Sobre el agua,
Los petalos abiertos.
La flor de loto.
Busco una palabra y no la encuentro. Una palabra que imparta tanta pureza como la imagen de una flor de loto blanca. Una palabra dotada de tanta inocencia como el reflejo de la luna sobre el agua. Tan integra como el silencio del aire o tan honesta como el flujo del viento que todo lo toca pero a nada se aferra. Una palabra tan inmaculada como la compasión de Buda. Se dice que una noche antes de entrar en absoluto misterio, después de haber dedicado toda su vida a apaciguar el sufrimiento humano Shakyamuni dejó unas ultimas enseñanzas. Me pregunto porque lo haría. Porque dejaría unas ultimas enseñanzas, si tan bien sabia que absolutamente todo es efímero. Tan fugitivo y tan frágil como un segundo. Tan pasajero como una palabra que hace solo un instante aun la teníamos en el oído y ahora ya ha desaparecido.
Antes de entrar en el Paranirvana Buda le recomendaba a sus discípulos a tratar los preceptos como una luz que han descubierto dentro de lo oscuro. Les aconsejaba a moderarse en cuanto a los deseos, a saber contentarse con poco, a deleitarse con el silencio, a mantener la presencia y el equilibrio. Les advertía poner en practica la sabiduría, a evadir las discusiones en vano. Me pregunto porque lo haría. ¿Por qué dejar unas ultimas palabras si tan bien sabia que las palabras vistas desde un punto de vista son una verdad y vistas desde otro son una mentira? Una posible respuesta es que al ser conocedor del sufrimiento humano Buda sabia que por buenas que sean nuestras intenciones la percepción sensorial siempre sigue actuando. O con otras palabras, sigue tomando decisiones.
Lo vemos en lo personal, los vemos en lo social. La conveniencia social nos educa desde ya desde muy temprano. A ser agradables, a ser simpáticos, a ser obedientes. Hasta tal punto que perdemos de vista nuestra verdadera naturaleza. Hasta tal punto que aceptamos una identidad impuesta. Lo vemos en la palabra “secta”. Casi todo el mundo sabe que en un contexto budista donde el concepto occidental de una organización madre que rige sobre las más pequeñas no aplica, darle una connotación negativa a la palabra secta en realidad representa una estrategia colonialista. Aun así nos conformamos. Aun así darle un sentido negativo a la palabra secta se ha puesto de moda omitiendo así completamente que en el zen la puerta siempre esta abierta. Y lo que quizás sea mas grave aun, aun así aceptamos la presunta identidad cultural impuesta. ¿No es acaso así como perdemos lo verdaderamente esencial de vista? La percepción sensorial que sigue tomando decisiones. Adoptamos las palabras, nos aferramos a ellas y su sentido. Dejamos de buscar a la vez tanto en lo superficial como en lo profundo. Y para ser más claro aun: no les creo a los que afirman que tienen miedo y que solo defienden una identidad cultural y que solo por eso aplican sus estrategias autoritarias y agresivas. En realidad es más que eso. En un determinado contexto se podría hablar de ignorancia En otro de imperialismo. El Buda quizás diría: es la forma. Son las sensaciones. Son las percepciones. Son las formaciones mentales. Es la conciencia condicionada que sigue actuando.
Busco una palabra y no la encuentro. Una palabra tan pura como la compasión de Buda. Una palabra tan cálida como el sol y a la vez tan frágil como la nieve. Como no la encuentro para acercarme a mi propósito invento una y digo “Nievedesol”. O alternativamente para crear un nuevo espacio donde el pecado y el mal se abstengan completamente quizás componga un nuevo concepto combinando los diferentes símbolos y términos y diga “Luna de agua”. Pero me pregunto cuanto tardaría, ¿cuánto demoraría hasta que inmergido en el significado perdiese nuevamente la presencia? Por esta razón me quedo nuevamente con la imagen de una flor de loto blanca. Blanca como la nieve, como paz como la inocencia. Quien la ve podría pensar que la flor de loto resalta por su belleza ¿pero de afirmarlo no representaría una reducción inadecuada?. Y es que realmente especial en una flor de loto radica en el talante de sus pétalos que no permiten que el lodo sobre el que la flor crece se adhiera a su superficie. El símbolo de la sabiduría. El símbolo de una practica constante y perseverante sobrepuesta a la actividad incesante de los sentidos.