LAS HOJAS

Fresco el viento,

Hojas que van y vienen.

Azul el cielo.

Hay algunos que dicen que el viento se ha vuelto oscuro porque juega con las hojas. Dicen que ha perdido su transparencia porque les engaña. Aclaman que primero las confunde dándoles el ritmo y una melodía para después llevárselas por ahí y dejarlas tiradas a merced de la tierra y la lluvia. Atrás queda siempre una pobre y doliente rama. No se porque lo dicen. No se si será porque aun no son versados con la naturaleza del viento o si es porque nadie les ha iniciado en el lenguaje de las hojas. Y es que al igual como el viento esta libre de toda culpa porque es su naturaleza adaptar su forma a todo lo que toca, también las hojas tienen sus secretos. Vibran según su propia harmonía, siguen su propia inteligencia y se comunican por medio de su propio lenguaje. Quien no lo crea que lo observe con sus propios ojos: no es que las hojas estén esperando para desligarse en cuanto pase una buena brisa, sino que ya mucho antes ya de que el viento haya llegado, ellas ya han soltado. Así, cuando vemos caer a las hojas ¿no es la gravedad misma la que está actuando?. 

En realidad el idioma de la hojas, al igual que el idioma del viento también es nuestro propio lenguaje. Hablo del idioma disponible en todo momento y que acontece antes de convertirse en un símbolo o un concepto. Antes de convertirse en palabra, antes de convertirse en promesa o antes de convertirse en protesta. El lenguaje que está más allá de la astucia. Más allá de los credos, sean estos personales, sean políticos o económicos. Me refiero al equilibrio existente antes de que cedamos la verdad a lo que hemos identificado como nuestros intereses. Dentengamonos aquí un momento. Si, es verdad, este puede ser un lugar de mucha disconformidad. Un sitio donde muchas veces se pueden ver reflejadas todas nuestras irracionalidades y contradicciones. Un lugar propicio para que aparezcan los autoproclamados enemigos y donde muchos de nuetros sueños pueden venirse abajo. Aun así o justamente por eso, aquí es donde debemos reflexionar lo suficientemente necesario a pesar de cualquier desilusión pues de otra forma toda conclusión que saquemos no resultará en mas que en otro distorsionamiento. En este sentido, que bendición cuando descubrimos que desilusionarse implica liberarse de una ilusión que nos mantenía atrapados y confundidos.

La esencia de las hojas se refleja en todas las cosas. Incluso en nosotros mismos. Es el lenguaje común que todo lo une. Es la razón de la que todos innatamente estamos previstos. La razón que respeta las necesidades individuales pero que a la vez se sitúa en el antes de tomar el desvió del provecho propio y que por eso nos permite armonizarnos con todo lo que nos rodea y encontrar respuestas a los nuevos temas que hoy nos conmueven: la justicia social, el medio ambiente, la multiculturalidad, la emigración.. Si, en realidad ahora es la hora de ser todos lo mas honestos posible. No tanto porque en el horizonte ya aparezcan las nubles oscuras de un futuro apocalíptico, sino más bien porque lo interno se refleja en lo externo y porque las soluciones están dentro de nosotros mismos. De paso a paso se encuentran. Sanando herida por herida. En el idioma que nos une a las hojas, en la esencia que tenemos en común con el viento. 

No es necesario esperar hasta el otoño para observar como el sol enjoya las hojas. Como tampoco es necesario esperar hasta la primavera para ver como la luz transparenta el viento. Todas las maravillas de este mundo están disponibles en este mismo instante. Solo basta con abandonar la lucha y el apego para ver el claro sol poniente. Un lugar de inocencia absoluta, pero también de verdadera fortaleza, ese es el mundo de las hojas. Su resolución es tal que no depende de las estaciones del tiempo, ni del sol, ni de la luna, ni del viento. Por otra parte cuanta sutileza no hay en su vuelo: suavemente y con obediencia se dejan llevar por el viento, lleve este donde les lleve.

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