Naturalmente,
La ley de la gravedad.
Cumpliendo su rol.
Todo está cambiando constantemente, todo depende de todo a su a alrededor. Los tratados, el clima, la política, la educación y ¿cómo no? también la felicidad. En el mundo relativo lo que ayer significaba la más grande felicidad hoy ya no lo es, lo que hoy significa ser feliz mañana no lo será más. En primavera apreciamos el florecer, en verano disfrutamos de la generosidad, en otoño nos gusta la madurez y en invierno el reposo y la tranquilidad. Mientras tanto en lo absoluto la felicidad es un valor inalterable al igual que el cielo azul. Al igual que el agua que jamás deja de correr, al igual que la tierra que gira sin cesar, como el viento que cambia en cualquier instante de dirección. Con otras palabras es imposible atrapar en conceptos lo que es la felicidad. Es una verdadera misión irrealizable. Es más fácil convencer a un mentiroso de porque no es bueno mentir o convencer a un cazador de porque no es bueno matar que atrapar con una definición lo que es la felicidad.
El idioma, la ciencia, la política e incluso el arte han intentado de darle un significado concreto a la felicidad pero siempre han fallado. ¿Por qué? Quizás porque la felicidad para ser autentica requiere de plena libertad. Como la alegría, como la tristeza, como la libre expresión. En una sociedad que basa sus fundamentos en la democracia lo más libre en cuanto a la expresión es el arte, pero si miramos más a fondo ¿hasta donde llega a la vez su libertad? Hay algunos que dicen que la libertad del arte debe ser absoluta, mientras que otros afirman que la libertad del arte termina cuando comienza su instrumentalización. Otros dicen que la libertad del arte termina donde comienzan los derechos de los demás. Nuevamente nos encontramos con diferentes definiciones de lo que significa la libertad pero sobretodo con el hecho que lo absoluto y lo relativo se vuelven a encontrar. Por una parte haciendo valer la libertad absoluta de la expresión, por otra parte creando consciencia sobre el hecho de que toda expresión implica tomar de una forma u otra una determinada posición. En este lugar de encuentro, en la fricción entre el derecho y la responsabilidad es el sitio donde puede acontecer la verdadera libertad de expresión. O con otros términos, más que un concepto, la libre expresión en realidad es una actividad. ¿La actividad o el arte de ser feliz?. Si, indudablemente, nos guste o no, la felicidad está ligada estrechamente a la libre expresión. Otra cosa es que queramos hacer valer nuestro derecho a callar.
Todo esto lo menciono porque desde la perspectiva budista hay una analogía muy importante detrás de términos como la felicidad, el arte, la política o la libre expresión. Esta relación de semejanza entre los conceptos por una parte apunta hacia la interdependencia que existe entre los fenómenos pero también hacia el telón de fondo que se encuentra detrás de todo concepto, cual en el budismo llamamos dualidad. Ósea que estos términos como “la felicidad”, “el arte”, “la política” o “la libre expresión”, en la superficie están relacionados entre si pero también intrínsicamente en su interior. Como las gotas que caen y que al caer aun tienen una identidad propia pero que pierden esa identidad al unirse a la superficie que les espera abajo. En su esencia todo termino esta construido o se define con ayuda de otros términos: la felicidad que no es lo mismo que la alegría, la tristeza o la infelicidad. El arte que no es lo mismo que lo profano, lo vulgar, o lo trivial. La política que no es lo mismo que la astucia, la marrullería o el calculo. La libre expresión que no es lo mismo que instrumentalización, la manipulación o una campaña de marketing. Llegando aquí la pregunta que podríamos ponernos es que sucedería con la esencia de cada termino si no le definiésemos a través de otro exterior. ¿Nos quedaríamos frente a un abismo oscuro, frío e infernal? Se lo podríamos preguntar a la gota y quizás esta nos respondiese que ojala fuese así. Que deberíamos sentirnos agradecidos haber llegado hasta aquí, pues es justamente en el abismo donde una gota puede encontrarse con la maravilla que puede acontecer gracias al soltar. En el soltar el abismo absorbe cualquier proyección sobre un superior o inferior y el autoritarismo se desvanece en solo un instante de la misma manera como una gota que vuelve a su origen natural. Es aquí donde el mentiroso se convence a si mismo de porque mentir en realidad significa engañarse a si mismo y el cazador ve claramente porque no es bueno matar. ¿Qué es lo que queda? Unos le llaman la ausencia del dualismo, otros le dicen el corazón y su palpitar.
No, la libre expresión no es solo un derecho. La libre expresión es una gran responsabilidad. Un compromiso pues va mucho más allá de la inocencia de quien ya ha renunciado a luchar. Va más allá de sentirse una gota que se ha disuelto en el océano, es una gota que es consciente de que lleva el océano dentro de si. Todo está cambiando constantemente, todo depende de todo a su a alrededor. Los tratados, el clima, la política, la educación y ¿cómo no? también la libre expresión. Lo que ayer significaba expresarse libremente hoy ya no o es, lo que hoy significa la libertad de expresión mañana no lo será más. Lo que hoy es un acto de esclarecimiento, mañana quizás será uno de alienación. Y es que algunas veces la libertad de expresión significa expresarse, otras veces significa simplemente callar. Unas veces es un derecho, otros una responsabilidad. Una veces significa cantar otras veces significa reír. Aunque también puede significar susurrar, amar, pedir, marcharse, ofrecer o hasta incluso gritar. Todo puede ser la libre expresión, como una gota que es la ola pero que también es el mar.