Al borde del mar,
Se alza abundante,
La flor silvestre.
Las palabras tienen una vida secreta. Mas allá de las apariencias ellas también tienen una vida intima, sutil, llena de vitalidad y de abundancia. Una vida que no ven los puritanos del silencio. La intuyen, si, pero no la ven porque su propia cultura se las oculta. Es como si mirasen en una capa de hielo para mirarse en el espejo y en el solo difusamente reconociesen su rostro. Y es que hay mucho movimiento, mucha vida, entre la convenciones de los signos y sus significados. Hay mucha abundancia. Tanta, que lo verdaderamente sorprendente es que la vida de las palabras pase desapercibida. Quizás sea para nuestra percepción algo demasiado borrosa que le llamamos magia. ¿De otra manera como explicar que algo tan evidente como la activa existencia de las palabras siga siendo considerado un misterio? ¿como puede ser la vida del habla un enigma si desde el principio de su existencia ya ha sido revelado?. Ahora, porque aun sigue habiendo gente que no cree en la existencia de la vida secreta de las palabras, me permito otra pregunta ¿que otra razón puede haber, o como se explica sino el hecho de que palabras como „el amor“, „la compasión“, „la soledad“, „la tolerancia“ y „el respeto“ para cada uno de nosotros signifiquen algo distinto?
Y es que las palabras son como el ser humano. Las palabras viajan, mudan, pasan, huyen, vienen, se quedan y se van. Las palabras son impermanentes como todo en este mundo. Las palabras son como los peatones de la calle del centro, que se mueven imprevisiblemente en todo destino. Y las palabras también tienen sus limites pues como los recursos naturales de nuestro planeta dependen del equilibrio ecológico y sus limitaciones. Ademas las palabras tienen sus propios derechos y sus responsabilidades y es que todas las palabras tienen libertad absoluta para moverse para dónde quieran, pueden relacionarse con quien quieran pero aun así todas tienen sus consecuencias. Osea que en el mundo de las palabras también existe la justicia. Aun así las palabras del norte no tienen más o menos derechos que las palabras del sur. Ninguna palabra del sur tiene que arriesgar su vida para convertirse en una del norte y es que las palabras no piensan en opuestos. No se comparan constantemente entre ellas y si lo hacen, lo hacen para relacionarse, para complementarse y no por un complejo reprimido. Es más, es que saben que nada externo, menos aun las creencias, son aquello que les define si no que la manera como se relacionan entre ellas.
Siendo así las palabras no necesitan parar ni retirarse para reflexionar en cuanto a su sentido. Tampoco permiten verse reducidas a ser la propiedad de especialistas, ni incluso de los poetas. Ni menos a ser instrumentos de poder que pueden ser reducidos a abreviaciones o soluciones simplistas. Tomemos los términos „conquista“, „solidaridad“ o „ progreso“. La conquista puede ser un hecho historico parte de la identidad cultural de un país pero también puede ser una forma de conducta que implica adueñarse de algo ajeno sean cuales sean los medios y al igual puede ser una practica increíblemente agresiva y rechazable ya que implica mentir, someter y humillar con el fin de vencer a quien se ha identificado como el enemigo. La palabra „solidaridad“ puede significar una ayuda compasiva pero también puede significar un radio de acción común en el que todos dan y todos reciben y por eso todos crecen. Y la palabra progreso puede ser comprendida como un proceso externo, politico, económico y social pero también como un termino que reconoce que no puede haber un progreso externo sin que este ocurra a la vez en lo interno y subjetivo.
En realidad la vida secreta de las palabras es como gotas de agua que caen constantemente sobre una superficie. Caen sobre un espacio donde se encuentran con otras gotas para crear las lagrimas, el rocío, los ríos y los mares. No tienen una esencia propia pero aun así manifiestan la inmaculada realidad en la que vivimos. Hay quienes dicen que las palabras son solo palabras y que como tal no tienen tanto valor como los hechos. Y tienen razón, pero a la vez no la tienen. Intuyen que hay algo que no encaja a lo mas tardar cuando se preguntan ¿como es posible que goce del derecho de ser libre y a la vez sentirme profundamente oprimido? Y es que quizás no hayan descubierto aun el misterio sobre la vida secreta de las palabras que ya ha sido desvelado en todas la direcciones. El secreto que dice que se aprisiona a si mismo quien las aprisiona a ellas. Vamos entonces a compartir esta abundancia.