LA ORILLA

Flores, maleza,

Comparten la orilla.

Tierra y agua.

Sí, distinguir entre las flores y la maleza es en realidad como distinguir entre una parte de la orilla y la otra. Es como distinguir entre la orilla del hoy y la orilla del mañana. Asumimos que las flores son los aspectos que iluminan nuestra practica. Como la generosidad, la energía, la paciencia, la disciplina, la concentración y la sabiduría. Mientras que la maleza la comprendemos como lo que nos impide seguir adelante rumbo a un mejor mañana. Como el pensar que en nuestra practica primero viene la reflexión y después la comprensión. O como el creer que la sabiduría se logra solo a travez de largos años de esfuerzo duradero. Pero pensar todo esto solo oculta una cosa, el hecho que hay una verdad siempre omnipresente. Una verdad jamas oculta, sin un antes y después siempre disponible e imposible de obstruir ya que llena íntegramente todo el espacio que habitamos. El espacio en el cual el “yo” y el “tú” se ausentan. 

Como dos orillas diferentes se lleva también la discusión actual sobre el papel que debiesen cumplir los medios de comunicación para que su función no sea excluyente. De un lado se discute si la prensa tiene un carácter mero informativo y del otro se argumenta que los medios de comunicación tienen un papel activo que les convierte en actores, lo que les acerca más a la propaganda en vez que a un rol de objetividad informativa. Propongo entonces que volvamos al principio básico de la comunicación. Que retornemos al hecho que no es posible no comunicar. Desde este punto de vista, desde el “no es posible no comunicar” todo se aclara nuevamente y retorna a todos los participes al proceso comunicativo a su estado original. Al que informa a su tarea de cumplir lo mejor posible con una tarea tan imposible como es el de entregar información objetiva y al que recibe la información a asumir que la información que recibe siempre será solo desde una perspectiva y nunca la verdad completa. 

Parecido, como dos lados de una y la misma orilla pero que se excluyen aparentemente mutuamente se asume muchas veces la relación entre lo relativo y lo absoluto, entre la vida cotidiana y la vida religiosa en nuestra práctica. Sacamos nuestras propias conclusiones frecuentemente sin pensar que todo puede ser un Buda, no solo el ser humano. Aun así casi de manera automática asumimos que solo nosotros podemos ser un buda y todo lo otro está por debajo. Un dilema que explica porque en nuestra práctica debemos poner en todo momento especial cuidado en no ser arrastrados por nuestras acciones del pasado. Algo que en realidad tarde o temprano siempre sucederá si una verdad no ha sido asumida también con el cuerpo.

El maestro Nangaku Ejo se hizo discípulo del sexto ancestro, el maestro Daikan Eno (1). Este le preguntó:

 ¿De donde vienes?

El maestro Nangaku respondio:

– Vengo del maestro Ankoku de la montaña Su.

El sexto patriarca dijo:

 – Algo inconcebible ha acontecido.

A esto el maestro Nangaku no pudo responder nada. A posterior le sirvió al sexto ancestro durante ocho años. Al fin consiguió comprender sus palabras y exclamó

– Ejo ha comprendido. Cuando vine por primera vez aquí el maestro me aceptó con las palabras: “Algo inconcebible ha acontecido”  

Entonces el sexto ancestro le volvió a preguntar:

 ¿Cómo comprendes estas palabras?

El maestro Nangaku respondio:

 – Explicar algo con las palabras no da con la medula

El ancestro del Dharma pregunto entonces:

– ¿Todavía te dedicas a la practica y la realización?

El maestro Nangaku respondió:

No es que no existan la practica y la realización. Solo que si la mente está manchada, no se logra.

El ancestro del Dharma dijo entonces:

Este “no manchar” es justamente, lo que todos los Budas hacen prevalecer. Tu eres así. Yo también soy así y los tantos ancestros del Dharma también lo son.  

  1.  Shinji Shobogenzo – Colección de 301 Koan de Dogen Zenji. Libro 2. Caso 1.
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