FRAGILIDAD

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El canto libre,
Con el mudo silencio,
No tiene lugar.

Sin dudas, así como en toda creencia, también en la práctica del Zen existe un punto de inflexión. Un momento que arriba tan seguro como a la inhalación le sigue a la exhalación y que provoca que la verdad absoluta desaparezca de nuestra percepción como los brazos marginales de un río que se quedan estancados entre la montaña y el mar hasta que terminan por desaparecer. Un instante en el cual perdemos de vista nuestra conexión con el movimiento universal y que nos hace olvidar que los polos aparentemente opuestos, lo puro y lo impuro, el ruido y el silencio, la montaña y el mar, no son otra cosa que dos caras diferentes de una y la misma verdad. Un punto que incluso así tal vez no tuviese mayor importancia si dejásemos la actividad mental ser lo que es. Si supiésemos convivir con el pensamiento sin identificarnos con el. Pero lamentablemente muchas veces confundimos nuestros pensamientos y nuestra imaginación con la realidad. Sin considerar los condicionamientos de la conciencia que alteran nuestra percepción. Sin tener en cuenta el hecho de que interpretamos la realidad en función de valores heredados y experiencias hechas ayer. Y discriminamos. Y juzgamos. Y actuamos… Un punto que así expone la fragilidad de la verdad cuando esta se ha convertido en un ideal.

Tal vez sea este momento de inflexión también el momento en el cual nacen fenómenos sociales como el fundamentalismo y el radicalismo en una sociedad que basa sus principios sobre la razón. Aquella razón que constituye el fundamento de toda democracia y de toda sociedad moderna. El punto de equilibrio entre la libertad individual y la sociedad en la que el individuo vive. Un balance que siempre se ve alterado cuando en función de un ideal se intenta utilizar el poder o la fuerza para imponer una verdad, ya que para que unos ganen tienen que haber otros que pierdan también. Un punto donde brota el radicalismo religioso también. Pues si somos sinceros ¿cuantas veces no podemos observar como los creyentes de una u otra creencia anteponen su sistema religioso a la razón? ¿Cómo no solo juzgan a partir de un determinado código moral, si no que también conciente o inconscientemente generalizan obstruyendo de esta forma la verdad? La verdad de una realidad que se caracteriza por su variedad, que cambia de instante a instante y en la cual todo tiene su lugar y su función. Generalizaciones que en el mejor de los casos ocultan la verdad y que en el peor nos dicen que existe una verdad mejor.

Pero hablando de la verdad ¿cuantas veces no podemos observar como se intenta influenciar sobre las leyes o la libertad de la prensa aplicando el favoritismo con tal de imponer una verdad?¿Y cuantas veces más tendremos que ver como se margina a alguien por que no coincide con nuestra creencia o nuestra opinión? ¿O será tal vez casualidad que muchas veces los diferentes grupos religiosos le dediquen a los medios de comunicación gran parte de su inversión?. Hay quienes dicen que este juego es parte de la democracia, pero considerando la importancia de la paz social, tal vez sea el momento de recapacitar. De reflexionar si es más importante imponer nuestra visión sobre la verdad absoluta, a hacer prevalecer la razón. La razón sobre la cual se basa toda democracia, sobre cual posa la constitución, sobre la cual se basa las ley. Y para ser más claros, esta tendencia de imponer una verdad a la razón y a las leyes es una tendencia, que muchas veces se mantiene silenciada en una sociedad como un tabú. Muchas veces incluso bajo el manto de la unidad. Una tendencia eso si que como un sable de doble filo, sirve para imponer nuestros intereses a otros pero que también tan dañina puede ser para la convivencia en paz de una sociedad. Más aun si el propósito de la sociedad es darle espacio a todos para que convivan en paz. A los creyentes de los diferentes sistemas religiosos, como a los que no creen también. Concluyendo, tal vez sea una de las principales explicaciones para el radicalismo religioso el hecho que en la práctica religiosa muchas veces se legitimiza anteponer la creencia a la razón. Tal vez sea hora de aceptar que la convivencia en paz en primer lugar pasa por aceptar las leyes de la sociedad secular en la que vivimos, adaptando nuestra verdad absoluta a los derechos elementales y las leyes en vez de intentar de adaptar la sociedad a nuestra visión de la verdad.

Estamos convencidos de que todo quien práctica cualquier forma de creencia comprende muy bien de que dificultad estamos hablando. En el fondo la dificultad de no saber hasta donde practicar la verdad. Y de la misma manera estamos completamente convencidos también que en todo tipo de creencia existen métodos o formas para volver a la esencia y a la pureza espiritual. En nuestra práctica de Shikantaza, solo sentarse, la principal actividad consiste en volver una y otra vez de la actividad mental a la realidad de este instante. Volver de la imaginación a nuestra respiración, de nuestros sueños a nuestra postura corporal, de lo que nos separa al encuentro con todo nuestro alrededor. Así, mientras estamos sentados en Zazen, volvemos una y otra vez a los diferentes aspectos de nuestra postura. A la respiración, a la postura corporal, y a la mente del aquí y ahora soltando una y otra vez hasta la más profunda convicción. Soltamos así tanto la ilusión como también Buda y la aspiración a la iluminación. Una y otra vez. Sin permitir que la mente se pose sobre ningún ideal. Y de manera natural, con el tiempo, sin que esto sea el propósito de nuestra meditación, nos vamos reencontrando con la creatividad y la vitalidad de la verdad. La experimentamos, la vivimos y vamos comprendiendo así que si la verdad existe, esta no puede ser algo rígido y que por eso no puede ser adquirida de una forma u otra. Así arribamos hasta la comprensión de que la rigidez es más bien un estado de nuestra propia mente, una dificultad. Comprendemos que la verdad debe ser más bien algo que refleja el continuo movimiento de la realidad. Un movimiento en el cual todo esta entrelazado entre si. Algo que así a la vez nos hace reconocer profundamente la ilusión de la separación y que así nos permite comprender que dar un paso atrás, puede significar dar verdaderamente un paso adelante. Ya que ver lo que nos une no solo que nos imposibilita agredir a otro en nombre de la verdad, no solo nos posibilita reencontrarnos con la esencia y la creatividad de nuestra verdad que tan claramente percibíamos antes de que esta se hubiese convertido en un ideal sino que sobretodo abre aquí y ahora abre anchamente las puertas para la convivencia en paz.

En la práctica de Zazen, cuando arriba el punto de inflexión que provoca creernos extraviados entre la soledad de la montaña y el frío del mar, sin rechazo alguno nos dejamos absorber por la tierra hasta desaparecer. Sin apego dejamos que la corriente siga su camino hasta desembocar en el mar. Volvemos una y otra vez a la realidad de este instante, de nuestro cuerpo y de nuestra respiración hasta que naturalmente la actividad mental se comienza a calmar. Hasta que nuevamente volvemos a reestablecer nuestra conexión con el constante movimiento de la vida que expone lo puro y lo impuro, el ruido y el silencio así como cualquier verdad absoluta o parcial, como diferentes rostros de la verdad y su fragilidad.

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