Agua y piedras,
En rumbio hacia el mar,
Fluyen sin parar.
Algunas veces es solo un sonido, una impresión, un sentimiento. Otras veces es una palabra, algo que acontece, una frase que nos hace recapacitar. Una frase como: „Despertemos, despertemos humanidad, ya no hay tiempo, nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción” Un momento que tiene la fuerza para hacernos desacelerar o incluso cambiar de rumbo y que siempre acontece de manera especial. Esto vale tanto en lo personal pero también para toda la humanidad. El despertar. Puede llegar a tiempo para reencontrarnos con la plenitud pero también puede llegar cuando lo único que queda es el remordimiento y el rendimiento final a la ultima aceptación. Aun así, visto desde lo eterno, todo es solo un movimiento fugaz, una gota de agua que se mueve con el eterno río de causa y condición. Aunque lo lamentemos, aunque nos duela, una flor que se marchita es una flor que sigue su proceso de transformación. Sin un antes ni un después.
Ósea que la transformación acontece en todo instante seamos consciente de ello o no. La constante transformación es una característica inmutable de la impermanencia, de todo lo que acontece, es la característica del ser. Así, la vida podría ser comparada con las aguas de un río que se mueven cuesta abajo para desembocar algún día en el mar. En un río el agua siempre se encuentra en un proceso de movimiento y de transformación. Aun así hay diferentes factores que influyen sobre la velocidad de la corriente. La cuesta de las montaña como también los obstáculos con los que el río se topa en rumbo al mar. Obstáculos que así como aceleran la corriente también pueden tener el don de acelerar el proceso de transformación. Nos comenzamos a dar cuenta de todo lo que puede significar fluir. Fluir significa en primer lugar movimiento y dejarse llevar. Significa aceptación. Ni acomodarse, ni resignación ni pasividad, sino que simplemente fluir. Fluye el agua y fluyen las piedras tambien. Momentos que así desde la fluidez nos aclaran también que es lo que nos hace sufrir. Que nos dan a comprender que los conflictos y obstáculos que observamos en el exterior tienen una asombrosa similitud con los conflictos en nuestro interior. Que nos demuestran que los conflictos en nuestro interior son fruto de nuestras propias contradicciones y que estas paradojas nacen en el momento en el que deseamos algo que no coincide con la mas inmediata realidad.
Desde la liquidez podemos apreciar así que es nuestra postura frente a la transformación lo que caracteriza nuestra existencia. Una visión que tal vez nos de a comprender que una ostra no sufre por aquello que le lastima. Un molusco, una concha simplemente se comporta de acuerdo a las circunstancias naturales que se van dando de instante a instante, produciendo tantas capas de nácar como sean necesarias hasta que la partícula de arena que le hacia daño se convierta en una perla. Ósea que el dolor no necesariamente significa sufrir. Conclusión que al aceptar hasta lo mas profundo de nuestro interior nos posibilite descubrir que para una ostra, una perla no tiene ni mas ni menos valor que un grano de arena. Todo esto porque un molusco no conoce un antes y después. Al igual que el agua de un río que fluye al rededor de una roca. Al seguir fluyendo incluso tal vez comprendamos que en realidad ni se puede afirmar que una roca sea un obstáculo para el agua. La roca y el agua son los elementos que constituyen el río.
Desde esta perspectiva apreciamos que despertar en realidad significa sanar. Las llamas de la casa en llamas que cuenta el Sutra del loto son llamas que queman los obstáculos, las contradicciones, que queman todo aquello que somos a este lado de la dualidad. Nos encontramos con quienes somos de verdad, con un ser que existe en sus características particulares pero en simbiosis con las características de todos los demás fenómenos. Todos somos surgidos de la tierra, el agua y el maíz. Una conclusión que nos conduce a la pregunta final sobre que es el despertar. Desde la perspectiva de un río, desde la fluidez, nada fijo se puede apreciar aun así la respuesta se manifiesta en todo instante. ¿Esta bien dar la vida por un río, por la humanidad, por este planeta? Nos negamos a dar una respuesta. Simplemente porque la respuesta depende do lo que cada cual entienda bajo la vida, un río, sobre lo que es la humanidad, lo que es este planeta. Lo que si podemos decir es que, como lo afirmaba Umberto Eco, el cuidado de la libertad es una tarea sin fin. Una tarea que nos exige una y otra vez desenmascarar el autoritarismo donde podamos y donde sea. Y así como lo hemos visto anteriormente el autoritarismo existe solo si esta presente también en nuestro interior. Al dejar de fluir, al resignar, al querer acomodarnos o al intentar de imponer una verdad por medio de la instrumentalización de la autoridad.
„Despertemos, despertemos humanidad, ya no hay tiempo o nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción”. Algunas veces el despertar ha sido interpretado como un despertar a la absoluta verdad. ¿Pero que sería de la ultima verdad si no contemplase en si el constante proceso de transformación que caracteriza la impermanencia y su fluidez? Solo el reflejo de nuestra ilusión. Una flor artificial. Como todas flores también sin un antes ni un después, pero aun así desprovista del aroma de la eterna primavera que nadie jamas podrá parar. Definitivamente es hora de dejar de solo contemplar nuestra propia autodestrucción. Es hora de remover todas esas formas de conducta tanto en nosotros como en la sociedad que usan la diferencia cultural para apartar, para desterrar o para eternamente silenciar.
Definitivamente es hora de despertar.