EL CARACOL

Caracol viejo,

Arduo es el camino.

Casa consigo.

Dicen que emprender un viaje largo requiere valentía. Dicen que ahí afuera, en lo desconocido, siempre hay mil y uno de riesgos e innumerables pueden ser las trampas. Aseguran que siempre es más seguro quedarse en casa donde todo es conocido. Más vale un pájaro en la mano que dos sobre el tejado, dicen. Pero es que no ven. Es que no escuchan. Y siendo así ¿cómo más podrían entender que tanto las lentas confusiones como la tristeza de los colores se encienden justamente con los rayos del sol de ultima hora? No, después de reconocer que las alegrías absurdas van y vienen por doquiera mi conclusión es que requiere más valentía viajar hacia adentro. Navegar a través de los sentidos y nuestro interior y observar. Observar y ver con nuestros propios ojos que muchas veces justamente ahí donde hay fealdad vemos belleza. Observar y comprender que muchas veces ahí donde hay dolor vemos placer. Que en definitiva vemos las cosas como queremos verlas y no como son realmente. Que vemos permanencia cuando en realidad no hay nada que sea permanente o estable.. 

Propongo entonces que emprendamos el viaje. Que comencemos por observar con la ventana abierta. La lluvia que se deshace sobre el suelo. La montaña que retumba en el silencio.  Las aves que flotan sobre el tiempo. Los interiores que se mantienen húmedos pero también a la vez secos. Es verdad, como las flores del loto, absolutamente todas las formas siempre nos están haciendo guiños y siempre nos pueden enseñar algo. Me pregunto porque habitualmente no veo esta señales y reconozco que es justamente porque las formas muchas veces ya están en mi conciencia en forma de conceptos y las ideas ya mucho antes incluso de manifestarse.  ¿Cómo entonces poder percibirlas en sincronía con este instante de menara fresca? De esta manera comprendo que constantemente anteponemos a la observación nuestras convicciones. Lo que muchas veces no solo dificulta el poder maravillarse de lo nuevo que en todo momento esta aconteciendo sino que también condiciona la observación por completo. 

Viajar hacia el interior significa entonces siempre emprender un viaje hacia lo desconocido. Un viaje que lleva hacia la choza del alma, hacia los sentidos, hacia el karma al que aun no hemos despertado. Un viaje a travez del mar de la ignorancia pues esto es lo que significa en realidad viajar hacia adentro. Encontrarnos no solo con el pasado sino que también con nuestra sombra. El animal salvaje que llevamos dentro. ¿Y que tal si ahora incluso le despertamos? Que tal si invitamos lo irracional y lo espontaneo a encontrase con lo lógico y rigido? Una sagrada comunión entre los opuestos acontece. En el Zen le llamamos no-dos. Lo que significa la unidad. La unidad de lo absoluto y lo relativo, de lo masculino y lo femenino que celebra la unidad respetando la singularidad de todo aquello que la compone. Ahora, quien una vez llegado aquí crea que este es el fin de su viaje nuevamente se equivoca. Con lo que llegamos a las dificultades y las trampas que tampoco en el viaje hacia el interior se ausentan. Una de ellas puede ser el depender demasiado del reconocimiento externo. Lo que automáticamente nos lleva a lo que tan frecuentemente llamamos “los otros” y a quienes tan frecuentemente culpamos de todas las incomodidades que sufrimos. Esta es una trampa como la de observar la orilla desde una barca y tener la impresión que es la orilla la que se mueve. Otra trampa que por su sutileza quizás mas eficaz aun y que tiene la facultad de mantenernos por toda una eternidad atrapados en ella es la de no desarrollar la capacidad de observar sin sentido de provecho. Y es que siempre que exista el sentido de provecho en nuestra observación, siempre se ausentará el libre pensamiento y también  siempre existirá el condicionamiento. Esta es la trampa de quien piensa que por haber comprendido algo, la ley de causa y condición se ausenta.

Viajar hacia el interior puede llevar consigo un trabajo arduo que requiere autentica valentia. Un trabajo como el de tener que enfrentarnos a las arañas que en los rincones de nuestro interior habitan. Aun así, por otra parte viajar hacia lo interior puede significar tambien reencontrarnos con lo delicado y sencillo. Con otras palabras justo ahí donde habita el origen del sufrimiento, nuestros condicionamientos, nuestros miedos mas intimos, nos encontramos también con la autentica vibración de nuestros corazones. Los solitarios jardines que dejan las lluvias. El olor del bosque nativo. Los astros estrellados en el cielo de la noche. La mañana que está naciendo detrás de una montaña. 

Nota: debido a un viaje el proximo post se publicará el 10 de septiembre. Igualmente por la misma razón los domingos 27 agosto y 3 de septiembre no habrá Zen Digital. Nos volvemos a encontrar en linea el 10 de septiembre.

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