La celebración de homenaje póstumo en memoria a un pariente querido fallecido, se llama en el Budismo Hôji o también puede ser llamado Butsu-ji. Esta consiste en reunir a los parientes y amigos e invitar a un monje para que este mantenga una lectura solemne de los textos sagrados de los sutras delante de la imagen de Buda Amida.
Tanto la palabra Hôji como Butsu-ji son de fundamental importancia para comprender el sentido correcto de esta celebración o sea de esta ceremonia. Cada una de estas palabras está compuesta por dos Kanjis (ideogramas chinos). El ideograma Ji tiene el sentido de “servicio”; el ideograma Butsu significa “Buda”, o despierto o iluminado; el ideograma Hô (en sanscrito: Dharma) significa “Ley” o “enseñamiento de Buda”. Siendo así el homenaje póstumo es en verdad un “servicio del Dharma”, ó sea un acontecimiento de celebración para escuchar y reflexionar sobre las enseñanzas de Buda y de esa manera ofrecemos un homenaje en memoria a nuestros familiares, maestros o amigos fallecidos. Por lo tanto, Hôji es un encuentro solemne para ofrecer las enseñanzas de Buda. Esta es una ocasión importante para reflexionar sobre la vida humana, aclarar la pregunta fundamental de la existencia y tomar conciencia sobre nuestro verdadero yo que muchas veces se encuentra oculto
Muchas personas, sin comprender el verdadero sentido de Hôji, repiten mecánicamente gestos, costumbres y actitudes heredadas de la propia familia y de la comunidad, sin haberse detenido nunca a reflexionar sobre su significado y su validez.
En las familias japonesas el “rito a los antepasados” o las “celebraciones de homenaje póstumo” se han convertido casi en una obligación, que es mantenida de generación en generación y pocos conocen su verdadero significado y su verdadero origen. Hacen de este rito una carga pesada que debe ser soportada por los descendientes que no siempre se sienten contentos con este hecho y que acaban por llevarlo de una manera poco apropiada y con un miedo supersticioso de que al realizase los ritos de manera poco correcta los “espíritus” de los antepasados podrían sentirse molestos y pudiesen volverse “espíritus perturbadores”, causando dolencias, accidentes e innumerables problemas familiares.
Este punto de vista no tiene nada que ver con el Budismo. Parte de esta creencia nació de la tradición del confucionismo que utilizaba el rito de los antepasados como una forma de mantener la estabilidad social. Otra parte muy fuerte de ese miedo fue heredado del antiguo shintoismo (religión autóctona japonesa) donde la muerte es vista como algo impuro y donde el “espíritu” de los muertos tienen que ser expuestos al rito y purificados antes de llegar a la condición de “espíritu celestial” o de “dioses” (Kaml), de lo contrario se volvían espíritus malos o perturbadores. Según el Budismo esta no es una manera correcta de pensar.
De acuerdo al Budismo, la actitud correcta en relación al fallecido es verlo humildemente como un maestro que nos enseña sobre el carácter transitorio de nuestras vidas. Eso es llamado en el Budismo “la impermanencia”. Además es gracias nuestros antepasados que estamos vivos actualmente. Nosotros heredamos a través de nuestros padres esta vida que llego a nosotros a través de un linaje incalculable de personas que existieron antes que nosotros. Para el futuro también, a través de nuestros hijos, nuestros nietos etc., esa misma vida será transmitida, como si fuese la semilla de un árbol, que genera un nuevo árbol, que dará nuevos frutos y que darán a la vez nuevas semillas que darán nuevos árboles y así infinitamente haciendo manifestarse la vida.
De este modo, nosotros los budistas aprovechamos las fechas de aniversario del fallecimiento de nuestros seres queridos para expresar las enseñanzas de Buda, expresar nuestra gratitud en relación a la vida que recibimos y para reflexionar sobre el verdadero significado de nuestra existencia.
Estas son las cuestiones expuestas por los textos sagrados budistas. Por lo tanto, el budista respeta y reverencia al fallecido como su maestro que nos enseña el verdadero significado de la vida humana.
Delante de la imagen sagrada de Buda Amida, nos cuestionamos nuestra vida y también como podemos valorizar y respetar la memoria del fallecido. A través de esta actitud correcta, nos elevamos como verdaderos seres humanos a partir de la orientación dada por las enseñanzas de Buda.
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