Con su clara voz
el silencio del valle
todo lo toca
Según el budismo Zen, si lo que queremos es ayudar a aliviar el sufrimiento de todos los que sufren, el primer paso que debemos dar es comprender que es la realidad. La realidad que expresa la unidad de lo interior y lo exterior y que nos enseña que en todo instante vivimos y construimos la realidad. La realidad que nos demuestra así que si dirigimos nuestra atención exclusivamente hacia el exterior estamos viendo solo parcialmente la verdad. Pues nada separa lo interior de lo exterior y todo lo que encontramos fuera de nosotros tiene también su correspondencia en nuestro interior.
Así visto desde la unidad, podemos observar que distinguimos entre afuera y adentro porque experimentamos la realidad a través de nuestros sentidos. A partir de estos interpretamos lo que percibimos, lo codificamos, lo comunicamos pero también lo distorsionamos, ya por el simple hecho que lo que hace un momento era la verdad en este mismo instante ya no lo es. Lo que nos da a entender que la realidad es un estado de la mente que no da ningún margen para la especulación. Desde ahí, desde donde no existe ni el más mínimo margen entre nosotros y el mundo en el que vivimos vemos claramente que todos aquellos conceptos, opiniones, recuerdos y atributos que estamos transportando son justamente aquello que crea distancia entre nosotros y la realidad. Lo que crea distancia entre nosotros y nuestra naturaleza original a pesar de que todo instante seamos la autentica naturaleza original. Una distancia que percibimos como real, que crea separación y que nos impide ver incluso que el sufrimiento de todos los seres y cosas es nuestro sufrimiento también. La distancia que nos impide sentir el dolor de los animales como nuestro propio dolor, que no nos permite ver la injusticia que estamos comentiendo y que nos imposibilita comprender que si destruimos la naturaleza nos estamos destruyendo a nosotros mismos también. Y la distancia que no se limita solo al mundo exterior pues si observamos con atención esta se manifiesta siempre tambien en nuestro interior. Especialmente cuando rechazamos algo y nos apegamos a lo otro. Por ejemplo cuando nos obligamos a través de la fuerza de voluntad o la moral a adoptar un comportamiento que en realidad va contra nuestra naturaleza original. Cuando desistimos de hacer algo de lo cual en realidad estamos convencidos que lo deberíamos hacer y no lo hacemos obedeciendo a algún concepto moral.
Llegando aquí la pregunta que podría surgir es ¿si aún no hemos tomado contacto con nuestra original, que es lo que nos indica el camino a escoger? Y es aquí es donde aparece en nuestra práctica de Shikantaza la confianza que nos dice: en todo instante, nos guste o no, lo creamos o no, somos la naturaleza original. Los problemas entre lo exterior y lo interior surgen porque aun no hemos desarrollado la confianza en la unidad. Lo primero que debemos procurar entonces en nuestra práctica del Zen es dirigirnos en la dirección correcta. ¿Pero cuál será la dirección correcta en una práctica en la cual la verdad está siempre debajo de nuestros pies? Tal vez el abandono del rechazo y del apego sea una opción. Pues cuando adoptamos el abandono del rechazo y el apego como nuestra conducta mental con el tiempo naturalmente vamos comprendiendo que los atributos o los atributos humanos que le damos a los animales crean distancia entre nosotros y el mundo animal y que esta distancia es la misma distancia que llevamos dentro de nosotros y que mantenemos entre nosotros y quienes somos de verdad. Una comprensión muy importante acerca del mundo interior y el mundo exterior pues sin ella no es de sorprender que muchas veces hasta de la empatía por los animales y el vegetarianismo hacemos conceptos que crean separación. Lo mismo que ocurre siempre cuando nuestra mente está dirigida exclusivamente hacía el mundo exterior.
Muchas veces desde nuestra empatía por los animales y porque la evolución del medio ambiente lo requiere deseamos interferir en la realidad y ayudar. En si una intención muy noble y valiosa pero que tal vez, tomando en cuenta la distancia que nos separa de nuestra naturaleza original, sea conveniente ser revisada sobre todo si queremos impedir seguir promoviendo aquel verticalismo que creemos observar en la sociedad. Así las pregunta que aparece es ¿será posible ayudar de verdad si no somos conscientes de la distancia que existe entre nosotros y nuestra naturaleza original? Una distancia que se expresa a nivel social a través de la instituciones y organismos que anteponen el beneficio material o el poder al balance y la verdad. Y una distancia que se expresa también en nuestro interior. Por ejemplo a través de la relación distorsionada que llevamos con el mundo animal pero en realidad siempre que intentamos de hacer de la realidad un objeto que se puede agarrar o poseer. Así la pregunta que aparece es ¿si lo que queremos es ayudar de verdad, no será el primer paso que debemos dar, la experiencia la unidad? La experiencia a través de la cual superamos toda distancia que existe entre nosotros y todos los fenómenos, seres y cosas tanto del interior como del exterior.
Según el budismo Zen, si lo que queremos es ayudar a aliviar el sufrimiento de todos los que sufren, el primer paso que debemos dar es experimentar el hecho que la realidad más allá del dualismo significa unidad. La unidad de lo interior y lo exterior que es a la vez la unidad entre todas las cosas, todos los seres y el Yo.
Nota:
Querid@s amig@as, además nos es un placer informarles que entre el 11 al 14 de julio se llevará a cabo un retiro de 3 días – sesshin – en Chile que será dirigida por el superior de la escuela Soto en America Latina, Dosho Saikawa Roshi. Desde ya están todos invitados. Sobre el lugar y los demás detalles les iremos informando es los próximos posts. En Gassho, Meiyo.
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