Las flores del durazno no saben
del color rojo de las casas de la aldea
pero son capaces de mostrar a Ling-yun
la forma de arribar a la mas rotunda de las certezas.
– Keizan Zenji
Anabotei, el decimosegundo maestro ancestral preguntó en cierta ocasión al venerable Funayasha:
– Deseo conocer al Buda. ¿Qué es el Buda?
– Quieres saber lo que es el Buda – puntualizó el venerable- , pero el Buda es quien no sabe.
– ¿Como puedo saber entonces lo que es el Buda, si el mismo Buda es no saber? replicó el maestro.
– ¿Pero como puedes – prosiguió Funayasha- si ignoras lo que es el Buda, saber que no es el Buda?
– Es como una sierra – sentencio Anabotei.
– ¡No, más bien es como la madera! ¿Qué quieres decir tu cuando afirmas que “es como una sierra”?
– Quiero decir que el venerable y yo estamos alineados como los dientes de una sierra.
Pero ¿Qué significa tu afirmación de que “es como la madera”?
-¡Quiere decir que te cortaré en dos! – sentencio Funayasha y, ante aquella respuesta, el maestro experimento un súbito despertar.
En el Zen no se trata de escoger entre una respuesta mala y una buena. Lo que observamos es el espíritu que no se posa en ningún sitio. Si se piensa sobre algo y se habla después hemos caído en la trampa del pensamiento. La actitud del espíritu tiene que tener la rapidez de una chispa. Con el espíritu presente y sin ningún espacio entremedio, es la verdadera sabiduría de todos los Budas. Entonces no hay diferencias entre los seres y Buda.
Keizan Zenji aclara en el Denkoroku – las crónicas de la transmisión de la luz: “En el dominio de los seres humanos y de los seres celestiales se le denomina “Buda”, “demonio” o “animal”. Es como un rostro que presentase muchos semblantes diferentes. Si creéis que se trata del rostro de Buda estaréis equivocados y también incurriréis en un error si consideráis que se trata del rostro de un demonio. Las preguntas del discípulo y las respuestas del maestro solo constituyen una de las muchas formas posibles de instrucción. Cultivar el samadhi es una forma de ilusión y emular las actividades del Buda no es más que un sueño Si cultiváis la Vía y os transformáis a vosotros mismos, podréis dejar de preocuparos por vuestras imperfecciones y transcender vuestra vida y vuestra mente. Solo entonces llegaréis a ser verdaderos merecedores del Kesa.