Sin tirar de la soga y hacer sonar la campana de la práctica, tu vida seguirá estando marcada por la insatisfacción – Kodo Sawaki
Desde hace ya varias décadas que la industria de consumo masivo viene utilizando mensajes de libertad para cumplir sus objetivos. !Vive la vida!, !Hazlo! !Toma tu vida en tus manos! son de los slogans que frecuentemente podemos escuchar y leer. Frases que en el pasado se pronunciaban en un contexto de movilización social y que nos demuestran la fuerza integradora de la cultura de masas que siempre a sabido asimilar lo nuevo para renovarse y así fortificarse. Mensajes que hoy en día a primera vista expresan el derecho del individuo a la libertad de vivir su individualidad y que sugieren que la mejor manera de hacerlo es expresando nuestras inquietudes y emociones. Y para vivir las inquietudes y las emociones ¿que mejor que llevar un estilo de vida original? Y por supuesto que lo que es la originalidad se define individualmente. Nos preguntamos ¿será solo una coincidencia que la originalidad se defina solo individualmente?
Como en el Budismo sabemos que las coincidencias no existen si no que todo se rige en función a la ley de causa y efecto miramos un poco mas a fondo. Y lo que observamos es que dependiendo del estrato social o de la educación que se tiene, unos buscan la libertad en la cultura, otros en la trivialidades de la televisión y otros en el suspenso de la aventura. Mientras que los motivos de los primeros se pueden encontrar en la búsqueda de la perfección, los otros tal vez se vean motivados por sus ansias de armonía y los últimos tal vez simplemente por su narcismo. Mientras que unos buscan la contemplación, los otros buscan la comodidad mientras que los últimos requieren acción. Pero todos tienen un motivo en común: La diversión. Lo que se nos sugiere a través de los mensajes de libertad de la industria de consumo es que la diversión, definámosla como queramos, es el verdadero sentido de nuestras vidas. ¿Para que vivimos? Para divertirnos, para disfrutar. Ese es el mensaje principal y de esta manera se crea una ansiedad individual y colectiva de hacer de toda actividad una diversión, un evento.
Llegando a este punto esta claro que varias preguntas surgen. Por ejemplo: ¿hasta que punto se puede sosegar la ansiedad de diversión a través de la diversión? o ¿de esta manera el sufrimiento y la decepción no están ya programadas? O tal vez ¿que substancia tienen estas emociones que tanto deseamos satisfacer?
Preguntas, respuestas y dudas que cuando llegamos a un templo Zen o a un lugar de práctica procuramos parar. Paramos esta actividad karmica a través del silencio y nos armonizamos con las actividades del lugar de la práctica simplemente siguiendo las instrucciones. Así, si dejamos detrás de nosotros toda opinión propia, tal vez podamos descubrir las enseñanzas detrás de toda actividad en un lugar de práctica. Pues en el Zen toda actividad contiene tanto un lado espiritual como un lado material. Y toda actividad sigue un orden determinado que se basa en primer lugar en nuestra confianza en el orden cósmico.
Un buen ejemplo tal vez por su simpleza y poca espectacularidad es el simple hecho de lavarse y limpiarse. Una actividad a la cual en nuestra práctica le damos toda nuestra atención al ser el espíritu y el cuerpo una unidad. Así, el lavarse, limpiarse o raparse el cabello no tienen solo un carácter de higiene personal si no que a la vez realizan la pureza. Una pureza a la cual en el Budismo se le da gran importancia y que no significa que se tenga que limpiar algo que antes estaba sucio o manchado ni tampoco que se tenga que embellecer algo, si no que simplemente volver al estado original y natural de todo lo que existe.
De esta manera podemos comprender que las enseñanzas y actividades en un templo Zen no se basan en conceptos idealistas o abstractos pero tampoco son enseñanzas que se puedan comprender en su magnitud con la conciencia y los sentidos de alguien que no practica. Sin la práctica de Zazen todas las enseñanzas del Buda son como el retrato de una campana dispuesta a sonar. Hay que tener claro que si no se tira de la soga de la práctica la campana no sonara.
Por otra parte ¿que sucede cuando la campana de la práctica suena? En ese mismo instante, con todas nuestras ilusiones hemos dejado de soñar. Estemos en Zazen o en la vida cotidiana, al hacer que la campana suene hemos realizado el hecho que la ilusión y el despertar viven solo aquí en este instante como unidad. Nos preguntamos entonces ¿cuántas otras cosas maravillosas me he estado perdiendo en mi ansia por correr detrás de mis expectativas? Y tal vez respondamos: da lo mismo, de no haber sido así, ahora no podría estar aquí haciendo que la campana suene.