EL JARDÍN

Antiguo árbol.

Inmóvil y calmado.

Azul el cielo.

En el viejo jardín todo parece ser parte de un nostálgico sueño. La tarde. El árbol antiguo. Las aguas serenas del verde lago. El transparente cielo que de tanto brillar pareciese estar temblando. Una hoja cae sobre el suelo dando vueltas y noto que mis ojos se pierden en un sueño en el que como un niño inocente me pregunto ¿por qué a de ser triste amarlo todo sin que el que el querer se dirija a algo en concreto?. Súbitamente nuevamente me despierto. Intuyo que el volver a la infancia no es un sueño cualquiera. Es el volver otra vez a lo desconocido. El retornar al lugar antes de que el dolor acontezca que creemos que nos marca. Es volver al sitio que esta antes de comenzar a sentirse insuficiente. Es volver al misterio y reencontrase con el estar nuevamente frente a una puerta que lleva a un jardín desconocido.

Me pregunto hemos estado perdidos tanto tiempo y cuando es que nos perdemos. ¿Cuándo es que acontece ese creerse preparados?. ¿Cuándo es que perdemos de vista la fragilidad de este instante y nos abandonamos al estar convencidos de estar haciendo lo adecuado? ¿Por qué me lo pregunto? Simple, por que quizás sea este justo el momento en el cual los antiguos conflictos comienzan a resurgir en la superficie. El lugar donde la dualidad permanece: La justicia y la injusticia. El débil y el poderoso. La sumisión y la libertad. Ellos y Nosotros. Y si la dualidad permanece ¿no es así que también los problemas también sean previsibles? Así todo nos asombramos: “Pero si el plan ha sido estudiado minuciosamente”; “Pero si las intenciones han sido las mejores”; “Pero si los actores son nuevos y diferentes”. Si, ¿pero de que sirve un plan si no asume la transitoriedad del cambio continuo. O ¿de que sirven las mejores intenciones si no incluyen a todo el mundo? Como también ¿de que sirven nuevos actores si las formas de comportamiento vuelven a ser las mismas?. Por esta razón propongo que volvamos al lugar de partida y reflexionemos: ante la puerta hacia un jardín desconocido ¿cuál debiese ser el próximo paso?

Ahora, quizas mas importante que responder a esta ultima pregunta sea mencionar que un jardín Zen se distingue claramente entre la flores y la maleza. Una distinción a primera vista sin duda también con carácter dualista pero que se entiende y se asume que la maleza simboliza todo aquello que nos impide seguir adelante. Como el sentirse insuficientes. Como la rabia, como la ignorancia, como la vanidad. Como el no saber actuar de otra manera. O con otras palabras, todo aquello que nos impide abandonar el dolor antiguo. Lo que explica también porque en un jardín Zen se es tan meticuloso en cuanto a la maleza. Y es que como la hierba mala si no se saca de raíz, el dolor tarde o temprano vuelve a articularse. De otra manera dicho: para saber cual debiese ser el próximo paso en un jardín verdadero, lo que ser requiere es la presencia. El estar presente en mente y cuerpo para comprender que este momento no es el ir y venir de la mente sino que el aquí y ahora en este mismo momento.

El arból parece estar mas vivo cuando no se mueve que cuando solo se mueven sus ramas. Y es que cuando se mantiene completamente inmóvil su calma es tan cálida que parece humana. No. No es triste amarlo todo sin que el querer se dirija a algo en concreto. Como tampoco está demás soñar con una primavera fantástica. Solo es triste creer que no hay ojos que no contestan a nuestras lagrimas cuando estas caen. En el jardín soñoliento nuevamente comienzan a caer las hojas. Una de ellas cae frente a mi dando vueltas. Exhalo y doy un paso adelante pasando por la puerta. 

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