HÁBITOS


Uno con el agua,
¿Dónde ves el origen?,
¿Dónde el final?

Todo arroyo tiene una fuente de origen. Todo río emboca tarde o temprano en un agua mayor. Pero porque un río tiene un lugar de origen y porque emboca por otro lado en un agua mayor ¿podemos decir que un río tiene comienzo y tiene fin? Una pregunta que frecuentemente aparece en nuestra práctica después de haber experimentado por primera vez la unidad. Una interrogante que nos conmueve desde adentro y que nos hace cuestionar incluso el tiempo y la moral.

El tiempo porque comenzamos a comprender que en este mismo instante y en este mismo lugar no existe separación entre el origen de un río y el lugar donde este desemboca en un agua mayor. Y la moral porque al experimentar el hecho que el arroyo esta directamente conectado con el mar, de manera natural comenzamos a comprender que el bien y el mal no son otra cosa que tiempo, ósea que una ola fugaz sobre la superficie del mar.

El mismo tiempo en el cual lo que ayer estaba bien hoy está mal y en el cual lo que hoy esta mal mañana puede estar bien. Así, desde lo que pensamos que es una comprensión mas amplia, quizás algunos de nosotros arribemos a la comprensión que el tiempo y la moral en realidad no son otra cosa que dos aspectos diferentes de la ilusión. Algo que muchas veces conduce a concluir que la liberación del sufrimiento en realidad no es una cuestión del bien y del mal sino que de ignorancia o de sabiduría. ¿Pero será esto así? Lo cuestionamos. Y lo cuestionamos porque ya en la forma vemos el habito que caracteriza la mente dual de poner las cosas en oposición. De la misma manera como solemos pensar el origen contrapuesto al final también ponemos la ignorancia y la sabiduría en oposición. Dualidad porque solo vemos lo que queremos ver. Algunas veces desde una visión mas amplia observamos que el origen de un arroyo siempre esta conectado con el mar pero perdemos de vista que el origen de un arroyo es el origen y la desembocadura de un río es solo la desembocadura y nada más. Lo que de la misma manera ocurre también con la ignorancia y la sabiduría. Pues la ignorancia es solo la ignorancia y la sabiduría es íntegramente solo la sabiduría. Existe una relación entre ambas y se influencian mutuamente, pero en todo instante la ignorancia es completamente la ignorancia y la sabiduría solo la sabiduría. La pregunta que surge entonces es ¿por qué ponemos la ignorancia y la sabiduría en contradicción? Una pregunta que así nos devuelve nuevamente hasta el origen del sufrimiento y que sobretodo nos recuerda que Dukkha, el sufrimiento, no es algo que afecte solo el comportamiento y el habla sino que la mente también en forma de la costumbre mental. Un habito de la mente que si observamos con atención esta siempre presente como un fiel guardián y que se mueve con el tiempo de manera lineal. El habito de crear contradicciones donde no las hay, el habito de aferrarnos a una verdad, el habito de hacer de una creencia un ideal, el habito de justificar el mal en nombre del bien, el habito de dejarnos llevar por nuestras creencias en vez de comprobar los hechos hasta el final y otros tantos hábitos más.

Así por muchas enseñanzas que escuchemos, por más que estudiemos las enseñanzas del Budismo Mahayana y el Sutra del corazón, por mas que interioricemos la frase “la forma es el vacío, el vacío es la forma” aun así no habremos llegado hasta el final de la forma. Aun así seguiremos dando vueltas en la dualidad sin haber llegado al punto donde no hay ignorancia ni extinción de la ignorancia. Esto simplemente porque seguimos atrapados por los hábitos de nuestra manera de pensar. Hábitos que nos impiden ver más allá de nuestro horizonte mental. Que no nos dejan ver nuestro propio sufrimiento que alimenta nuestra trampa personal y que nos mantiene dentro de la eterna rueda de samsara ansiando una libertad que jamás alcanzaremos de verdad. Prisioneros de nuestro propio habito de hacer de la verdad un ideal. Lo que sucede frecuentemente cuando aun no hemos aprendido a aceptar las cosas como son y en nuestra ansiedad por encontrar orientación nos aferramos a nuestra interpretación de la realidad y con ello a nuestro ruido interior. El ruido de un río que corre sin cesar y que con su intensidad a muchos de nosotros nos ha llevado a quedarnos atrapados al margen, en un espeso lugar entre la luz y la oscuridad. Entre la esperanza y el temor. Y que absurdo y dramático se vuelve todo cuando engañados por lo que interpretamos como la mas alta verdad comenzamos a justificar lo injustificable en nombre de la Fe. Ciegos a lo que la forma revela sin tener que mirar, sin tener que alzar la voz.

Tal vez por esta razón se diga que los idealistas no saben escuchar. Escuchan pero no de verdad. Miran pero no ven de verdad. Quizás porque el ruido interior es tan alto que no les permite percibir que al igual como la luz, el cielo el agua y el viento son diferentes elementos que componen el mar, también es verdad que la luz es la luz, el cielo el cielo, el agua el agua y el viento el viento a la vez.
Ósea que lo relativo y lo absoluto existen íntegramente y a la vez. Esto es algo que muchas personas de diferentes direcciones de la práctica espiritual comprenden con claridad y que otras aun no pueden ver. Y también hay personas que creen comprender. Que creen ver la unidad de lo absoluto y lo relativo a la vez y que piensan que eso les da la legitimidad para influenciar, para manipular, para insultar, para agredir, para misionar ¿Será eso el despertar? ¿Será eso amor? Ósea que tal vez sea la hora de poner claros limites a toda práctica espiritual. Limites que hagan que se respete la ley. Limites que garanticen la integridad individual, que claramente establezcan que si alguien no quiere nadie le puede obligar por mas que se piense que se está haciendo en nombre del bien. Limites que mas allá de cualquier dolencia espiritual permitan que la paz pueda prevalecer.

Y es que este es tal vez el mensaje mas importante que nos transmite lo relativo y lo absoluto en unidad. La certeza de saber que la paz y la unidad en realidad son la condición normal de todas las cosas y la separación en todas sus expresiones en realidad es una dolencia espiritual. Un mensaje libertador en toda dirección porque trae consigo claridad a la confusión. Que nos demuestra desde el interior que no es ni la espiritualidad ni la religión lo que ha creado dependencia, miseria y opresión así como frecuentemente hemos escuchado a través de la historia, sino que el habito humano de hacer de una creencia un ideal y a partir de ahí actuar de acuerdo a esta comprensión. Y lo que nos podemos preguntar llegando a este punto es si tomando en cuenta la historia de los últimos 500 anos de la humanidad y los sucesos que afronta hoy en día la comunidad global es si a pesar de todo el progreso que hemos experimentado, este habito a cambiado de verdad.

Una pregunta que nuevamente nos recuerda el hecho que no practicamos por placer. Que en realidad practicamos el soltar toda formación mental por necesidad. Así nos lo confirman nuestros hábitos mentales que son los hábitos de toda la humanidad. Así, ¿quién más duda que la práctica no tenga ni comienzo ni fin?

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