Claro, oscuro.
De la luna desprende,
Rico aroma.
Cuando en la luna ya no yerran las claras del día, cuando brilla radiante en una noche oscura y silenciosa, es como una flor que se abre y desprende su aroma. Es como una mariposa que revolotea por un campo de flores blancas. Es como un corazón inmortal que incesantemente late a pesar de la profunda oscuridad que le rodea. Es como la consciencia intrínseca que se desprende de la mente y que revela uno de los tesoros más apreciados que hay en la vida. La conciencia que ya desde siempre ha estado y estará presente. El obsequio que la comprensión de la autentica unidad trae consigo.
Oscuro y claro, noche y día, bueno y malo, débil y fuerte, vida y muerte. Todos los opuestos pensables se disuelven ante la luz de la luna. Cuando el tiempo se desvanece y el ayer aclara lo que hoy acontece y a la vez predice lo que traerá el futuro. Cuando el tiempo sin tiempo acontece. El lapso que nos permite reconocer con claridad el rumbo que debemos tomar pero también todo comportamiento inconsciente y nocivo que ha acontecido dentro de un ciclo de tiempo interminablemente repetitivo. Como las guerras. Como la discriminación. Como la pobreza. Como la incomprensión de nuestra propia naturaleza. Comportamientos que se encuentran enraizados en los sentimientos que cultivamos, en las palabras que empleamos, en lo que hacemos y hasta en lo que no hacemos. De esta manera, cuando la luz de la luna aclarece nuestra existencia lo que realmente aclarece es nuestra conciencia. Es como recuperar una joya que habíamos arrojado muy lejos. Es como poder explorar el propio cuerpo aun sin poder verlo. Es el obsequio de la presencia plenamente enfocada en este instante.
El rio del cambio continuo es un rio que nunca volverá a ser el mismo pero que aun así transporta consigo una vaga dulzura. Es el retorno a la inocencia. El volver al hacerse consciente sobre el hecho de que todo lo que surge aparezca por que es la naturaleza de las cosas de que todo cambie, de que todo surja y constantemente desaparezca. Hablo del lugar y tiempo que acontece antes de que la identidad se establezca. Entes de que el nombre, la edad, el idioma, la nacionalidad y el genero aparezcan . Antes de cualquier gusto personal exista. Es un lugar de paz absoluta. Donde el mirar la realidad desde perspectivas diferentes no es ni bueno ni malo, sino que simplemente un aspecto más dentro de una realidad constantemente cambiante. Un lugar de conciencia natural donde es posible no solo comprender el ir y venir de las causas y condiciones sino que también aprender a no caer en la repercusiones que estas implican. El maestro Dogen decía “el hielo de la primavera mismo, derrite el hielo”. Lo que quizás quiera decir que somos nosotros mismos, que gracias a la luz de la luna tenemos en mano cambiar aquellos patrones de conducta que frecuentemente le llamamos nuestro destino. En el horizonte de un futuro ya no tan lejano ya se divisan las nubes oscuras del cambio climático que nosotros mismos a través de nuestra incomprensión de nuestra propia naturaleza hemos provocado. A pesar de ello seguimos fomentando la guerra y seguimos pensando que el método más propicio para enfrentar este karma es la intimidación a través de la adquisición de más armamento. Me pregunto. Nos pregunto: ¿Será este el camino más indicado?
Bajo la luz de la luna claramente se comprende lo que ya muchos antiguos han dicho: no hay vía hacia la paz, la paz es la vía. Un solo sentimiento de rechazo y ya podemos comprobarlo pues ya nos hemos apartado de la unidad que une el futuro el pasado y el presente. Un solo pensamiento de apego y ya podemos comprenderlo, pues ya nos hemos distanciado de lo que nos une a todo lo demás que nos rodea. Y aun así y al mismo tiempo la pálida luna sigue su camino entre aguas y vientos. Cruza campos floridos donde revolotean mariposas, cruza blancos cementerios donde lloran pinos negros. Es hora de despertar. La luna brilla radiantemente cuando la noche es más oscura.
