo hacia nuestra propia emancipación. Nos preguntamos ¿será coincidencia que los miedos y los mecanismos de autodefensa que llevamos en nuestro interior funcionen de la misma manera como todo aquellos fenómenos sociales que reesfuerzan la injusticia aun más?
Una pregunta que nos invita a seguir explorando en la causa del sufrimiento dirigiendo la atención hacia nuestro interior donde las diez mil cosas que aparecen en la mente son todas diferentes aspectos del Yo. Una experiencia que sobretodo da a entender que
la verdadera causa del sufrimiento radica en la no comprensión de que absolutamente todo fenómeno, sea material o no material, interior o exterior es una faceta del Yo. Aquello a lo cual llamamos la fragmentación de la realidad. La división que no casualmente se produce tanto en el mundo interior como en el mundo exterior. Que en la vida en sociedad la encontramos en el dualismo que distingue entre yo y los otros, en superior e inferior como también en la división en países, etnias, religiones, estratos sociales, genero y tantas otras categorías mas. División que en nuestro interior la encontramos cada vez que la mente intenta posarse sobre la realidad. Sea para entenderla, para analizarla, para estudiarla o sea para buscar soluciones que sirvan para desarrollar alternativas y diseñar un futuro mejor. Visiones y utopías que vistas desde el aquí y ahora sobretodo desvían la atención especulando con un momento supuestamente mejor. En este sentido nos preguntamos ¿no significaría entonces discutir o debatir sobre la verdad reesforzar el dualismo aun mas? ¿No implicaría querer alcanzar el Dharma de Buda a través del pensamiento discursivo aumentar la ilusión dentro de la ilusión?

Preguntas que sobretodo exponen que para pasar por la puerta de la verdad hasta el ámbito en el cual los nadie no son nadie porque todas las cosas son el Yo, debemos aprender a conformarnos. Esto porque conformarse según las enseñanzas de Shakyamuni significa en primer lugar, abandonar toda discriminación.

Tal vez sea este un posible sentido de la segunda orientación que encontramos en el Yuikyogyo, el Sutra de las enseñanzas heredadas del Buda. El segundo punto de este Sutra dice así (1):

Segundo: Saberse conformar. (Le llamamos saberse conformar al saber como tratar moderadamente las cosas que ya se tienen).

El Buda dijo: „Monjes si deseáis liberaos de todas las formas del sufrimiento, debéis comprender con claridad como os podéis conformar. La enseñanza sobre el saber como conformarse es el ámbito de la riqueza, de la liberación de preocupaciones y de la paz. Un ser humano que sabe conformarse, sabe vivir feliz y contento aunque tenga que dormir sobre el suelo. Quien no sabe conformarse no esta satisfecho ni aunque viva en un palacio. Aquellos que no saben conformarse, son pobres aunque sean ricos y aquellos que si saben conformarse son ricos aunque tengan muy poco. Quien no sabe conformarse esta siempre sometido a las tentaciones de los cinco sentidos y es mirado con lastima por aquellos que si saben conformarse. A esto se le llama “saber conformarse“.

(1) Según Shobogenzo Hachi dainingaku – Las ocho verdades de una gran persona.

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