Sin discriminar si el sueño es real o no, al fluir con todas las cosas, aparece el verdadero Yo.
La confianza es buena, el control es mejor. Hoy en día este dicho que originalmente proviene del ámbito cultural anglo saxon parece dominar la vida social. Así lo confirman las noticias a diario que nos relatan cómo se lee y se manipula nuestra correspondencia, como se controla el flujo de información a través de los diversos medios de comunicación y se utilizan nuestros datos sin nuestro consentimiento. Nos podríamos preguntar de donde viene este afán de control que si no ponemos atención comenzamos a aceptarlo como si fuese algo normal. ¿Vendrá del intento de utilizar nuestra información con el fin de optimizar el comercio? ¿Será porque hay necesidad de aumentar la seguridad? ¿O será simplemente que se utilizan nuestros datos para intimidar y poder estabilizar el poder? Sea cual sea la opinión que tengamos en cuanto a todo este proceso de control, sea que el control nos resulte indiferente conscientes de que en un mundo donde todo cambia constantemente el afán por el control es una ilusión, o sea que optemos por no desistir del derecho a vivir auto determinadamente y decidamos oponernos al control, o sea incluso que lleguemos a aceptar el control porque nos decimos que más control aporta más seguridad, nuestra posición en cuanto al control expone la confianza que tenemos en el Yo.
Así el control es también un aspecto importante en la práctica de Shikantaza. Un aspecto que muchas veces lo encontramos al principio de nuestra práctica de meditación cuando todos nuestros esfuerzos se dirigen a controlar aquel mono del pensamiento que salta del árbol de los deseos al árbol del recuerdo detrás de toda fruta que aparece apetecible por ahí. Pero hay que tener claro que este tipo de concentración que implica control es solo el comienzo y cuando alcanzamos en cierta medida un cierto control sobre nuestro cuerpo y la actividad mental el siguiente paso es soltar. Entonces ¿qué sucede si de prejuicios como “un budista no come carne”; “un budista no toma alcohol”; “un budista cree en la reencarnación” se hace una ley? Una ley a través de la cual se intenta implementar el control? No solo que le estemos intentando imponer a otros nuestra ilusión sino que sin darnos cuenta nos estamos privando a nosotros mismos de hacer nuestro sueño realidad. Simplemente por el hecho de que cuando la actividad vital consiste en soltar cualquier formación mental, llámese esta moral, ética o control, todo se convierte en aquello que nos impide escuchar las montañas y las nubes cuando hablan entre sí. Y que quede claro que la montaña azul jamás ha dicho ni jamás dirá: “No debes comer carne”. “No debes tomar alcohol”. O “debes creer en la reencarnación”.
De esta manera un sueño puede significar mucho más que crear cosas que no son, pues al soltar el control manteniendo el espíritu abierto y receptivo hacia este instante lo que en realidad ocurre es que comenzamos a aprender a asómbranos y a saber apreciar. Un asombro en el cual todo instante y toda cosa se convierte en una joya porque todas las cosas enseñan la verdad.
Ya hemos hablado sobre el hecho que se trata de un malentendido si creemos que el aspirar a hacer realidad nuestro sueño se contradiga con la práctica budista de ir más allá de la actividad mental, pues hacer un sueño realidad es muy diferente a ser iluso. Ser iluso entendido como el distanciarse de este instante proyectando hacia el futuro creando una estrategia para alcanzar lo que soñamos. Pues al proyectar hacia el futuro nuevamente nos encontramos corriendo y buscando haciendo de nuestro sueño una ilusión en vez de saborear lo que la vida nos trae.
Llegando a este punto nos preguntamos ¿de dónde viene entonces esta tendencia nuestra de querer controlar?, ¿sera del miedo a soltar?. Hay practicantes que llegan así a la conclusión que los sueños se desvanecen con los miedos y sugieren que hay que volar más alto que los miedos y que para hacer realidad un sueño se requiere valentía. Pero lo que nos dicen estas frases a partir de la práctica de Shikantaza es que hay ahí todavía algo que aún no hemos podido soltar. Todavía hay ahí algo que nos dice que se requiere algo especial como la valentía para hacer el sueño realidad. Y esto a la vez nos dice que aun no hemos dejado de correr detrás de nuestra ilusión y que lamentablemente aún no hemos comprendido una de las enseñanzas más importantes del Zen pues la práctica jamás está separada de la realidad. La enseñanza que nos recuerda que la práctica y la iluminación son no-dos.
Pues al ser la práctica y la iluminación no-dos, la práctica no tiene comienzo y la experiencia original ya existe en el estado sin intención. O con otras palabras ya con el simple hecho de sentarnos en zazen ya estamos haciendo nuestro sueño realidad. Así cuando soltamos el control, cuando soltamos toda intención, lo que antes a lo mejor era un ideal en este mismo instante se convierte en realidad. Ósea que más que valentía lo que se requiere es confianza en el Yo. Un Yo que se manifiesta cuando hacemos lo que tenemos que hacer siguiendo el flujo natural de las cosas, sin discriminar si el sueño es real o no. Así, a partir de la práctica de Shikantaza llegamos a la conclusión que el control puede ser de ayuda si lo empleamos con atención pero en todo caso la confianza es mejor si a lo que aspiramos es hacer nuestro sueño realidad.