DILIGENCIA

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Vivas o muertas,
Flores que en un jarrón,
No pierden olor.

Cuando por alguna incasual casualidad, llegamos a encontrarnos con las ultimas enseñanzas del Buda, es inevitable no ser tocado por un sentimiento de profunda gratitud. Es imposible no sentir su sabiduría y su compasión. Es como encontrarse con una flor que con su sutil suavidad y ardua flexibilidad, nos esta demostrando que muchas veces es solo nuestra dependencia de lo que llamamos exterior, lo que nos distancia de nuestra naturaleza original. Es como mirar en el espejo de la verdad, ahí donde la verdad no es otra cosa que el pálpito de nuestro propio corazón y reconocer con claridad lo que hay detrás de toda ideología y más allá de cualquier interés. Así, ¿cómo no sentir la compasión del Buda que con sus ultimas palabras no esta indicando que más allá de todo dualismo, aunque todo no sea más que un constante ir y venir dentro de la incesante corriente de causa y condición, aun así hay situaciones que son propicias en cuanto a la vía que conduce a ser quienes somos de verdad y que hay otras situaciones que no lo son?

Algo que confirman las ultimas enseñanzas del Buda con toda palabra y que en el cuarto punto dicen así:

Cuarto: esforzarse con máxima diligencia (al esfuerzo con la máxima diligencia y sin cesar en cometer buenos actos a eso le llamamos esforzarse con máxima diligencia. Por eso esfuércense en ir hacia adelante y no hacia atrás)

El Buda dijo: Si vosotros monjes os esmeráis con la mayor diligencia, no hay nada que pueda provocaros dificultades. Por eso deberíais esforzaros con la máxima diligencia. Incluso una pequeña gota de agua puede perforar un hueco profundo, si gotea continuamente sobre una piedra. Si el espíritu del practicante no es diligente y deja de esforzarse es como alguien que intenta encender un fuego frotando dos pedazos de madera; si deja de frotar antes de que la madera se haya calentado, por más que lo desee el fuego jamás encenderá. A esto se le llama esforzarse con la mayor diligencia.

Una enseñanza que una vez más nos demuestra que es imposible adelantarse a la verdad. Que no define con certeza lo significa esforzarse con la mayor diligencia y que así nos devuelve a la soledad. Donde debemos encontrar por nosotros mismos nuestra propia verdad. Que nos lleva hasta ahí donde nos encontramos con nosotros mismos, que en la practica del Zen es Zazen. El solo sentarse – Shikantaza – donde no hay apoyos o ayudas, donde no nos concentramos en algo especial, donde simplemente dejamos pasar todo pensamiento una y otra vez y con ello toda interpretación de la realidad. Donde la mente se encuentra libre de toda compulsión. Donde somos testigos del constante ir y venir. La práctica a la cual si le asumamos la perseverancia y la diligencia irrevocablemente nos conduce hasta el punto donde comenzamos a comprender nuestro karma personal. Que es el lugar donde el sufrimiento se manifiesta y también donde puede acabar. El lugar que nos da a comprender porque estas ultimas enseñanzas del Buda son más que consejo, una luz en momentos de oscuridad. La oscuridad que acontece cuando un manto de nubes nocturnas envuelven la luna y privan nuestros ojos de la estrellas y su luminosidad. La oscuridad del sufrimiento que podemos observar tanto en nuestro interior como en nuestro exterior.

En nuestro interior cuando creemos haber comprendido algo y a partir de ahí juzgamos a otros o banalizamos una enseñanza tal vez sin querer. Lo que ocurre cuando pensamos que las enseñanzas del Buda se limitan a aprender a actuar de manera saludable en momentos de estrés. La oscuridad que se manifiesta cuando intentamos de hacer una medicina de un veneno que no tiene cura. O también cuando intentamos de convencer a alguien de una verdad. Y la oscuridad que vemos también en lo exterior. Cuando observamos que ya el titulo de una noticia está insinuando su interpretación. Cuando vemos que una noticia se convierte en noticia, no porque sea de interés general sino porque hay otros intereses concretos detrás. O cuando vemos la doble moral que caracteriza nuestra sociedad. La doble moral que se expresa cada vez que se distorsiona la verdad en nombre de la verdad. Cada vez que se justifica la agresión o la exclusión en nombre del amor. Que vemos cuando la ley favorece a quien esta más cerca del poder. La doble moral que también lleva en si integrada un mecanismo de autojustificación. Por una parte platicando el derecho a la libertad de religión y expresión y por otra parte asegurándose activamente en mantener su influencia sobre el poder y los medios de comunicación. Por una parte platicando la comprensión y por otra parte canalizando la aversión hacia aquellos que no pertenecen a “nosotros”, para después aclamar que a los que hacen el mal no hay quien les pueda controlar. La doble moral que encontramos incluso en el núcleo familiar. Cuando unos no respetan a los otros provocando intencionadamente la división familiar.

Un punto en el cual el sufrimiento muestra su cara mas irracional. Donde más nos hace sufrir. Pero que a la vez es también el sitio donde toda angustia puede acabar. Lo que frecuentemente sucede cuando vamos más allá del interior y el exterior. Más allá de cualquier fragmentación hasta el punto de comenzar a volvernos transparentes en cuanto al ir y venir. Hasta que incluso la doble moral a través de la práctica diligente, nos comienza a otorgar una posibilidad para seguir creciendo al descubrir que detrás de toda moral como de toda ideología en ultima instancia lo que encontramos no es otra cosa que nuestro propio temor. La diligencia en la práctica que de esta manera nos guía incluso a través del miedo trascendiendo el apego o el desapego llevándonos a dar los primeros pasos hacia quienes somos de verdad. Que nos conduce hasta la comprensión de que así como hay situaciones que son propicias para la vía que conduce a ser quienes somos de verdad también hay otras situaciones que no lo son. La diligencia en la práctica que de esta manera nos lleva hasta el sitio donde aprendemos que más allá de la distinción entre la luz y oscuridad absolutamente todo contiene su propia luz. Tanto una simple flor como también la doble moral.

Así, al encontrarnos con estas ultimas enseñanzas del Buda ¿cómo sería posible no sentir su sabiduría y su compasión?

Nota: este blog se financia gracias a donaciones. Su aporte nos ayuda a continuar con nuestra labor. Gassho

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