LOS ANIMALES

Por la orilla,

Caminando tranquilo.

Un viejo perro.

Vamos demasiado rápido. Vamos acelerados sin percibir realmente lo que nos rodea, sin darnos cuenta que llevamos el corazón hecho pedazos. Inconscientes de nuestra velocidad y de nuestro dolor originario culpamos a los más inocentes y profanamos todos sus lugares sagrados. ¿Qué será cuando nos demos cuenta? ¿Qué será cuando despertemos del consumo, del éxito, de la belleza, de la juventud, de todas nuestras necesidades y abramos los ojos también para nuestro entorno y a pesar de todos nuestros buenos propósitos la balanza del bien y el mal se incline en nuestra contra? 

Reconozco la urgencia de actuar como también la necesidad de comprender al mismo tiempo así que busco una pista. Escucho decir que lo sencillo derrota a lo cierto por lo que decido poner esta frase a prueba haciéndome a mi mismo una pregunta. Una sola. ¿Qué culpa tienen los animales? o ¿Qué culpa tiene la naturaleza? O quizas con otras palabras para ser más claro: ¿Qué culpa tiene el perro? ¿Qué culpa tiene el cerdo, que culpa tiene la culebra, que culpa tiene el gallo? ¿Qué culpa tienen todos estos animales para que proyectemos nuestros propios temores sobre ellos y hagamos de ellos, el no creyente, el ignorante, el codicioso, el furioso, el salvaje? Incógnitas que me vuelven a recordar que vamos demasiado rápido, que sabemos tan poco sobre los animales como sobre nosotros mismos y que así me reiteran que la culpa no es un concepto cualquiera. La culpa no solo castiga y reglamenta. En la sociedad no solo constituye un método de control y de poder que solo funciona porque alude al poder de ayudar a aprender de nuestros propios errores. No, la culpa es mucho mas que todo esto, pues puede incluso justificar lo injusto, como lo podemos observar en nuestra actitud frente a los animales. Una gran injusticia. Aun así, no son estos aspectos de la culpa lo que me interesa enfocar ahora. Intuyo que la injusticia que le hacemos a los animales tiene que ver con nuestro propio sufrimiento por lo sigo indagando en la relación que existe entre la culpa, la ignorancia y sensación de velocidad que se percibe en la vida humana. Y es que nos creemos sabedores de tantas cosas que tomamos por evidentes  tantos conceptos sin siquiera poder admitir la posibilidad de estar errando, sin ser conscientes de las repercusiones que pueden tener tanto para nosotros como para el mundo que nos rodea. Si, es casi trágico y la necesidad de disminuir la velocidad de aquello que denominamos progreso es evidente y es que el concepto de la culpa no solo pone en evidencia el criterio común, sino que también el de la evidencia. Así, me resulta a mi mismo casi sorprendente pues nunca habría imaginado llegar algún día a abogar por aquello que me es desconocido. 

¿Qué son los animales? Una pregunta a los que hay diferentes respuestas. Unos dicen los animales son seres de especies diferentes a la nuestra. Otros dicen que los animales son creaturas y otros dicen que los animales son sus hermanos. Desde la perspectiva de nuestra práctica preguntarse ¿qué son los animales? es como preguntarse ¿qué es la mente? Unos dirán ahora la mente es el mundo interno que se expresa en lo externo. De ahí sacan quizás la conclusión que si sosiego mi mundo interno también se sosiega el mundo en lo externo. ¿De veras? ¿Si logramos apaciguar nuestra mente, se apaciguaran también las guerras, se acabara la pobreza, dejarán los animales de seguir sufriendo a causa de la ignorancia humana? No, definitivamente no. Tenemos que tener claro que aunque experimentemos el más profundo silencio, mientras estemos vivos, la mente siempre seguirá actuando. Por lo que no es una cuestión de ser bueno o de ser malo, de culpabilidad o de inocencia, de hacer esto o de hacer lo contrario. No es una cuestión tampoco de adentro o afuera, de interno o externo, sino que de experimentar la mente única que todo lo comprende, tanto lo conocido como lo desconocido. 

Por esta razón, vuelvo a hacer el llamado: no vallamos demasiado rápido, no vallamos tan de prisa. Tomémonos un respiro para aprender a observar la mente que siempre está actuando. Aprendamos a observar cómo actúa el pasado en el presente a través de los conceptos. Aprendamos a ir más allá de los sentidos y sus objetos. ¿No existe acaso ahí lo ilimitado? No vallamos tan rápido, de otra manera el niño que todos llevamos dentro no podrá seguirnos los pasos.

Marcar el Enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *