EL FUTURO Y EL ZEN

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Barco perdido
vuelve a su puerto.
Brisa matinal.

Aunque muchas veces nos imaginemos el futuro como un puerto en la lejanía en el cual nos encontraremos con la felicidad, visto desde este instante, desde el Aquí y Ahora, en el universo no existe nada que no fuese este instante. Tanto nuestros sueños como nuestros miedos, tanto nuestras ilusiones como el despertar son parte del Aquí y Ahora. Y porque en el Aquí y Ahora no hay nada que no fuese este instante, así como el presente es este instante, el pasado y el futuro también lo son.

Aun así, muchas veces al escuchar frases como: “el pasado ya no está, el futuro todavía no ha llegado, el único instante que vivimos es el Aquí y Ahora” llegamos a la conclusión que en el Aquí y Ahora el pasado y el futuro son irreales ¿Pero verdaderamente lo son? Pues en el Aquí y Ahora nos encontramos con la memoria que reconciliada con el pasado se actualiza y nos dice: estamos aquí en este instante compartiendo el vivir porque todo ocurrió tal y como ocurrió. Y así como el pasado no se contradice con este instante nos encontramos en el Aquí y Ahora también con el porvenir y comprendemos por ejemplo que en lo social la calidad de la educación de hoy determinará nuestra sociedad de mañana. De esta manera una vez más confirmado que abandonar cualquier objetivo no significa vivir sin objetivo, sino que puede ser la manera más directa de encontrarnos con la sabiduría y la compasión.

Ósea que en el Aquí y Ahora el futuro también está presente. Aun así, muchas veces percibimos el futuro separado del presente ¿será tal vez porque imaginamos el tiempo como un concepto que transcurre de forma lineal en cual imaginamos el futuro como aquel tiempo que aún no ha ocurrido? ¿Será porque imaginamos el porvenir, así como todos los fenómenos, como un objeto separado a nosotros? Como un concepto sobre el que se puede especular y por lo tanto ficticio. En el mejor de los casos llegamos a la conclusión que el mañana se encuentra enmascarado en el hoy. Ocultado como el Karma de nuestros hábitos condicionados que aún no se ha manifestado. Como el barco de la utopía, que perdido en el océano de la realidad, aún conserva la esperanza de alcanzar su puerto, si reconoce a tiempo que es lo que debe hacer.

Como lo hemos dicho anteriormente, ya por el simple hecho de que abandonar la perspectiva del observador requiere implicarse, en el budismo Zen siempre llega la hora en la cual nos toca implicarnos. Una implicación en la realidad que conlleva abandonar la especulación en la cual nos decimos “todo ya se andará” o “ya vendrán tiempos mejores” y que a partir de ahí nos indica que debemos entregamos con todo nuestro ser a este instante. De esta manera este instante nos enseña que la disciplina mental de volver una y otra vez a lo que es este instante es lo que nos ayuda dar pasos más allá y lo que nos da la fuerza para hacer una y otra vez lo que es necesario hacer. Lo que nos da la energía para seguir en nuestro esfuerzo para que nuestra verdadera naturaleza se manifieste sin impedimento alguno, conscientes de que no todo tiene inmediata solución. Algo que nos permite seguir esforzándonos, pero que va más allá de la especulación sobre el futuro, pues nos indica en todo instante la Vía que debemos seguir. Tal vez porque entendemos que no es que no haya camino pero sí que el camino se hace al andar. Muy parecido a los bebes, que tal vez porque carente de la conciencia condicionada, aunque les cueste todo su esfuerzo y de vez en cuando incluso les provoque dolor jamás desisten de seguir esforzándose hasta aprender a caminar. Ósea que en este instante, desde la práctica enfocada en el Aquí y Ahora, es posible aprender a activar esa fuerza innata en nosotros que es más fuerte que el deseo de huirle a aquello que nos hace sufrir. Una fuerza que nos posibilita seguir adelante a pesar del dolor. Que nos da la fuerza necesaria para indagar más sobre el verdadero origen del sufrimiento y así nos da la fuerza necesaria para ser responsables de verdad ya que asumimos el hecho de que no es posible huirle a la realidad. Una comprensión que se manifiesta justo en aquel instante en el que ya estamos en pleno proceso de aprender a superar la adversidas.

Así una vez más llegamos a la conclusión que el futuro se encuentra también en este instante. Algo que se confirma también a travez de la ley de causa y condición que nos dice que si Aquí y Ahora sembramos el mal lo que cosechamos es el mal y por otra parte, si en este mismo instante hacemos el bien todo en nuestro mundo está bien. De esta manera comprendemos también las reglas o como nos relacionamos con las ellas. Aquellas reglas que en nuestra práctica son una ayuda importante para volver una y otra vez a la realidad pero que van mucho más allá de los habitos pues las reglas no nos liberan de nuestra responsabilidad como individuos dentro de una sociedad ni tampoco son más importantes que la realidad que en todo instante nos está diciendo que es lo que hay que hacer. Osea que no nos escondemos debajo de una túnica sino que vamos más allá plenamente en el Aquí y Ahora construyendo el futuro. Incluso si tenemos la sensación que alrededor nuestro se está tejiendo una tela gigante de problemas con el fin de privarnos de nuestros sueños. Pues aunque nos encontremos con que la realidad está lejos de ser lo que desearíamos que fuese, aprendemos a través de las dificultades a relacionarnos con ellas. A través del enfoque de nuestra atención en este instante nos hacemos más fuertes de lo que estimábamos y comprendemos que no hay razón alguna para desistir de nuestros derechos o nuestros sueños. Pues los derechos y los sueños no son algo que se deban exigir, ni menos algo que den margen para cualquier discusión, ya que nuestros sueños están para vivirlos y nuestros derechos se toman sin más. Cuando despertamos a este hecho es como la fruta que cae del árbol cuando está madura y que hace del caer un acto natural que no conoce un antes ni un despues.

Así, si despertamos a aquella naturaleza innata que se encuentra en cada uno de nosotros, viviendo este instante con todo nuestro ser, tal vez nos demos cuenta que nuestro barco de la utopía que creíamos perdido en el océano de la realidad jamás se había perdido, pues el viento del Dharma en todo instante nos esta indicando el rumbo a seguir.

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