¿Dónde están nuestros rosados rostros de ayer? Si les buscamos, sabemos que han desaparecido sin dejar rastro alguno – Eihei Dogen
En la antigua Grecia el destino era una fuerza superior representada por la diosa Anake, a la que no solo los humanos tenían que sometérsele sino que también los mismos dioses. Esta todopoderosa fuerza del destino esta relatada en muchas leyendas de la antigüedad que cuentan sobre la inutilidad de tratar de cambiar el destino, dado que si el destino era predicho correctamente, lo que no siempre era posible dado que todo tiene una causa y no es posible conocer todas las causas para enlazarlas entre si, no había escapatoria. Hecho que demuestra la famosa historia de Edipo.
Hoy en día el tema destino sigue manteniendo un fuerte poder evocador, habiendo múltiples razones que explican su poder seductor así como lo demuestra la popularidad de los horóscopos y otros oráculos modernos. Una seducción que puede llegar a absorber completamente la libertad individual si no se tiene una visión clara sobre la ley de causa y condición que dice que los frutos del karma se recogen en forma de felicidad o de desgracia según la naturaleza de los actos cometidos. Ósea que no siempre es fácil mantener la visión clara en cuanto a nuestro futuro y esto lo comprueba el hecho que muchas veces tenemos la impresión que las cosas nos ocurren por casualidad. Así como ocurre frecuentemente en el amor o en otras relaciones, muchas veces pensamos que hemos tenido un encuentro con alguien en una determinada etapa de nuestras vidas sin haber contribuido en nada para que las cosas sean tal cual son en este momento. Pensamos que es la casualidad o el destino lo que nos ha conducido hasta aquí. Que nuestra gracia o desgracia se debe al destino ¿Pero es esto así? Una pregunta que se responde por si sola si observa el poder de las profecías autocumplidas: entre más letreros de prohibición, más infractores habrá y más infractores requieren más letreros de prohibición. Lo mismo ocurre a nivel internacional: entre más se sienta una nación amenazada en su integridad por una nación vecina, más intentara de reforzar su aparato militar lo que lleva a la nación vecina a preocuparse a la vez y a reforzar también su armamento militar. Así que la guerra que ha venido siendo anunciada de hace tiempo estalle, es solo cosa de tiempo. Afortunadamente practicar el Budismo significa practicar la paz. La paz que comienza por el propio “yo” al cuestionarnos quien es este “yo”. Y al cuestionar nuestra verdadera identidad llegamos a encontrar nuestras propias respuestas a preguntas como ¿qué seria del destino o de las profecías autocumplidas si no nos apegasemos a los recuerdos? El maestro Dogen dice:
“¿Quién soy yo? ¡Yo soy el que pregunta “quien”!”. Detrás de estas palabras esta la comprensión de que si todo, absolutamente todo, no hubiese acontecido así como ha acontecido hoy no podría estar aquí preguntándome quién o que es mi verdadero “Yo”.
En el capitulo Inmo del Shobogenzo (1) el maestro Dogen, comenta la frase del maestro Ungo Doyo “Para alcanzarlo debes convertirte en „Eso“ pero, si ya lo eres, ¿por qué te inquietas?“ de la siguiente manera:
“Ósea que los seres que desean alcanzar “Eso” tienen que ser ellos mismos “Eso”. Dado que ya lo son, uno se cuestiona, ¿por qué debiesen preocuparse ellos de alcanzar “Eso”. Esta expresión tiene el siguiente sentido: cuando experimentáis el gran despertar directamente, se utiliza la palabra “Eso”. Todo el universo en la diez direcciones es solo un pequeño espacio de este gran despertar. Puede incluso ser que el despertar incluso sobrepase todo el universo. Nosotros mismos somos los instrumentos en este universo de las diez direcciones. ¿De donde sabemos que “Eso” existe? Lo sabemos porque nuestro cuerpo y nuestro espíritu lo manifiestan en todo el mundo, pero no somos ni el cuerpo ni el espíritu. Ni siquiera el cuerpo nos pertenece, porque su vida vuela rápidamente como un flecha y nosotros no podemos pararle ni un solo instante. ¿Dónde están nuestros rosados rostros de ayer? Si les buscamos, sabemos que han desaparecido sin dejar rastro alguno. Pensándolo bien queda claro que hay incontables cosas del pasado a cuales jamás les volveremos a reencontrar. Tampoco el espíritu puro no esta tranquilo, el va y viene de instante a instante. Aunque exista esta pureza, ella no se alberga en el espacio del “Yo” personal. Y aunque esto sea así, hay algo que despierta súbitamente y sin razón reconocible el espíritu de Bodhi. Cuando este espíritu aparece, dejamos los “jueguitos” y queremos escuchar lo que nunca hemos escuchado, y experimentar lo que nunca hemos experimentado. Esto no se debe solo a nuestra voluntad. Deberías reconocer que porque eso es así, porque ahora mismo sois una persona que lo es. ¿Por qué sabéis que lo sois? Lo sabéis porque ansiáis alcanzar “Eso”. Vosotros ya tenéis la cara y los ojos de una persona que es “Eso”. Por eso no deberíais tener preocupación de alcanzar aquello que ya esta presente que es “Eso”. Dado que la preocupación también es “Eso”, no puede haber preocupación. Además no debieseis estar sorprendidos si “Eso” existe de esta manera. Incluso si estáis sorprendidos en cuanto a “Eso” y dudáis, vuestra duda y vuestro asombro también son “Eso”. Porque hay algo sobre lo que no deberíais estar sorprendidos. Ese algo no lo podéis alcanzar con el pensar de los Budas, ni con el pensar de vuestro espíritu, ni con el pensar del mundo del Dharma, incluso tampoco con el pensar de todo el universo. Este “Eso” solo se puede expresar de la siguiente manera: “Dado que ya sois una persona que es “Eso” surge la pregunta porque habría de preocuparse de alcanzar “Eso”. Por esta razón podrían ser “Eso” los sonidos y las formas de la realidad, el cuerpo y el espíritu de la realidad y todos los Budas de la realidad”.
(1) Eihei Dogen – Shobogenzo, Inmo.
Foto: A. Hollinek