EL ZEN Y LA ELECCIÓN


La bahía, ayer.
Los niños que jugaban,
¿Donde están hoy?

Hay días en las que toda ola me parece igual a la otra. Días en los cuales el alba aparenta surgir más de la arena que del mar. Días en los cuales todo en mi interior me dice que el techo del mundo siempre ha sido una capa gris. En días como estos me pregunto a que debo prestarle más atención, a mis sentimientos o a la razón. En momentos como estos me pregunto ¿ha valido la pena? ¿todo se lo que ha ocurrido verdaderamente ha acontecido así como yo quería que sucediera? Un sueño no tiene porque seguir siendo un sueño por toda una eternidad. Un sueño solo necesita dejar de esconder su inocencia para hacerse realidad.

No. El Zen definitivamente no es una repetición. No es una nueva manera de depender. Como tampoco es una nueva forma de encapsularse para retirarse en un mundo mejor. De la misma forma el Zen no es una nueva religión que aclama que el mundo interior sea mejor que lo que ocurre en el exterior. Practicar el Zen solo significa dejar de hacer cuentas y nada más. Significa aceptar la imagen completa sin dejarse llevar por ningún tipo de interés. Significa caminar solos por la ciudad siendo conscientes de que jamás hemos estado solos y que vayamos a donde vayamos jamás lo estaremos además. Y que es mi propia sombra lo que me recuerda que esto es así. La sombra de la ambición y del interés personal. La sombra del pasado. La sombra del futuro. Con cada paso que doy, vaya donde vaya ella siempre está ahí. Fiel compañera. Basta con dedicarle solo un instante de atención para darme cuenta que siempre ha estado ahí y que siempre lo hará. Me avergüenzo. Este es el lugar donde nacen la indeferencia y la cobardía. Me doy cuenta que ¿qué valor tiene esto para mi? no es una pregunta cualquiera. No solo expresa avidez, también se presta como pretexto para no actuar. Una pregunta que así refleja hasta que punto el temor a corrompido el ser.

Tan fácil no es. El corazón puede haber sido herido por el amor. El sentimiento puro debe ser protegido, necesita madurar, no puede ser tan vulnerable. Hay que protegerle con muros alrededor de el. ¿De verdad? ¿Que no es así que cuando percibimos la sombra, es por que ya hay oscuridad? Esto es lo que me dice este instante cuando la palabra no conoce intención. Cuando este instante es este instante con toda su integridad. Una entereza en la que se puede deponer toda la confianza del mundo y mucho mas. Pues la memoria no desaparece, tal y como frecuentemente lo solemos pensar. Basta con que algo suceda para que la memoria se refresque revelándonos desde nuestra medula que cuando todo lo que existe es este instante no es necesario ni querer olvidar ni querer perdonar. Todo ocurre de manera natural. Como una ola que después de tocar la orilla regresa al mar. Este es un puerto seguro. Aquí es donde me reencuentro con la libertad. Aquella libertad que me demuestra que no es que el mar no hable sino que soy yo quien desde hace ya todos los tiempos no le ha sabido entender. Yo puedo escribir, puedo escoger, puedo opinar. Esto es algo que el mar no puede hacer. No puede elegir que algas son buenas y cuales no. No puede escoger si se queda o si se va ni tampoco puede opinar sobre el tratamiento que el ser humano la da. Y aun así el mar es siempre y en todo instante el mar. Sea en la tormenta mas salvaje o con un calido atardecer, el mar expresa en todo instante su esencia eterna que es su naturaleza original. Eso es lo que me dice este instante, antes de que se instale el pensar.

Ósea que si ahora hablo no es porque nada haya aprendido del pasado. Tampoco lo hago por que creo saber algo mejor que los demás. Lo hago solo porque he comprendido que la ilusión aparece al creer que hay elección. Y no es solo que en cuanto a este instante no haya elección sino en realidad este instante es todo lo que tengo. Este instante es todo lo que soy. Despende de cómo lo miremos esto puede ser poco y puede ser mucho a la vez. Por lo menos para mi esto representa una enseñanza de vida de inmensurable valor. Una sabiduría que recuerda por que los Lefkenches sabían utilizar el mar para alimentarse y para sobrevivir. Pues al no verse separados del mar, entendían que la utilización del mar como mero medio de acumulación de capital en realidad constituía un ataque contra la propia identidad. Contra el equilibrio intrínsico que todo contiene en si. El ser humano esta unido al mar por mucho mas que la costa. Por algo que va más allá de los peces, el aire, el agua y el viento. Algo que va incluso mucho mas allá del tiempo o de la razón.

Debo de confesar que hay días en los cuales no reconozco que nadie puede darse cuenta por mi. Días en los cuales no reconozco las cosas por lo que son. En los que no me doy cuenta que es suficiente ya porque en definitiva todo esta bien así como es. Días en los cuales me lamento por los tiempos pasados y me pongo ansioso por los que están por llegar. Días en los cuales firmemente estoy convencido que frente a este instante hay alguna elección. No, el Zen definitivamente no es una repetición. Afuera, adentro, antes, después. Este instante es solo una secuencia entre el pasado y el futuro solo si pensamos que esto es así.

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