Es primavera,
Vuela entre flor y flor.
La mariposa.
Revolotea una mariposa y se posa sobre los primeros brotes de la primavera. El cielo azul se extiende como un telón de agua sobre el que posa la hojita nueva. Nada extraordinario dicen unos y tienen razón. Pero aun así cuanto se equivocan. Y es que no ven que la mariposa lleva consigo el espíritu de la primavera. Siempre fresca nunca se queda estancada. Nunca se pierde a si misma en un sueño inefable. Se posa de flor en flor, si, pero solo se deja llevar por la brisa del aire nuevo. Jamás le acompaña una intención en su vuelo. No aspira a ser mejor. No es su intención ser más bella, mas extravagante, más exuberante que todas las otras. Ella solo fluye en silencio poniendo en practica con su vuelo el equilibrio que en todo yace.
Tan cercana pero a la vez tan distante. Observamos la mariposa pero no comprendemos que lo que vemos en ella en realidad lo llevamos dentro. Y es que la mente que se posa en realidad es una mente que piensa en fragmentos. Se apoya sobre recuerdos. Se respalda en situaciones que han ocurrido en el pasado, que en su día han cumplido un objetivo. Experiencias eso si que nos guste o no, no solo que ya no sean vigentes, si no que también se han quedado obsoletas ya que contaminan la percepción clara y fresca de lo que ocurre en el momento presente con asociaciones y comparaciones. No, con su típica división en buenos y malos que le caracteriza definitivamente no es una buena consejera cuando lo que se requiere es adaptarse a situaciones nuevas. Dentro de este tipo de moral a los buenos les siguen los malos como a la vida le sigue la muerte, a la democracia le sigue la dictadura y a la paz le sigue la guerra ocultando el mecanismo que aparentemente eternamente se mueve en círculos y al que muchas veces le llamamos denominamos destino. Pero aun hay esperanza pues siempre hay alternativas. Cuales se encuentran yendo hacia el interior. Ahí donde se encuentra el centro del circulo. El lugar donde todo se tranquiliza. El lugar donde nos encontramos con el verdadero equilibrio.
El equilibrio para el maestro Dogen es como un canto que con el tiempo va ganando volumen. Lo que implica que el equilibrio de manera dinámica va influyendo sobre la conciencia como la conciencia va influyendo sobre el equilibrio. Lo que a la vez puede significar que el equilibrio se refleja en la postura como lo hace también sobre la mente, o que se expresa tanto en lo relativo como también en lo absoluto. Con otras palabras el equilibrio en realidad significa una comunión entre todo lo que nos rodea con nosotros mismos. A partir de ahí es posible incluso hacernos conscientes de nuestro propio karma para aprender a no caer nuevamente una y otra vez en las mismas acciones con sus respectivas consecuencias. Quizás sea esta la razón por la cual el equilibrio en la practica budista sea considerado como una joya cubierta por un piedra sin que se pueda decir si toda la piedra sea por completo una joya o no.
La mariposa revolotea sobre las flores blancas y lleva consigo una mensaje de esperanza. ¿Es la ilusión que nuevamente echa su red? ¿Qué con su promesa de futuro nos impide hacernos responsables ahora mismo? No si comprendemos la esperanza desde el equilibrio. Como un reflejo de la acción correcta cometida ahora y que infaliblemente tendrá sus frutos. No si comprendemos el equilibrio como un mensaje de paz inequívoco. Y es que desde el equilibrio se comprende desde la medula que los fines no justifican los métodos pues ahora es y será siempre solo ahora. Se comprende desde los huesos que las guerras solo dejan perdedores. Se posa de flor en flor la mariposa bajo el cielo azul de la primavera. Es un cielo de paz y es un cielo de reconcilio. El reconcilio con nosotros mismos. Con nuestra verdadera naturaleza.