La niebla viene.
El valle es el valle.
La niebla se va.
En este amanecer frio y lluvioso el valle que baja de la montaña y lleva hasta el agua está despierto pero se mantiene silencioso. No responde a mis preguntas. No contesta a mis demandas. Le pregunto si está triste. Si se siente débil. Le pregunto porqué hoy le acompaña un agua oscura que con todo movimiento se queja. Me responde sin palabras. Me replica con el reflejo implacable que imparte su silencio. Es como si me dijese que la llorosa neblina que veo subir de un valle lleno de troncos muertos es solo un reflejo de mi mente. De poco a poco, donde antes solo veía un campo plano comienzo a divisar un valle vasto bien alumbrando. Sobre el camino se alza la vida y donde antes olía a cementerio ahora se comienza a elevar un olor fresco a bosque, lo que me parece más honrado.
Sí, más allá de lo físico material la realidad también es lo profundo. También es lo más puro, lo implacable, lo maravilloso. En todo instante, aunque nos sentamos muy pequeños como cuando nos encontramos solos frente a un valle inmenso frio y lluvioso podemos tener la certeza que en todo siempre hay también felicidad, hay esperanza, hay alivio. Es solo una cosa de perspectiva. Conectamos el valle con el sol, nuestro sol, con la calidez, con la dulzura y ya nuestro animo adapta otra postura. Llegando aquí algunas veces la conclusión final es: la realidad en el fondo siempre es clara, siempre pacifica, siempre tranquila. Me detengo. Pues sostener que más allá de todo sufrimiento es solo la mente lo que se mueve ¿no significa acaso que la naturaleza se mantiene inmóvil mientras que es solo la mente lo que constantemente oscila?
Así es. La naturaleza es pacifica y apacible no porque se quede esperando a que nosotros como humanos nos demos cuenta. Ni del daño al que le estamos sometiendo ni del dualismo que transporta consigo el pensamiento. No es tranquila porque sea pasiva sino porque sigue naturalmente la actividad que de por si le caracteriza: la constante adaptación a las nuevas circunstancias de vida. Y porque siempre hay alguien que piensa haber comprendido algo y comienza a distinguir casi siempre con fines de lucro propio entre budas y seres sensibles, ente el despertar y la ilusión: sí, la realidad está más allá de la percepción sensorial y está más allá las palabras. Está incluso más allá del saber así que es más que legitimo preguntarse una y otra vez ¿como poder enmarcarla con el lenguaje?. Así que lo intento una vez más y digo: el valle es el valle, la montaña es la montaña, la neblina es la neblina y el agua el agua. Con lo que quiero decir que la unidad y la distinción existen al mismo tiempo.
Así como digo el valle es el valle, la montaña es la montaña, la neblina es la neblina y el agua el agua en realidad digo que todo instante en si ya es completo. Digo también que todo instante es nuevo y a la vez digo que todo instante está libre incluso del pasado, del presente y del futuro. Y porque todo momento está libre del tiempo, está libre también de personas que saben y otras que no saben, de personas que duermen y de otras que han despertado. Me pregunto: ¿no será está la vía para una vida en armonía con el pulso de la naturaleza? En este amanecer frio y lluvioso le agradezco al valle por mantenerse silencioso. Comprendo que a través de su silencio contesta a todas mis preguntas. Me dice que cuando el agua del rio se queja simultáneamente también se queja mi mente y observo como la felicidad y la tristeza se encuentran. Y es que al compartirla es mas fácil digerir la tristeza. Al igual que al compartirla es más fácil que la felicidad se multiplique.