OTRA VEZ LA DUALIDAD

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En su reflejo,
La caña se pierde,
Al atardecer

Cuando introducimos nuestra atención hacia el interior, cuando nos encontramos solos ante nosotros en la soledad, todo lo que antes creíamos exterior a nosotros comienza a volver a nuestro interior. Como olas que vuelven a reencontrarse con el mar, como la luna que vuelve a esconderse detrás de una nube fugaz, o como el grito lejano de un animal nocturno que irrumpe en la noche y que vuelve a la oscuridad. Desde ahí, desde esa experiencia que surge desde nuestra naturaleza original, desde ese retorno de lo exterior a lo interior, comprendemos que si percibíamos algo externo a nosotros y ahora lo externo lo podemos encontrar también en nuestro exterior, es porque antes existía una separación en nuestra manera de percibir la realidad. La separación a la cual en el Buda Dharma llamamos dualidad.

Ósea que es justamente el giro en el enfoque de nuestra atención desde lo exterior hacia lo interior lo que trae suficiente luz como para reconocer que si antes percibíamos cualquier fenómeno externo a nosotros era debido a la dualidad. Para muchos de nosotros frecuentemente toda una revelación. Un momento de sorpresa al darnos por vez primera cuenta que aquello que nuestros sentidos y nuestra conciencia nos dicen no siempre coincide con la realidad. Y menos aun con la verdad. Una revelación que así no siempre nos agrada experimentar, que no todos de nosotros soportamos ver y que a muchos de nosotros nos trae inseguridad. Pues no solo cuestiona los valores que hemos heredado, el bien y el mal, si no que sobretodo nos repite en voz alta una y otra vez, que en realidad la seguridad es una ilusión ya que todo lo que creíamos que era, jamás lo fue, no lo es, y que tal vez jamás lo será. Un punto del cual como una tempestad al amanecer se desatan tantas conclusiones y dudas más en nuestro interior. Donde lo que mas sacude tal vez ni sea lo que ya sucedió o lo que está por pasar, sino que el reconocer que no hay nada que nos pueda refugiar ante la dualidad, simplemente por es una característica de la dualidad que ni a nuestros pensamientos les podamos confiar.

Pues si observamos cualquier fenómeno como externo a nosotros, incluso la libertad, la paz, el amor, la autonomía o la unidad se convierten en objetos de la dualidad. Aun así muchas veces creemos saber que es la paz, el amor o la libertad. Decimos el amor tiene que ser incondicional para ser amor, la paz tiene que existir tanto en mi como en los demás y la libertad es poder escoger ¿pero puede una ola negarse a volver al mar? ¿distingue una hoja acaso por si misma en que sitio va a caer? ¿o escoge la tempestad si viene por el día, por la tarde o al anochecer? Claro queda así nuevamente que hay muchos casos en los cuales de nada sirve saber.

Llegando a este punto tal vez nos preguntemos ¿qué hacer? ¿debemos tomar distancia o incluso abandonar porque no nos gusta lo que vemos más allá de la dualidad? ¿Debemos separarnos de aquello que nos daña porque no es algo que podemos controlar? Preguntas a las que solo puede responder quien ha dado un paso más allá. Tal vez descubramos así que quien da un paso atrás, tal vez lo haga porque el momento no ha sido el oportuno aun, si es que existe algo así. Visto de esta manera algunas veces hay que dar un paso atrás antes de poder avanzar. Pero quizás también nos decidamos a seguir caminando sobre la eterna inseguridad. Y tal vez lleguemos así a la conclusión que aunque hayan muchos casos en los cuales de nada sirva saber, esto no significa ya la sabiduría innata no exista ya dentro de nosotros sin habernos abandonado jamás. Así es como comenzamos a comprender que el saber y el no saber son solo cosas del tiempo que conoce comienzo y fin.

En los últimos posts suficiente hemos escrito sobre la libertad, la autonomía o la autoridad. Tal vez hemos dado así la impresión que todo en el Zen da vueltas alrededor de la libertad. Lo que desde cierto punto de vista no está nada equivocado pero que aun así no permite la conclusión que la libertad o la autonomía se opongan a la forma, la disciplina o ciertas formas de autoridad. Esta conclusión solo puede surgir de la embriaguez que trae consigo la dualidad.

Pues si concluimos que “La forma es el vacío, el vacío es la forma y aun así la forma es la forma y el vacío el vacío” como enseña Dogen Zenji, esta enseñanza ante todo nos dice que tan importante como experimentar el hecho que la forma es el vacío, es darle a la forma toda nuestra atención. Así, la manera como enfocamos la forma en nuestra práctica expone toda nuestra comprensión. Desde el primer paso al entrar al lugar de práctica, la reverencia ante nuestro cojín, el respeto hacia nuestro maestro hasta el trabajo que nos toca hacer para la comunidad. Todas estas formas son expresiones de „La forma es el vacío, el vacío es la forma“. Y porque „aun así la forma es la forma y el vacío el vacío” no solo respetamos las formas si no que les también damos todo nuestro cuidado y atención.

Llegando hasta este punto, a pesar de lo expuesto, más de alguien tal vez suponiendo la emoción o la espontaneidad como algo que se contradice con la forma, se preguntará: ¿si hay formas preestablecidas, donde queda entonces la libertad?. Así llegamos nuevamente al punto esencial de nuestra práctica, el de girar el enfoque de nuestra atención desde lo exterior hacia lo interior. Esa actividad a la cual volvemos una y otra vez y que tarde o temprano siempre trae consigo tanta luz como para reconocer que si vemos la forma como algo externo a nosotros eso es debido a la dualidad. La dualidad que nace a través de nuestros sentidos y nuestra conciencia y que con su velo esconde la verdad. El velo de nuestra opinión personal que comienza a caer en el mismo instante en el cual la ola vuelve a ser todo el mar, cuando la luna con su luz irrumpe de nuevo en la oscuridad, o cuando el grito de un animal nocturno en la lejanía vuelve al silencio de cual nació.

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