Detrás del templo,
Se encuentra el jardín.
¿Vamos a pasear?
Querid@s lector@s, la vía del Zen podría ser tan fácil pero la verdad es que no siempre lo es.
Podría ser tan fácil decir simplemente que en este mismo instante no hay nada a lo que debamos despertar ya que para armonizarnos con nuestro alrededor solo hace falta hacer de instante a instante lo que toca hacer. Pero como todos sabemos tan fácilmente no siempre se logra la simplicidad. Súbitamente aparece el pensamiento, las consideraciones, nuestra opinión y con esta la comparación y la autoridad y nuevamente las cosas se comienzan a complicar. Podríamos decir incluso que solo hace falta soltar el objetivo, desistir de querer ser simples y ya está. ¿Pero no es este mismo deseo de ser simples o el deseo de vivir sin objetivo a la vez un objetivo más?. Es como si hubiese ahí algo que está intentando impedirnos de dar un paso adelante y encontrar el verdadero significado de la palabra progresar.
Aun así, a pesar de esta enorme dificultad intelectual de seguir un objetivo a pesar de saber que cada vez que intentamos de alcanzarlo este se aleja aun más continuamos, seguimos ahí. De instante a instante, día tras día, zazen tras zazen. ¿Por qué? La respuesta quizás sea por que vamos sintiendo alivio al caminar. Quizás por que ya el mismo intento sincero y entregado de vivir desde lo simple nos va posibilitando ver nuestro karma. Comenzamos a ver de donde venimos y porque estamos aquí. Comenzamos a comprender porque las cosas están aconteciendo como lo están haciendo y esta comprensión nos alienta para seguir. Es como si en la lejanía viésemos una luz que irrumpe en la noche, una luz de esperanza, de compasión. Cuando esto ocurre algo maravilloso porque real puede acontecer: la certeza de ir caminando en la dirección adecuada, de encontrarnos sobre una vía de integridad, de emancipación. Algo que muchas veces puede ser verificado directamente en la realidad, por ejemplo cuando nos damos cuenta que si hay alternativas a la competición, la mentira y la discriminación y que para experimentarlo y sentirlo solo hace falta dirigir la atención hacia nuestro interior. Desde ahí observamos desde otra perspectiva lo que significa ganar y claramente vemos que el ganar no tiene porque depender de algo exterior, también puede significar simplemente ser quienes somos de verdad. Suena tan simple y maravilloso que es como si no pudiese ser realidad: ¿Ser quienes verdaderamente queremos ser?, ¿ser quien en mis sueños siempre he querido ser, ser el niño que llevo en mi interior. Aquel niño inocente y feliz que era antes de la gran decepción, antes de la herida que llevo en mi interior? Cuando preguntas como estas acontecen todo se tranquiliza a nuestro alrededor. Y tan estupefactos nos puede dejar el silencio que incluso podemos llegar a cuestionamos ¿será mi alrededor o seré yo? ¿Qué palabras pueden describir lo que se siente cuando experimentamos que entre ambos, el mundo exterior y el mundo interior, en realidad no hay separación?
Querid@s amig@s, con estas palabras solo pretendo invitarles a seguir cuestionándonos desde la postura de Zazen. Tanto como individuos como en lo social hemos de seguir dando pasos adelante. Sobretodo en tiempos en los que el autoritarismo, el proteccionismo y la mentira vuelven a proyectarse como alternativas para la sociedad en la que convivimos hemos de seguir nuestro camino de verdadera emancipación. En este sentido va aquí este texto que he traducido libremente:
FEMINISMO Y ZEN
Si, un feminismo molo es mejor que ninguno. No hacer nada contra una situación de precariedad es siempre la peor solución. Esto lo aprendemos en la practica del Zen muy bien. Sea en el zendo, sea en la cocina, en el trabajo o bien en una ceremonia, la conducta coherente siempre es de importancia vital. Quien, para dar un ejemplo, alguna vez a trabajado en un jardín Zen sabe que el enemigo mas grande de un jardín no es el clima sino que la suciedad y la hierba mala. El tiempo cambia con las condiciones meteorológicas, con las estaciones del año y este cambio se refleja en el jardín. Pero con la hierba mala esto es diferente. Esta interrumpe el flujo natural de las líneas y lo hace una y otra vez. Ósea que la yerba mala exige imprescindiblemente nuestra acción ya que su expansión depende solo de nuestra propia reacción. Algo parecido ocurre también con el patriarcado. Sin que nosotros hagamos activamente algo en su contra este seguirá ahí expandiéndose cada vez más.
Ósea que para combatir la hierba mala se requiere activamente de la practica de la atención. Esto vale tanto para un jardín Zen como también para la sociedad. Por esta razón comienzo a investigar las raíces de la hierba mala llegando hasta su definición más general: el patriarcado describe una situación de dominancia. La relación de dominancia del hombre sobre la mujer que en la sociedad así como la conocemos lleva anclada desde hace siglos. Describe una situación de desbalance cual pone a la mujer en una situación de sumisión. Este punto me llama la atención. Por lo general vemos a los ganadores como ganadores y a los perdedores como perdedores lo que implica que asumimos que la separación es algo real. Por una parte las mujeres, por otra parte los hombres. Por una parte el bien, por otra parte el mal. Por una parte los nacionales por otra parte los extranjeros. Por una parte las flores por otra parte la hierba mala. ¿Pero están todas estas cosas verdaderamente separadas unas de las otras? Lo que quiero decir es que todos fenómeno lleva algo de su opuesto dentro de si. Un aspecto de la mujer es su masculinidad, lo bueno no existiría sin el mal, de la misma manera como el extranjero es una aspecto del nacional. Sin extranjeros, sin naciones, no habrían nacionales así como si no hubiese yerba mala todas la plantas serian iguales. Ósea que inevitablemente todos estamos conectados por lo que lo veamos o no, si sufre el otro sufrimos nosotros también. Algo que queda muy claro cuando hay una situación en la cual hay ganadores y perdedores. En una situación de injusticia el perdedor tiene que someterse y por eso sufre – esto es de fácil comprensión. Lo que muchas veces no vemos es el sufrimiento del ganador. ¿Qué sufrimiento? El de la fragmentación, el sufrimiento de la necedad, el sufrimiento de la compulsión.
Actuar contra una sufrimiento y más aun contra uno institucionalizado es un deber de todos, esta es una verdad inevitable. ¿Pero cual es el camino correcto? ¿Hay alternativas al reemplazar una compulsión por otra? La respuesta a esta pregunta es claramente que si. Con esto estaríamos en lo que es un mal feminismo. El feminismo malo se basa en la fragmentación, en la separación. Se sostiene y se promulga en base a lo que identifica como el enemigo. Lo que en ultima instancia significa compensar una compulsión por otra. Se basa en una política en la cual el fin justifica los medios adoptando así automáticamente la visión de que existe un momento mejor que este que esta aconteciendo aquí y ahora. Pero con ello la separación se profundiza aun más si cabe. La compulsión se tapa, se trasladada al futuro, ahí donde queda lejos de una posible sanación. En la práctica del Zen hay alternativas a esta vía que inevitablemente conduce a más sufrimiento. Este es el camino de la autodeterminación y de la emancipación. Una vía que comienza directamente ahí donde comienza la compulsión, en la fragmentación. Dirigimos nuestra atención hacia el aquí y ahora inmediatamente vemos todo lo que tenemos en común: vemos como estamos entrelazados unos con los otros. En cada movimiento, con todo pensamiento, con toda emoción. Respetamos esta conexión y le prestamos cuidado, de manera natural se comienza a desarrollar la empatía dentro de nosotros. La impermanencia sigue presente,si, todo sigue emergiendo y desvaneciéndose de un instante en otro pero este es el curso natural. ¿Pero como incide la empatía en nuestro comportamiento social? La respuesta se da con toda naturalidad: con solidaridad y resistencia. Solidaridad con todos los que sufren por la compulsión y resistencia contra esta misma enfermedad. Pero esta alternativa no concluye aquí ya que tanto la solidaridad como la resistencia acabarían nuevamente en la compulsión si no se les sumara la practica de la activa atención. Y para ser más preciso es justamente este movimiento de volver una y otra vez a la realidad lo que ofrece la verdadera fuerza antagonista contra la mentira y la instrumentalización.
A lo más tardar aquí comprendemos porque la emancipación no es algo que concierne solo a las mujeres. Emanciparse significa hacernos conscientes de nuestras ilusiones como los padrones de conducta que son típicos de nuestro genero y autodeterminar que significa de verdad ser mujer, ser hombre. ¿Qué significa ser mujer más allá de lo impone la sociedad, más allá de ser hija, madre, hermana, ama de casa o profesional? Y más allá, que significa ser hombre más allá de la compulsión de ser rudo, poderoso, fuerte, joven o exitoso? Más allá de la idea delirante sobre una posible invasión del enemigo, sobre la perdida de la identidad cultural o de tener que ser el protector. Más allá de todos estos condicionamientos, ¿que significa ser mujer? ¿que significa ser hombre? Como hombre la respuesta a esta pregunta la encuentro en el aquí y ahora. Cuando vuelvo con la atención de todas estas compulsiones a la realidad, mi masculinidad es mi autodeterminación. Estoy seguro que muchas personas, mujer u hombre, sentirán igual.
Según la ley de causa y efecto es hoy cuando se determina como será la sociedad de mañana por lo que sigo investigando en este punto sobre la autodeterminación más allá de la compulsión con la esperanza de encontrar alternativas. ¿Existen otras vías que no sea el de la competición, hay otro camino en la educación que no sea el de la exclusión, que no sea el de la senda del pánico o de la respuesta temerosa?. Si, lo hay. Mientras exista una manera de mirar en nuestro interior lo hay, Mientras tengamos la posibilidad de estar en contacto con la verdad sin compromisos siempre lo habrá. Y es que solo ahí podemos superar la separación y con ella desenmascarar ilusiones como las de la dominancia o de la sumisión por lo que son. Como la yerba mala en el jardín de nuestro ser. Como el verdadero origen para el patriarcado. Y es que lo que vemos en el mundo exterior siempre será un reflejo de lo que acontece en nuestro mundo interior.
Si, un mal feminismo es mejor que ninguno. No hacer nada contra la yerba mala significa aprobarla y esta aprobación es en un jardín Zen siempre la peor opción ya que la yerba mala y la suciedad impiden el flujo. Contrapuesto se encuentra la vía de la autodeterminación y de la emancipación. En un jardín Zen esta vía se representa con las vías del agua. La líneas del agua conducen alrededor de las piedras. Estas piedras pueden ser vistas como obstáculos para el agua pero en realidad no lo son. El arte de un jardín Zen consiste justamente en hacer de las piedras el río que jamás deja de fluir.