Caso
El venerable Haklenayasas (Kakurokuna) fue el vigesimotercer patriarca. En cierta ocasión, el venerable Manorhita (Manurata) dijo:
– Disfruto del insuperable gran tesoro del Dharma. Debes escucharlo, asimilarlo y enseñarlo en el futuro.
Al escuchar esto Kakurokuna experimentó el despertar.
Circunstancias
El maestro había nacido en Tokhara y pertenecía a la casta de los brahmines. Sus padres se llamaban “Mil Victorias” y “Luz Dorada”. Cierto día, su madre imploró ante el sagrado estandarte de los mil budas solicitando tener un hijo y soñó con un joven dios sentado en la cima del monte Sumeru que portaba un anillo de oro y le decía “he llegado”. Al despertar comprobó que había quedado embarazada. A la edad de siete anos, el niño viajó a una población cercana donde presencio los absurdos sacrificios a que se entregaban sus habitante y entrando en el templo, empezó a gritarles: „Por que engañáis a la gente profetizándoles calamidades o fortuna? El daño que causáis es realmente espantoso“. Apenas acabo de hablar, el templo se derrumbo. A partir de aquel momento la gente empezó a llamarle el „joven santo“. Cuando cumplió los veintidós años de edad renuncio al hogar y a los treinta se encontró con Manurata. El maestro es conocido con el nombre de „Haklena“ (un termino compuesto de la palabra sánscrita „Lena“ y de la china „Ha“, que significa grulla), puesto que siempre andaba escoltado por una bandada de grullas.
Fueron muchos los milagros que jalonaron el comienzo de su relación con Manurata. Quisiera hablar de todos ellos, pero me limitare a citar tan solo uno.
¿Por qué me sigue esta bandada de grullas? –preguntó, en cierta ocasión Kakurokuna al venerable Manurata.
– En el pasado, durante el cuarto Eón, fuiste monje. Cierto dia te dispusiste a visitar el palacio de los Nagas y tus quinientos discípulos quisieron acompañarte, pero ni uno solo de ellos era realmente merecedor de las maravillosas ofrendas de los Nagas. Entonces un grupo de discípulos dijo: “Cuando el maestro predica el Dharma siempre dice que quien se muestra imparcial con respecto al alimento también lo es con todo lo demás. Ahora bien, como no podemos acompañarte, es muy probable que esto no sea mas que una estupidez”. Es por esto por lo que te viste obligado a ser acompañado por todo el grupo. Y aunque renaciste como ser humano y convertiste muchas regiones, la virtud de los quinientos integrantes de aquel grupo era tan pobre que renacieron como pájaros. Son ellos quienes hoy te siguen en forma de bandada de grullas apelando a tu gran benevolencia – respondió Manura
– ¿Cómo podría liberarlos? – preguntó nuevamente Kakurokuna.
– Disfruto del insuperable gran tesoro del Dharma. Debes escucharlo, asimilarlo y enseñarlo en el futuro.
Al escuchar esto el maestro experimentó el despertar.
Teisho
Basándonos en el principio de ecuanimidad con respeto al alimento y a las cosas, no existe, pues, diferencia alguna entre las personas santas y las personas ordinarias. Sin embargo, este principio nos enseña que, aunque el maestro y sus discípulos fueron invitados al palacio de los Nagas, aquellos carecían de la virtud necesaria y no eran merecedores de las ofrendas, de modo que acabaron convirtiéndose en grullas. Esta historia advierte a los estudiantes que, cuando predicamos, no debemos establecer distinciones, y lo mismo se aplica a la alimentación. No obstante, hay personas que pueden asimilar las limosnas de los devotos, y otros, en cambio, que pueden ser dañados por ellas de manera que, en determinadas ocasiones, parece que pueden establecerse diferencias. La razón estriba en que, tanto si veis cosas como si veis alimentos, aunque consideréis iguales y comprendáis que son idénticos, existe una distinción en la visión de las cosas y de los alimentos pero, de ese modo, no lográis escapar de la visión dualista. Consecuentemente, al estar engañados con los pensamientos relativos a la comida y al maestro. Es por esto por lo que debéis comprender que no habían llegado a realizar el principio de ecuanimidad con respecto a las cosas y que, sencillamente, permanecían atados a los nombres y a las formas.
¿Qué puede pues, según el “insuperable gran Dharma” del que estamos hablando, ser llamado “alimento” y que puede ser llamado “cosa”? ¿Qué es lo “santo” y que lo “ordinario”? No es algo que pueda ser alcanzado con las formas ni con sus sombras. Hasta resulta difícil designarlo como la naturaleza de la Mente. Este Dharma no puede ser recibido de los budas ni de los patriarcas, y tampoco puede ser transmitido a los hijos o a sus padres; no es nada, en fin, que pueda ser llamado “yo” ni “otro”. ¿De donde proceden, entonces, términos tales como “alimento” o “cosa”? Cuanto menos, entonces, podría haber un palacio al que fueran invitados los monjes que pudieran convertirse en pájaros! Si meditáis, por tanto, con esmero y observáis atentamente, lo primero que entenderéis es que la pureza, la inmensidad y el extraordinario resplandor de la naturaleza original de vuestra propia Mente. Si sabéis mantenerla, purificarla y madurarla, acabareis comprendiendo la existencia de la luz que trasmiten los patriarcas budistas y llegareis a ella por vez primera.
Sin embargo, por mas que lograseis aclarar el significado de vuestra propia naturaleza original y vuestra liberación fuera equiparable a la de los patriarcas, todavía deberíais escuchar, aceptar y trasmitir el insuperable tesoro del Dharma. Si no se trata del principio de la naturaleza original, mucho menos tendrá que ver con el dominio de la visión y al audición, ya que trasciende con mucho las circunstancias pasadas y recientes, y jamás se ha visto limitado por distinciones tales como budas y seres ordinarios. Es por esto por lo que no podemos afirmar que quien alcanza este dominio se convierte en un “buda” y tampoco podemos decir que se trate de un “ser ordinario”. Es como aquella persona que no tiene asignado un sitio en la sala de meditación y que, por tanto, puede sentarse en cualquier lugar. No podréis encontrar su sombra ni hallar su paradero por más que lo busquéis. ¿Qué es, entonces, “la naturaleza de la Mente” cuando os adentráis en ese dominio? ¿Qué es el “despertar”? Si uno vomita, vosotros hacéis lo mismo y, si alguien defeca, lo mismo ocurre con vosotros. En ese momento sois una gran persona que ha puesto fin a todo pensamiento y a todo calculo. Pero, si no llegáis a ese domino, seguiréis siendo personas engañadas y, a la postre, seres ordinarios atrapados en la rueda del renacimiento. Examinad, por tanto, atentamente esta cuestión y tratad de responsabilizaros del tesoro insuperable del Dharma, ya que, solo entonces, el cuerpo del gran maestro Shakyamuni mantendrá todo su calor. No os identifiquéis con nombres tales como “buda” o “seres ordinarios”, y no os dejéis enredar por las formas. Si queréis estudiar y practicar la Vía deberéis saber distinguir lo que es real y verdadero.
Poema
Tengo unas pocas palabras relativas a este principio. ¿Os gustaría escucharlas?
Una elevada cumbre y un abismo blanco
En el que se precipita la nieve que cae de las nubes
Su pureza diluye los detalles
Y contrasta con el azul del cielo.
(2) Según: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.