Quita las bendas
de un instante al otro
la confianza
Así como hemos visto a través del caso 89 de la colección de 300 Koanes del maestro Dogen – Eihei Shinji – expuesto en las ultimas dos entradas, fácilmente podemos caer en el error de interpretar la relación entre el maestro y el discípulo como una relación de autoridad en vez de ver la confianza que une a estos dos.
Desde esta conclusión llegamos a la pregunta ¿qué es lo que nos hace ver primero la competencia y recién mucho después la cooperación? ¿Qué es lo que nos impide confiar? ¿Será porque llevamos la competencia impregnada en nuestro ADN? ¿O será que la formación que hemos pasado siempre a estado basada en la competición y por eso nos cuesta ver primero la cooperación? Como quiera que se responda a estas preguntas, una vez más llegamos a la conclusión que vemos solo aquello que el horizonte de nuestra mente nos permite ver. Lo que no esta ni bien ni mal pero que por otra parte claramente nos indica que el hecho que si hay algo que desconocemos esto no significa que no haya algo más allá. Pues que el monje no sepa expresar la unidad, no significa que este en todo instante no esté ya representando la unidad entre lo material y lo espiritual.
Pues el maestro le pide al monje que exprese su comprensión preguntándole:
“No deberías rechazar este sitio ni deberías apegarte a este otro”. ¿Que piensas tu al respecto?
Y a esto el Jisha, tal vez consciente de la insuficiencia de su propia comprensión responde:
Confío completamente en tu comprensión.
Una respuesta que al maestro no deja valer pues el Jisha había de exponer su propia comprensión. Debía dejar el miedo a errar o fracasar atrás y con ello la creencia que solo existe la alternativa entre ser un ganador o un perdedor. Y debía dejar atrás todo preconcepto incluso sabiendo que hiciese lo que hiciese toda respuesta sería un error. Ante dicha situación el monje le responde a su maestro exponiendo su propia visión sobre el caso dando algunos pasos desde el oeste al este para después quedarse parado. Un hecho que el maestro corresponde a la vez ayudándole a su secretario a ver el error en su comprensión. Un detalle que no lo es pues bien que el maestro podría haberse quedado callado dejando al discípulo que con el tiempo y a través de la practica por si mismo se diese cuenta de su error. Pero el maestro no se calla. No se calla sino que al observar la disponibilidad de su discípulo que a pesar de ser consciente de su insuficiencia sin dudar expone su comprensión, ve claramente que el discípulo está preparado y que ha llegado el momento para instruirle y ayudarle a ver más allá, diciéndole:
Tu solo haz rechazado un lugar pero sigues apegándote a este otro.
Ósea que es sobretodo la disponibilidad libre de apego y de rechazo de su discípulo, aquello que en nuestra práctica podríamos llamar confianza, lo que al maestro le indica que ha llegado el momento para ayudarle a su secretario a trascender la mente dual que distingue entre aquí y allá.
La pregunta que surge llegando a este punto es ¿de donde nace esta disponibilidad del discípulo que le permite superar su error inicial? ¿Será lo que motiva al monje el resultado de una especie de juego competitivo parecido a aquel que conocemos de la educación convencional. Aquella educación que fomenta la competitividad y que sostiene así la creencia que nuestra existencia consiste en una constante guerra con nuestra naturaleza original porque el hombre en el fondo es un lobo para el hombre y por eso debe temerle a su libertad?
Nosotros preferimos confiar en que la confianza del monje nace de la mente que no se posa en ningún fenómeno mental. En la mente que se mantiene despierta y atenta y que fomenta así la emancipación en cuanto a todo aquello que conceptualiza y que nos intenta inculcar que lo que pensamos es la realidad. Confiamos en que es la mente de Zazen lo que ayuda al monje a actuar correctamente dentro del error y lo que le ayuda a convertir aquello que en primer instancia se demostraba como una dificultad en una oportunidad para más para ir más allá de la dualidad. Ósea que incluso podemos sostener que el monje al confiarle a su maestro y a la naturaleza original de su propia mente se encuentra con su fuerza vital. Aquella fuerza que no distingue entre perdedor o ganador porque cuando simplemente se hace lo que hay que hacer no queda espacio para juzgar y así supera el miedo que le decía que solo existe la opción entre ser una fiera o la sumisión. La fuerza vital que ausente de apego o rechazo, no requiere competir o compararse con nada y que ve incluso en toda dificultad una oportunidad para moverse en libertad dentro de la unidad. La unidad que se puede describir como un proceso emancipatorio lleno de creatividad y de cooperación que alberga a todos los seres y cosas que nuestra mente puede alcanzar.
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