Traductor: Javier Gil (artículo de medialens.org)
Artículo que trata la manera en que los medios de comunicación y periodistas británicos enfocan las guerras, un enfoque que favorece constantemente los intereses de su gobierno, así como las técnicas periodísticas que utilizan.
El valor de la sangre
La soberanía, hecha añicos por la fuerza
“Mi trabajo en Vietnam consistía en matar a gente. Para cuando me hirieron por primera vez en el campo de batalla (dos o tres meses después de entrar en combate), yo ya había sido directamente responsable de la muerte de varios cientos de personas. Ahora no pasa un solo día sin que vea muchas de sus caras.”
Son palabras de Claude Anshin Thomas, al relatar sus experiencias como jefe de tripulación de helicópteros de asalto estadounidenses en la Guerra de Vietnam. Thomas recuerda un incidente en especial:
“Llegamos allí muy bien equipados… abrimos fuego y, sin darle más vueltas, destruimos el poblado por completo. Lo destruimos todo. Una auténtica masacre, una locura. No había nada allí que no fuera parte del enemigo. Así que matamos todo lo que se movía: hombres, mujeres, niños, ganado, perros, gallinas. Sin ningún sentimiento, sin ni siquiera pensarlo. Fue fruto de la locura. Destruimos casas, árboles, vehículos, todo. Lo único que quedó al terminar eran cuerpos sin vida, fuego y humo. Era como un sueño, no parecía real. Sin embargo, cada uno de los actos que cometimos fueron completamente reales.” (Thomas, At Hell’s Gate – A Soldier’s Journey From War To Peace, Shambhala, 2004, p.20)
Tal y como le sucede a cualquier veterano de guerra, sea del bando que sea, la guerra nunca terminó para Thomas. El sufrimiento que él causó y experimentó le llevó a experimentar nuevos casos de violencia, odio, autorechazo, abuso de las drogas y del alcohol, y desamparo familiar, situándole al borde del suicidio y de otros tormentos. En su libro, At Hell’s Gate – A Soldier’s Journey From War To Peace (A las puertas del infierno – El recorrido de un soldado de la guerra a la paz), Thomas describía cómo encontró la cordura mediante la propia aceptación de su sufrimiento, y mediante la compasión por los demás y por sí mismo. Tras haber sido ordenado monje budista Zen, Thomas ha dedicado su vida al activismo por la paz, visitando zonas en conflicto en todo el mundo y realizando un peregrinaje pacifista de 8.000 kilómetros que le llevó desde Auschwitz (Polonia) hasta Vietnam.
Thomas tiene un mensaje fundamental para todos nosotros sobre la verdadera naturaleza y origen de la violencia:
“Es importante tener en cuenta que los veteranos de guerra no son los únicos sobre los que recae la responsabilidad de las atrocidades de la guerra. Los que no son veteranos también aprueban la guerra, respaldan la entrada en la guerra, apoyaron el envío de tropas a Vietnam – y son precisamente los “no veteranos” quienes a menudo dan la espalda a los soldados a su regreso, en un intento por evitar su propia complicidad con la guerra… Pero si analizamos este asunto más de cerca, nos damos cuenta de que quienes no lucharon en el campo de batalla no son distintos a los que sí lucharon; todos somos responsables de la guerra. La guerra no es algo que sucede de forma ajena a nosotros; es una proyección de nosotros, sus raíces parten de nosotros mismos. Se forja dentro de todos nosotros.” (pp.50-51)
¿Qué dice de nuestra cultura -se pregunta Thomas- el hecho de que parezca que nos crezcamos cuando experimentamos la violencia, tanto si es ficticia como verdadera, o el hecho de que nuestros videoclubes y televisiones estén repletos de películas plagadas de muertes?
Los periodistas y políticos también experimentan sentimientos casi oníricos en relación con sus acciones y creen que están desvinculadas del sufrimiento que ocasionan. Pero sus acciones también son verdaderas.
Por ejemplo, resulta asombroso reflexionar sobre el hecho de que nuestro sistema mediático no está controlado por el gobierno. ¿Quién lo podría adivinar dado el respaldo constante que los grandes grupos mediáticos dan a la violencia en masa comprometida por nuestro gobierno y sus aliados? ¿O por la entusiasta demonización llevada a cabo de los líderes y países que son etiquetados como “enemigos” del estado? ¿O por su constante indiferencia ante las muertes masivas de nuestras víctimas? Tal y como comentaba recientemente el parlamentario británico George Galloway, del partido Respect, a una desafortunada periodista de la cadena Sky News:
“A ustedes les trae sin cuidado. Ni siquiera se preocupan por las familias de los palestinos. Ni siquiera saben que existen… Porque siguen creyendo, aunque algunos de ustedes quizá aún no se han dado cuenta, que la sangre israelí vale más que la sangre de los libaneses o de los palestinos. Esa es la verdad, y los telespectadores más perspicaces ya lo saben.”
Pero, ¿se ven los propios periodistas como instrumentos de esta maquinaria de matar? La mera idea les resultaría absurda – simplemente están haciendo su trabajo, como todos los demás.
Tal y como comenta el veterano de Vietnam Claude Anshin Thomas, es absurdo creer que la violencia la ejercen sólo los pilotos que lanzan las bombas, o los soldados que disparan. La violencia nace a partir de la falta de criterio, de la compasión con prejuicios y de la indiferencia ante los demás. Wintour y MacAskill pasaron a formar parte de la maquinaria asesina al informar sin ningún tipo de crítica ni controversia acerca de la insistencia de Blair de que sólo Hezbollah –a la que hace referencia como las “milicias armadas”- debía ser desarmada. ¿Haría el diario The Guardian algún tipo de comentario para compensar, o mostraría un punto de visto alternativo, si un líder mundial sugiriera que sería imposible alcanzar un acuerdo hasta que la fuerza de defensa israelí estuviera completamente desarmada mientras que Hezbollah mantuviera su armamento, o si estas armas constituyeran una de las maquinarias militares más importantes del mundo, incluidas varios cientos de armas nucleares?
Es así como el periodismo “objetivo” alimenta permanentemente la violencia – las voces “controvertidas” de nuestros “enemigos” se compensan con argumentos contrarios, pero las voces “respetables” de nuestros líderes no conllevan ningún argumento en contrario. Esto nos hace respaldar actos de violencia masiva continuamente, década tras década.
Sim, agora mesmo nossa mente competitiva pode estar preparando a guerra, seja um mal humor, uma palavra dura, uma briga desnecessária, uma raiva guardada. Se buscarmos, profundamente, saber a verdade sobre nós mesmos então saberemos a verdade do mundo. Desse grande esforço deliberado surgirá a compaixão, naturalmente. Ao contrário do que disse Sartre, o inferno somos nós mesmos, não os outros. Assim, tua paz me pacifica.