LA CORRIENTE

En esta quietud,

La corriente se viste.

Traje del viento.

¿Quien dice que el lenguaje de la naturaleza es pura fantasía? ¿Quién dice que las tonalidades de sus colores no compaginan con los elementos, que las ramas no les dan una voz al viento y que las aves nos vuelan al compas de su movimiento? ¿Quién dice que al silencio no le van los colores y que no hay alegría en el invierno? ¿Quién lo dice? Y sobretodo ¿por qué lo dice? ¿Es que no ve cuando llora la bosque del suelo? ¿Es que no nota que el plateado del otoño también refleja la paz y no solo el olvido? Abramos los ojos. Abrámoslos de verdad para ver más allá del telón que nos han impuesto nuestros propios valores y prejuicios. Al hacerlo quizás incluso nos demos cuenta que cuando indagamos sobre la naturaleza en realidad lo estamos haciendo sobre nosotros mismos. Nos sumergimos en el gris del otoño y en cada una de sus tonalidades vemos un trazo diferente de la historia social que vivimos actualmente.  Nos encontramos con las categorías que desde hace siglos venimos portamos con nosotros. Con los valores heredados. Con los conceptos aprendidos.

Si. Lo que vemos y sobretodo como lo vemos refleja nuestra historia y con ella también la de nuestros ancestros. Hasta aquí todo bien. Nada malo en ello. Los problemas comienzan solo cuando en base a nuestra comprensión de la realidad intentamos sacarle provecho a la situación y comenzamos a interpretar las intenciones del viento, culpando al otoño e indirectamente dándole la preferencia a la primavera. Es ahí cuando comienza la disonancia. Cuando nos aferramos a nuestra realidad y declaramos lo diferente como fantasía. Así que dediquémosle más atención a este momento. Una vez más: se trata de nosotros mismos ya que es aquí donde se deciden los limites que nos autoimponemos a nosotros mismos ¿Nos pondremos ya nuestra armadura aferrándonos a la ilusión del control y del poder a través de nuestros conceptos? O ¿estamos dispuestos para el verdadero encuentro sobre un campo vasto y libre de prejuicios e intereses? Me repito y soy consciente de ello. Y temo que por el bien mio, de nosotros, de la naturaleza, de las generaciones que se aproximan y del espacio tiempo que compartimos, tendré que seguir repitiendo el mantra de la unidad absoluta que Gautama hace 2500 años tras su experiencia bajo el árbol Bodhi ya platicaba: “Yo y todos los seres sobre la tierra simultáneamente nos hemos realizado“.

Es verdad, ahí donde el encuentro libre de valores y conceptos acontece, es un espacio donde el dinero, el reconocimiento social y el poder pierden el valor que históricamente les hemos adjudicado. Pero, ¿hay algo de malo en ello? Fuera de perder una falsa identidad, realmente hay algo que se puede perder si no se nos reconoce por nuestras apariencias? Que no se me entienda mal. No quiero decir que hay que ser pobre para experimentar la realidad. Solo quiero decir que por el bien de todo lo que conocemos es necesario aprender a diferenciar entre las propias ideas y el idioma innato de la naturaleza. Los arboles que se recogen en invierno, el arroyo que siempre tiene una voz temblante, el aire que siempre guarda el silencio y la luna que detrás de la montaña algunas veces se viste de rojo, todos ellos indican algo en concreto, pero para entenderlo es necesario observar sin rechazo ni apego alguno.  

Como el agua de un rio que tiene predeterminado su recorrido. De esta manera se entiende muchas veces el karma. Por esta razón propongo ahora que le demos al karma un significado diferente, como aquel de un proceso en el cual a través la corriente de causa y condición nuestras acciones de hoy tienen un impacto directo sobre los sucesos de mañana. No lo sé pero quizás de esta manera fuésemos más precavidos en cuanto todo lo que nos rodea. En lo individual, en lo colectivo pero sobretodo con la naturaleza. Y es que veríamos con mucha más claridad que el karma individual no influye solamente sobre el karma colectivo si no que también sobre el karma del pasado que a la vez está conectado tanto con el karma del presente al igual como con el karma del futuro. ¿Como actuar entonces de manera concreta en el aquí ahora? Dejando atrás el interés propio sintonizándonos verdaderamente con el idioma de la naturaleza. Armonizándonos con cada una de las cuatro estaciones, siguiendo el trayecto del viento,  haciéndonos uno con la corriente del rio.  

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