El templo cierra,
Solo ante un Taifún.
Ayer como hoy.
Hay quienes dicen que la verdadera forma de las cosas no existe, que solo es una ilusión. Que no hay algo así como la verdadera forma de todas las cosas porque si miramos con detalle todo está en constante transformación. ¡Cuanta razón no tienen! ¡Y cuanto no se equivocan a la vez! Quizás hayan escuchado las palabras del primer maestro fundador, pero no han sabido moverse en la misma dirección que el. Todo lo que hace un instante ha sido en este momento aquí y ahora ha cambiado ya, si, está es una irreprochable verdad, el vacío es la verdadera esencia de la forma, si. ¿Pero por eso sería justo decir que todas las cosas carecen de forma? ¿sería correcto afirmarlo? En lo que a mi me concierne, yo prefiero afirmar que el vacío si tiene una esencia y esa esencia es la verdadera forma de todas las cosas en toda dirección. Con otras palabras, la forma es el vacío, pero la forma es la forma a la vez.
Porque la forma es la forma tanto como la forma es el vació no nos puede dar igual como rigen los poderosos aunque el poder sea solo una ilusión más. Cuando tenemos la sensación que el viento nos sopla en contra, una ilusión sería pensar que es posible refugiarse en una realidad mejor. No, no hay una realidad mejor que otra, así como tampoco no hay un momento mejor que otro. La realidad de aquí y ahora es única y no tiene comparación. Y porque la realidad no tiene comparación le prestamos a las formas tal y como se presentan en nuestra vida toda nuestra atención. Por ejemplo a la forma de las palabras, cual es una discusión que se debate actualmente airadamente también en la política y los medios de comunicación. Se discute hasta que punto no nos autolimita nuestro afán por ser más correctos en cuanto al empleo del lenguaje. No saber mentir se ponen a la misma altura que no querer mentir y se interpretan como una debilidad. Abstenerse a insultar se traduce como una indecisión o una inseguridad. El esfuerzo por no discriminar con las palabras se dice ser una ingenuidad, una autocastración o incluso oponerse al progreso o a la innovación. Una situación que pareciese reiterarnos nuevamente que si se juega al ganar y perder hay que saber ganar y saber perder. ¡Vamos ya! La humanidad parecía haber dado un paso adelante ya y nuevamente se ponen todos estos logros en cuestión. La igualdad de derechos, la fraternidad, la empatía, la solidaridad. Por eso volvamos nuevamente a la actividad original de nuestra práctica habitual ¿cuál es la actitud o la postura que hemos de tomar durante la meditación en todo momento y sobretodo en aquellos de confusión y de ansiedad? La postura del balance que rige en nosotros mismos cual es a la vez el balance que rige en todas las cosas y en toda dirección. El balance cual nos demuestra que dentro de la corriente de causa y condición absolutamente todo tiene una causa y todo tiene un efecto. Tanto lo que hacemos como lo que no hacemos. Tanto los actos de bien como los actos de mal. Lo que no puede ser una promesa de futuro sino que existe íntegramente en el aquí y ahora. Para ser más claros aun: una mentira, un insulto, cualquier tipo de agresión verbal aunque tengan un buen propósito, jamás serán formas que engendren el bien. Al contrario, siempre estarán fomentando la ilusión de la separación.
Ósea que hemos de encontrar nuevas formas. Formas que en cuanto a la palabras nos permitan actuar bien en el sentido de la verdad pero que por otra parte nos permitan aprobar la prueba cual nos impone la calumnia, la mentira y la agresión verbal. Y que nadie dude que estas formas existen. Le podríamos llamar espacios. Los espacios que existen en todas las formas. Los espacios que ofrece la diversidad. Los espacios que podemos apreciar en nosotros mismos, cuando la mente vuelve al balance y se mantiene libre de confusión. Imparcial a la confusión que provoca el apego. Independiente a la negatividad que conlleva el rechazo. Hay quienes dicen que está sería una actitud de cerrar los ojos ante la realidad. ¿Verdaderamente? ¿Lo haz intentado alguna vez de verdad? De haberlo intentado de veras sabrías que estos espacios justamente se cierran con la moral. De nada sirve entonces el propósito o la voluntad, ya que la fuerza, la energía que desarrollamos a de venir de nuestra integridad. Y quien sigue pensando que esta es una enseñanza teórica absente de cualquier valor en la realidad, lo hace solo porque no sabe lo que hay detrás de la unidad.
Aun así, hemos de aceptar y de expresar que en la realidad que compartimos existe tanto la visión absoluta como la subjetiva. No existe un mundo espiritual separado del mundo secular. No podemos seguir conformándonos con medias verdades, y es que la sociedad en la que vivimos ya no se conforma con la mitad. Quien observa el budismo desde afuera, desde la psicología por ejemplo, podría concluir que nuestra práctica tiene algo esquizofrénico al escucharnos afirmar que en el budismo ayudamos desde la inmovilidad. Ósea que hemos de aprender a dar respuestas plausibles incluso para aquellos que nos miran desde la dualidad. Algo parecido sucede con el empleo de la palabra correcta. Visto desde un punto determinado, hasta aquello de lo que sabemos que es un verdadero remedio en cuanto a la violencia la ignorancia y el odio, el correcto empleo de la palabra, desde un punto determinado puede ser interpretado como un aspecto del totalitarismo que ya tan latente podemos observar en la sociedad. Ósea que ante la realidad que vivimos no hay elección. Y si somos conscientes de que no hay elección hemos de dar un paso más allá, exponiendo la enseñanza sobre Sunyata en su integridad. La forma es el vacío y el vacío la forma de la misma manera como el vacío es el vacío y la forma la forma. Y porque la forma es la forma hemos de explicar que si el budismo sugiere emplear la palabra correcta esto no es por que este promoviendo el pensamiento débil o un buenismo infame. Lo hacemos porque desde nuestras entrañas estamos convencidos que la ignorancia, la avidez y la rabia no cesan si se les agita aun mas. Cesan solo si cesa la fragmentación.
Hay quienes dicen que la verdadera forma de las cosas no existe, que solo es una ilusión. De esto deducen que deben abstenerse a tomar responsabilidad en cuanto a la dirección que toma la sociedad que compartimos. No se si sea premeditado, pero en lo que a mi me concierne prefiero no establecerme en enseñanzas que se quedan en la mitad. Y aunque la verdadera forma no existiese, si dicha conclusión no fuese el fruto de una pésima traducción, y la existencia de autentica forma de todas las cosas fuese solo una ilusión, aun si fuese así, ¿no deberíamos valorar esta ilusión con todo nuestro ser? Profundamente estoy convencido que si. Pues ilusión o verdad, ante este mismo instante de aquí y ahora, no tenemos elección.