Si surge el más pequeño sentimiento de agrado o desagrado, la mente se pierde en la confusión – Fukanzazengi
Según Hannah Arendt, en nuestra vida en sociedad, aclarar lo que es propaganda, lo que es manipulación o lo que son prejuicios es algo que solo puede ocurrir a través de la interacción, dado que solo al comunicar de persona a persona podemos comprobar que es solo un espejismo mental y que es la realidad. Aun así, es necesario precisar que si observamos con atención muchas veces las personas con las que solemos comunicar de una manera o la otra se ajustan a nuestra visión sobre el bien y el mal. Esto porque nos sea consciente o no, siempre nos regimos según nuestra conciencia moral.
¿Ósea que hay verdaderamente garantías para que a través de la interacción podamos aclarar la confusión? Seguramente que no, porque si hubiese garantías tal vez la realidad no sería la realidad. Aun así, según nos enseña la práctica de Zazen las posibilidades de alcanzar el estado de la mente que va más allá del bien y del mal crecen, si abandonamos tanto el apego a lo que ya pasó como el rechazo a aquello que causa en nosotros temor. Ósea que la confusión exterior solo puede ser aclarada si existe la claridad en nuestro interior y de ahí tal vez se explique porqué en el budismo anteponemos la realización a todo fenómeno mental. Una experiencia que puede ser calificada tanto como mística como real y cual Buda Shakyamuni expresó con las palabras: “Todos los seres, la gran tierra y yo hemos alcanzado simultáneamente la iluminación». Una expresión con la cual Shakyamuni indica que la experiencia mística de la iluminación existe y que esta no es otra cosa que la mas alta realidad. La realidad que implica la unión entre todos los seres, la gran tierra y el yo.
A partir de ahí la pregunta que podría surgir es como llevar esta experiencia en la vida social en la que nos toca decidir y nos preguntamos ¿qué hacer cuando hay que tomar una decisión?. Y aunque a todos esta pregunta nos sea muy familiar tal vez sea oportuno recordar que esta es una pregunta que Shakyamuni Buda jamás se la llegó a poner a si mismo. Tal vez por el simple hecho que cuando la mente alcanza el estado de la no dualidad, la realidad se manifiesta sin más porque no hay un yo que deba decidir. De esta manera entonces, siguiendo el ejemplo de Buda llegamos a la conclusión que para ir más allá del bien y del mal es necesario dejar atrás nuestra moralidad que distingue entre el cielo y el infierno y hacer lo que instante nos exige que es lo que deberíamos hacer.
Una antiguo relato de alguien que pudo visitar tanto el cielo como el infierno y que después volvió para contarnos lo que vio, ilustra lo que queremos decir:
Tanto el cielo como el infierno estaban llenos de personas. Ambos sitios eran una habitación dentro de la cual en el centro se encontraba una mesa grande y redonda sobre la cual se hallaban los deliciosos platos, frutas, postres y pan. Alrededor de ambas mesas habían personas sentadas que deseaban comer pero a las cuales se les habían atado tenedores de varios metros de largo al brazo derecho mientras que el brazo izquierdo había sido atado a la mesa . Así, la única diferencia que se podía observar entre la gente del infierno y la del cielo era su actitud. Mientras que la gente del infierno doblaba los brazos como podía pero no conseguía dar ningún bocado botando las delicias al piso, en el cielo la gente utilizaba los tenedores para darle de comer a otra persona. De esta manera en el cielo el ambiente que regía era un ambiente de paz y de colaboración.
Tal vez una de las conclusiones que se pueden sacar de esta breve historia es que el cielo u el infierno es en primer lugar algo que tiene que ver con nuestra propia actitud, pues tanto en el infierno como en el cielo las condiciones son las mismas pero depende de nosotros optar por la felicidad. Otra conclusión puede ser que no es posible encontrar satisfacción fuera de nuestra propia mente pues la separación entre los exterior y lo interior es un espejismo que se queda en lo superficial. Y otra conclusión puede ser tal vez, que si lo que verdaderamente queremos es ir más allá del bien y del mal, lo más importante no es tener la razón sino que abandonar la actividad mental y con ella el rechazo y el apego porque estos crean un abismo entre nosotros y los demás.