Paso a paso,
Subiendo y bajando,
En la montaña.
Como la luna que lleva tanto tiempo alumbrando el universo, también la silenciosa montaña siempre a estado ahí manteniendo su postura. Sin aspirar a nada, sin intentar de llegar a ningún destino. Sin lucha ni planes, aceptado y abrazando todo. De la mano de la noche, de la mano del día. De esta manera el peregrinaje siempre ha sido a la vez el lugar sagrado. El sitio que revela tantas historias. Sobre las golondrinas que pasan de día. Sobre la ilusión de un sol solitario que siempre ha estado dando vueltas. Sobre las primaveras de agua. Sobre las noches estrelladas sobre el espejo que todo lo refleja.
En el reflejo de un espejo la montaña ni va ni viene. Mientras tanto, a través de todas las especies siempre ha habido un constante movimiento. Un constante ir y venir en el cual todas las especies nacen, se hacen jóvenes, después adultas y después mueren. Entre todas estas especies así como hay muchas que coexisten pacíficamente entre ellas también hay algunas que practican la exclusión y el rechazo. Tanto frente a otras especies como entre ellas mismas. Pero solo hay una sola especie que es capaz de ser cruel y de liquidar en masas a sus semejantes o hasta sus hermanos y nos guste o no esa especie es solo el ser humano. Me cuestiono ¿dónde fallamos? y buscando una respuesta observo con especial atención aquel instante que en la historia humana ya tanta veces se ha repetido. El momento en el cual la victima se convierte en verdugo. Me pregunto ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuando? y las respuestas que encuentro me sorprenden a mi mismo, pues no puedo negar que el exterminio y la crueldad en realidad han estado aconteciendo delante de nuestros ojos ya todo el tiempo. Prueba de ello son las aves, los insectos, los animales, las plantas, aquello a lo que solemos llamar la diversidad de las especies. Me pregunto si existe algo en común entre ambas situaciones de conflicto, entre la violencia contra la naturaleza y la violencia contra nosotros mismos y creo observar que nos cuesta mucho, quizás demasiado, comprender y vivir la coexistencia. Con otras palabras comprender y vivir el hecho que la verdad en realidad nunca es solo una sino que en realidad siempre varias que están aconteciendo simultáneamente.
La montaña es la montaña porque acepta todo grano de tierra. Con otras palabras, la montaña no es la montaña porque compara, porque discrimina, porque rechaza, porque excluye. Aunque para la creación de identidades y la movilización de grupos sea más fácil recurrir a la creación y fomento de un enemigo ficticio, aunque sea mas fácil elevarse sobre otros rebajando a otros. En realidad es nuestro propio mundo el que se reduce cuando empleamos estos métodos pues lo que automáticamente acontece cuando discriminamos entre nosotros y otros es que la conciencia se fragmenta. Ahora, llegando aquí quizás lleguemos a la conclusión que justamente este comportamiento, el de saber discriminar en el momento oportuno sea lo que nos ha llevado hasta el éxito, hasta la gran variedad de cosas que poseemos o la abundancia que tenemos al alcance. Por eso ¿de que abundancia estamos hablamos? O con otras palabras ¿Es la abundancia de la diversidad equivalente a la abundancia que adorna una individualidad ficticia? Y sobre todo ¿es de beneficio para la diversidad, es de beneficio para el mundo fomentar un conflicto?
En el budismo zen la claridad del espíritu no es o material o espiritual sino que siempre tanto espiritual como material. Practicando de esta manera quien se sienta como un Buda es un Buda. De esta forma a lo que llamamos oriente o lo que denominamos el occidente se convierten en sitios que van más allá de un lugar geográfico especifico para ser lo que desde siempre ya han sido, el mismo centro de las enseñanzas budistas. En el gran reinado de los Song vivía el gran maestro Chosa Shoken (1). Un día enseñaba en la gran sala del Dharma a los asistentes:
Todo el Universo de las diez direcciones es el ojo de un monje.
Todo el universo de las diez direcciones es el habla de un monje.
Todo el universo de las diez direcciones es todo el cuerpo de un monje.
Todo el universo de las diez direcciones es la brillante claridad del verdadero yo.
En la resplandeciente claridad de este verdadero yo existe todo el universo de las diez direcciones.
En todo el universo de la diez direcciones no hay nadie que no sea este verdadero yo.
(1) Eihei Dogen: Shobogenzo Komyo