Caen las hojas, brotan las flores
Y el rey de los árboles medicinales
Todavía no emana su peculiar perfume – Keizan Jokin
El vigésimo quinto maestro ancestral fue el venerable Bashashita.
-Ahora te transmitiré el tesoro del ojo del verdadero Dharma del Tathagata. Deberás custodiarlo y transmitirlo en el futuro a todos los seres – dijo en cierta ocasión Shishibodai a Bashashita.
Así fue como Bashashita descubrió las causas karmicas de vidas anteriores y recibió el sello de la Mente. El maestro había nacido en Dubah y su familia pertenecía a la casta de los brahmines. Su padre se llamaba “Conducta Calma” y su madres “Paz y Gozo Eternos”. Cierto día, su madre soñó que recibía una espada divina y, como resultado de ello quedo encinta. En aquella época el venerable Simha se hallaba de viaje y acertó a recalar en Kubaha, en donde vivía un hombre llamado Parika, que practicaba desde hacia mucho tiempo la contemplación Zen. En aquel lugar había cinco grupos de practicantes: los que practicaban el samadhi, los que practicaban la reflexión intelectual, los que buscaban signos, los que habían abandonado los signos y los que evitaban la palabras incorrectas, cinco grupos que el venerable acabó congregando a su alrededor y su fama se difundió por todos partes. Buscando un sucesor del Dharma llegó a una casa y el cabeza de familia le presentó a su hijo diciéndole:
-Mi hijo se llama Sita. Nació con la mano izquierda cerrada y, aunque ya ha crecido, su mano
sigue todavía cerrada. ¿Quisiera el venerable revelarnos si la causa de este extraño proceder proviene de alguna vida anterior?
-Devuélveme la joya – ordeno Shishibodai, extendiendo su mano, después de observar a Sita
durante un buen rato. Ante el estupor de los presentes, el joven abrió de inmediato la mano y le entregó una joya.
-En una vida anterior fui un monje y conocí a un joven llamado Basia. En cierta ocasión fui
invitado a una fiesta para los monjes en la región del océano occidental y me regalaron una joya que entregue a Basia. Ahora el me la devuelve. La causa, por lo tanto, es evidente – dijo entonces Shishiboday.
El cabeza de familia permitió finalmente que su hijo renunciara al hogar y el venerable le transmito entonces los preceptos completos y le impuso el nombre de Bashashita, que es una combinación de los nombres que el muchacho lleva en esta vida y en su vida anterior. Finalmente, Shishiboday le nombro su sucesor diciendo: “Ahora te transmitiré el tesoro del ojo del verdadero Dharma del Tathagata. Debes custodiarlo y transmitirlo a todos los seres.
Comentarios de Keizan Zenji:
La frase “descubrir las causas karmicas de vida anteriores” de lo que nos habla este caso significa llegar a saber que en una vida previa hubo un joven llamado Basia, que recibió una joya de manos de Shishiboday, que luego penetro en el vientre de su madre y nació en la familia que hemos citado, guardando celosamente en su mano la joya hasta que encontró el venerable y pudo devolvérsela. Esta aleccionadora historia ilustra, por tanto, que no existe un cuerpo carnal perecedero, sin un cuerpo indestructible. ¿Cómo hubiera podido Sita, de otro modo, seguir sosteniendo la joya en su mano? Debéis comprender que el cuerpo destructible no es el que recibe y pierde la vida. No creáis que los huesos se quiebran y dispersan o que exista algo llamado espíritu eterno que perdure para siempre. ¿Qué tipo de cosa podria ser un espíritu eterno? Solamente existe la apariencia de abandonar un cuerpo y asumir otro. Debéis, más bien, pensar que la primera persona – llamada Basia – y la segunda- que lleva por nombre Sita – no son dos personas distintas, y que el pasado y el presente tampoco son diferentes. No habléis, por tanto, en términos de cuerpo ni lo hagáis tampoco en términos de mente. Y si no es posible establecer una diferencia entre el cuerpo y la mente tampoco podremos separar el pasado del presente. Así es.
Esto no es algo que solo se aplique a Bashashita sino que, a decir verdad, tiene mucho que ver con todos nosotros. No hay nada que nazca y nada que muera, sino que simplemente tiene lugar un cambio de cabezas y una metamorfosis de rostros según el momento y las condiciones. No se trata, por tanto, de una renovación de los cuatro grandes elementos o de los cinco agregados. No hay nacimiento que pueda ser cubierto con un saco de carne o sostenido por un puñado de huesos. Las diez mil formas y manifestaciones no son sino expresiones distintas de la misma luz de la mente original. Cuando ignoramos este principio creemos que una persona es joven y que otra, por el contrario, es vieja. Sin embargo, en realidad no hay cuerpos jóvenes. ¿Cómo podríamos, entonces, separar la vida de la muerte y distinguir el antes del después? “Descubrir, pues, las cusas karmitas, de vidas anteriores“ consiste en entender que Basia – en una vida anterior – y Sita – en la vida presente – no son dos cuerpos diferentes.
Cuando Bashashita lo comprendió así recibió el tesoro del ojo del verdadero Dharma del Tathagata y lo transmitió a las generaciones posteriores. Debéis, por tanto, tratar de comprender que, en última instancia, los budas y los patriarcas no han alcanzado el despertar ni la gente ignorante se halla sumida en la ilusión. A veces practican y otras veces despiertan el espíritu de la iluminación. El bodhi y el espíritu de la iluminación carecen de principio y de final. Esencialmente no existe diferencia alguna entre los budas y los seres ordinarios. En ningún lugar existe otra cosa más que la totalidad, y es por esto por lo que debéis cultivarla y custodiarla durante innumerables eones sin olvidar las causas acumuladas en vidas anteriores.
Segun: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Cronicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona: Editorial Kairós