«Las espinas brotan por doquier
mientras en el viejo cerezo
germina la yema de una espléndida rama» – Keizan Zenji
A pesar de que el Zen (Ch’an en chino) se haya desarrollado como tal en China, su origen se remonta directamente a Buda Shakyamuni, al siglo VI antes de nuestra era. Shakyamuni es el primero en haber transmitido lo que más tarde se llamó Zen. El Zen tiene sus raíces en la experiencia misma del despertar de Buda bajo el árbol de la Bodhi.
Este espíritu se ha transmitido de maestro a discípulo a través de toda la historia. Buda Shakyamuni no era un ermitaño, un maestro espiritual ni un sabio místico que enseñaba la verdad a sus discípulos. Sin
embargo, su vida y sus acciones abrieron una vía completamente nueva.
Perteneciente a una rica familia hindú, vivió con el nombre de Siddharta, que quiere decir “realización de todos los deseos”. Preocupado por el sufrimiento de los seres y al darse cuenta de que los placeres superficiales no podían ofrecer felicidad al ser humano, a los veintinueve años dejó a su familia para buscar la Vía. Tras seis años de búsqueda y de ascesis, comprendió, al límite de sus fuerzas, que el ser humano no encontraría en esas prácticas la liberación de sus sufrimientos.
Entonces se puso en la postura del loto bajo el árbol de la Bodhi con la firme determinación de no levantarse hasta haber resuelto totalmente el problema fundamental de la vida humana. Y así, en total inmovilidad, en profundo silencio interior, despertó y se convirtió en Buda, lo que significa: ser despierto, el que sabe. La experiencia de Shakyamuni está avalada y es transmitida por los maestros Zen como el despertar de todos los budas y patriarcas. La enseñanza del Buda tiene su origen en su experiencia vivida. Ve las cosas tal y como son, es decir en su verdad auténtica.
El la época de Shakyamuni proliferaban sistemas filosóficos y religiosos que generaban oposiciones y disputas. Todos decían que su propia doctrina tenía origen en la verdad absoluta y afirmaban que las demás enseñanzas eran erróneas y engañosas. De alguna manera es lo mismo que sucede hoy en Occidente. El Buda declaraba que tales disputas eran inútiles y se mantenía al margen de toda discusión metafísica. No quería preocuparse, como hacían los filósofos y los religiosos de su época, de problemas tales como: “¿Es eterno el mundo? ¿Un ser realizado sigue existiendo tras la muerte? No consideraba que estas cuestiones fueran la esencia de una autentica búsqueda de la sabiduría, pues alejaban al ser humano del camino que le liberaba del sufrimiento.
Es como si un hombre, atravesado por una flecha envenenada, detuviera al medico que se apresura para arrancársela diciendo:
“! Espere un poco! Antes de que me quite la flecha me gustaría saber quien me la ha lanzado. ¿Era un hombre o una mujer? ¿Era noble o campesino? ¿De que estaba hecho el arco? ¿Era pequeño o grande? ¿Era de madera o de bambú? …
Antes de poder contestar a todas estas cuestiones, el hombre estaría ya muerto. La sabiduría es quitar la flecha rápidamente par impedir que el veneno se extienda.
Los argumentos del Buda se fundamentaban en dos puntos:
– No pretender nada que no sea cierto.
– No pretender nada que no sea útil al ser humano
Declaró que todo lo que no sirve para alcanzar la paz interior, el conocimiento real, la mas elevada sabiduría y el despertar, debe ser rechazado.
La enseñanza practica del Buda conduce a comprender que no existe ningún ego sustancial ni objeto alguno, en ninguna parte, que no esté sometido a la impermanencia y que solo existen procesos vacíos de sustancia real como las percepciones, los sentimientos, las visiones, ect. Buda puede ser comparado con un médico que propone una curación a la enferma naturaleza humana. No tenía intención de crear una nueva religión sólo quería ayudar al ser humano a comprender el origen del sufrimiento y a liberarse de él.
De: Bovay, Kaltenbach, De Smedt (1999): Zen. Práctica y enseñanza, historia y tradición, civilización y perspectivas. Barcelona: Editorial Kairós.
Muchísima por toda esta información tan importante y que no se consigue con facilidad como es la vida de los patriarcas, la cual anima a mantener el vigor en la práctica y refuerza los votos del Bodhisattva.
Gassho, muy estimado Jesús.
Gracias por compartir toda esta sabiduría!! un fuerte abrazo!!