Sobre el bosque,
Luna que brilla de día.
Inadvertida.
Noche tras noche frente a la oscuridad y a la tierra dormida. Pareciese estar sola. Pareciese estar desnuda. Aparentemente lo ha perdido todo. Al parecer no tiene nada. Aun así parece a la vez estar despreocupada. No le interesa llegar, no le importa alcanzar o no su meta. Es la luna. Es la luna llena. Redonda como una sandia imperfecta. Pálida como una nube de primavera. Consciente que siempre estará de viaje, mientras que las nubes pasan en un eterno conocerse y desconocerse, ella mantiene la calma. De esta manera las nubes que pasan hacen aún más redondo su cuerpo. Se siente su aliento, se escucha el latido de su corazón que es a la vez el latido del corazón de todo el universo. Un día le pregunto un monje al maestro Tosu Daido del distrito Jo:
- ¿Qué sucede si la luna aun no está redonda?
El maestro Tosu respondió:
- La luna se traga dos o tres lunas.
El monje volvió a preguntar:
- ¿Y que sucede cuando la luna se ha vuelto redonda?
El maestro Tosu respondió:
- Entonces escupe fuera siete u ocho lunas. (1)
Cuando la luna es una luna solo imaginada, vemos a la luna como un astro solitario en la noche. Su presencia nos provoca nostalgia. Sentimos melancolía por el pasado, sentimos la ausencia del otro como la separación de nuestros seres queridos. Por otra parte cuando la luna es la verdadera luna llena, la luna no es otra cosa que la luna pero aun así jamás esta sola. Al igual que su redundes no necesariamente se caracterice por ser precisamente redonda, como su soledad que en vez de significar ausencia en realidad evidencie una constante presencia. Es la presencia de todo el universo que se expresa como el inmenso silencio. Entonces su constante movimiento se convierte en si mismo en un lugar sagrado y las nubes no hacen otra cosa que solo redondear aún más si cabe su cuerpo. Si, es verdad el pensamiento humano aun no puede despojar a la verdadera luna de su sentido. Pero esto solo porque la luna no se mueve al compas de un movimiento crónico que solo lleva hacia adelante. Solo por que no es una maquina gigante que se mueve sin control hacia un futuro imprevisible. Por lo que su forma, la redundes de su cuerpo, la palidez su rostro y la ausencia de propósito en su viaje si que conciernen, si que son muy importantes.
La luna cuando pasa de día, sea por la luz y la falta de contrastes o sea porque las nubes cubren el cielo, fácilmente puede pasar desapercibida. Como la mente que busca provecho y que tiene invadida hasta los sentidos. O como el proteccionismo cultural impuesto con más o menos violencia por una mayoría consintiente. Pero aun así, aun así, la luna llena cuando la vemos a travez de su cuerpo, siempre, aunque sea de día, también predica: sin el avance interior no hay avance en lo externo. Con lo que una vez más nos recuerda: en una práctica en la cual la meta no está separada del comienzo, en la cual el día no está separado de la noche, como no lo está lo interno de lo externo, las formas, su forma, son toda la noche y todo el día, son el principio como también el comienzo, son tanto lo interno como lo externo. Con otras palabras, la redundes de la luna son todas las formas del universo al mismo tiempo.
El monje quiere saber que es la luna antes y después de haberse vuelto redonda. A lo que el maestro le da a entender que el misterio de la luna llena radica en su movimiento. En el movimiento de la luna no hay un antes y después, no hay un oriente u occidente, no hay un dia o noche o un comienzo o un fin. El movimiento de la luna en realidad es presencia pura. De esta manera la luna llena forja en la oscuridad su camino. De esta manera cuando es verdaderamente redonda escupe siete u ocho lunas nuevas.
(1) Shinji Shobogenzo – Colección de 301 Koan de Dogen Zenji. Caso 13, Libro 1