EQUILIBRIO

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Regresar otra vez,
Por cielo o por tierra,
Al pais natal.

Más que enseñanzas las ultimas palabras del Buda son la actividad misma del despertar. Son como el agua clara o el viento puro. Joyas en la vida de todo quien busca la verdadera belleza, el calor de la verdadera fraternidad, la profunda verdad detrás de las cosas, la felicidad. Son el vuelo del pensamiento en libertad. Un tesoro de inestimable valor pero inalcanzable sin el propio esfuerzo de emprender el vuelo y volar. Inaccesible sin la experiencia genuina, sin haber llegado hasta el final.

¿Hasta que final? Una pregunta que se pone todo quien ya lleva un tiempo en la practica del Zen. Quien ya ha aprendido a convivir con las heridas del pasado o quien ya comprende su propio karma personal. Quien ve su propia ignorancia, su propia avidez, su rabia, su temor. Cuestionamos el final, tal vez por que hemos llegado a la conclusión que la practica en realidad no tiene ni comienzo ni fin. Un lugar que las primeras veces que lo experimentamos muchas veces conlleva amargura y tristeza. La melancolía que trae consigo el tener que despedirse definitivamente de un sueño con un final feliz. Un sitio que por otra parte alberga alivio y compresión al recordarnos que si nos hemos
desilusionado de algo es porque antes había una ilusión. Que así nos recuerda la importancia ser diligentes en cuanto al volver una y otra vez a los principios básicos de zazen manteniendo la mente más allá del rechazo y el apego en realidad sin separación de este instante.

Existe una antigua historia sobre un monje Zen de la asamblea de Buda que practicaba solitario en las profundidades de un bosque y que estaba convencido de haber alcanzado ya lo mas profundo de la práctica del Zen. Y de ser así se volvió arrogante y dejó de practicar diligentemente. Algo que justamente el día de su muerte se vengó. Tuvo una vision que no correspondía con la profundidad de su práctica y pensó que Buda le había engañado. Pensó que el Nirvana era solo una ilusión más. Lo que provocó de inmediato que la profundidad de su práctica desapareciera y caer en el interminable infierno. Después de su muerte los monjes le volvieron a preguntar al Buda: ¿Y una vez concluida su vida que fue del monje? Y el Buda respondió: “Esta persona renació en el infierno sin fin”. (1)

Una historia que una vez más revela que la práctica con tiene fin. Que nos recuerda que la verdad, la belleza, la felicidad o la libertad, no pueden ser ideales perdidos en la lejanía que podrán ser alcanzados en un futuro mejor. Mas bien son estados de la mente y solo en el aquí y ahora real. Al igual que nuestra práctica. Real solo de instante a instante y con cada paso que damos y para todos de manera individual. Incluso, por más que lo queramos no existe un padrón de conducta, alguien o una institución que nos diga que es lo que debemos hacer o por donde debemos seguir. Esto sería contradictorio a la verdad. Pero aun así nos movemos en determinada dirección. Algunos le llaman el bien, otros la verdad o la vida, otros le llamamos el verdadero ser. ¿Pero si no hay una meta concreta o un objetivo en la práctica, como es posible avanzar? ¿Qué es lo que nos permite saber que está bien y que está mal? Son preguntas que frecuentemente solemos escuchar.

La respuesta la ofrece Buda Shakyamuni en el sexto punto del Yuikyogyo (2):

Sexto: ejercitarse en el equilibrio del Zen (Mantenerse en el Dharma sin dejarse alterar por nada, a eso se le llama “el equilibrio del Zen”)
El Buda dijo: Cuando vosotros Monjes alcanzáis la paz del espíritu, entonces os encontráis en el equilibrio. Dado que vuestro espíritu esta en equilibrio, reconocéis las formas del nacer y del padecer de todas las cosas de este mundo. Por eso deberíais esforzaros en aprender y practicar todas las formas del equilibrio. Cuando permanecéis en equilibrio preserváis vuestro espíritu de la dispersión. Esto es como un hogar que aprecia el agua y que se preocupa por la cuidadosa reparación de su conducción. Los practicantes también son así. Para conservar el agua de la sabiduría, deberíais ejercitaros en la manutención del equilibrio evitando que el agua se escape. A esto se le llama “ejercitarse en el mantener el equilibrio”.

Un punto que resalta la importancia de la postura de zazen. La postura que expresa el equilibrio de la mente y el cuerpo, el pilar más importante en la práctica de Shikantaza – solo sentarse. Y es que visto desde el equilibrio del cuerpo y la mente, desde la paz interior, la postura corporal refleja el estado espiritual y todo estado de la mente se evidencia en el cuerpo y su posición. De esta manera Zazen mismo se convierte en el espejo de la verdad. El cristal que pone en evidencia toda incongruencia con la verdad y nos enseña a conservar el agua clara de la sabiduría al preservar perdernos en la dispersión. La dispersión que nos hace confundir lo insignificante con lo importante o que nos hace ver en una situación como propicia para la práctica aunque en realidad no lo es.

Así es como el equilibrio y el constante retorno al balance se convierten en aquello que nos permite navegar en el mundo de la palabra y la dualidad. Aquello que nos lleva incluso a través del sufrimiento demostrándonos que en toda dificultad hay algo que aprender. Que nos señala de esta manera que toda dificultad es una faceta de la práctica pero que también ninguna dificultad vale la pena sufrirla hasta perder nuestra paz interior. Una situación que muchos de los que practicamos el Zen conocemos bastante bien y que se puede observar cuando incluso de la libertad religiosa que se dice respetar se hace una posibilidad más para evangelizar el amor. Cuando se dice respetar pero se compara valorizando nuestras formas de convivencia a partir del propio contexto socio cultural. De esta manera la constante vuelta al equilibrio se convierte en nuestra brújula que nos guía a través de la neblina mental de la discriminación. Aquello que en ultima instancia nos da a entender que no solo que no existe absolutamente nada que valga la pena sacrificar el equilibrio de nuestra paz interior, si no que en realidad incluso ni es necesario querer hacerlo. Simplemente porque más allá de nuestra voluntad el equilibrio esta presente en todas las cosas. Y como todas las cosas son el yo, el equilibrio de todas las cosas es nuestro balance también.

(1) Eihei Dogen, Shobogenzo Shizen Biku
(2) Eihei Dogen, Shobogenzo Hachi dainingaku

Nota: este blog se financia gracias a donaciones. Su aporte nos ayudará a continuar con nuestra labor. Gassho

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2 Respuestas a EQUILIBRIO

  1. meiyo dice:

    Hola Anónimo: podría responderte con una pregunta como ¿quien pregunta?, podría responderte con una respuesta como „yo“. Podría incluso callarme y no responderte. Pero ya que me preguntas te respondo: No lo sé. Gassho

  2. Anónimo dice:

    Hola quien escribe este blog?

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